El monte se recupera después de un incendio, pero no las vidas que se pierden entre las llamas, de ahí que los expertos en extinción insistan a la población en que deben obedecer las órdenes de las autoridades y priorizar la limpieza de los alrededores de sus viviendas antes de iniciar la evacuación o el confinamiento.
Federico Grillo, analista de incendios forestales y jefe de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria, ha visto estos días, desde la distancia y con impotencia, como algunos vecinos de las zonas afectadas de la Península iban por su cuenta a las afueras de los pueblos a enfrentarse a la cabeza del fuego, solo con un cubo de agua o una escoba, en vez de quedarse a preparar la casa antes de evacuar.
Además de poner en riesgo sus vidas y las de los equipos de extinción, eso supone un esfuerzo totalmente inútil, sostiene Grillo, porque los grandes incendios forestales en olas de calor son imparables incluso para los más experimentados bomberos, que van equipados con sofisticados medios y trajes de protección. Lo primero es ponerse a salvo y, si da tiempo, preparar las viviendas para que los daños sean los mínimos posibles.
Frente a la devastación en la Península, en los incendios de 2019 en Gran Canaria solo se quemaron una docena de las 5.500 edificaciones dentro del perímetro
Tras cuatro grandes incendios en Gran Canaria en los últimos 18 años, con algo más de 30.000 hectáreas quemadas entre todos, Grillo y los equipos de extinción saben de lo que hablan, pues han salvado centenares de casas y cada vez con mejores resultados. En gran parte por las campañas de concienciación que se emprendieron después del fuego del año 2007, el que arrasó las zonas forestales y algunas poblaciones de la mitad sur de la Isla, casi 19.000 hectáreas.
La casa como búnker
«Si las casas están limpias se van a proteger por sí mismas en un porcentaje altísimo, más del 90%, por lo que en las zonas de riesgo hay que intentar que la vivienda se convierta en un búnker; el fuego la rodeará y seguirá de largo a medida que se vaya calmado», explica el analista, quien afirma que si las zonas residenciales están bien preparadas «ya se habrá ganado muchísimo, más que ninguna otra cosa».
«Nosotros -añade Grillo- lo demostramos aquí en el año 2019, en los dos incendios seguidos de Artenara y Valleseco, pues dentro del perímetro de las 10.000 hectáreas quemadas teníamos 5.500 edificaciones censadas y únicamente una docena resultaron afectadas, la mayoría cuartos de aperos abandonados e inundados de maleza; se quemaron unas pocas casas, pero no la cifra que uno puede esperar en un siniestro de esas dimensiones, que suele ser de entre un 10% y un 20% de las viviendas existentes”.
Vivienda en Teror que se pone como ejemplo de protección contra incendios en las campañas del Cabildo. / David Delfour
Fue «un éxito desde el punto de vista operativo», relata Grillo, pero también advierte de que «si la gente no se aparta de la cabeza de un gran incendio obliga a entrar a los equipos de emergencia y se ponen todos en peligro».
Si el incendio entra de cola en una zona de viviendas, con la llama muy mansa, los bomberos se pueden posicionar allí y apagarlo. «Pero si viene de cabeza», subraya, «lo que vamos a hacer es quitar a todo el mundo de delante, sobre todo en esos núcleos rurales que pueden convertirse en una ratonera porque tienen una sola pista de entrada y salida, por lo que si se queda cortada obliga a confinar».
La labor ciudadana en un siniestro es limpiar la vivienda por si hay que evacuar, no ir por libre a apagar el fuego
La clave en esos casos, asegura el experto isleño, es tener preparada la vivienda por si hay que confinarse, pero tanto si se evacúa o se confina, hay que limpiar todo el entorno de las edificaciones, al menos los 15 metros de rodean la vivienda que se pretende salvar de las llamas.
«Lo ideal es hacerlo a principios de verano, pero aún hay tiempo si no se ha hecho todavía, incluso con el incendio ya iniciado; si informamos que hay fuego en una zona y que puede ir hacia tu casa, hay que ponerse a limpiar hasta el momento en que te digan que evacúen, en el instante en que los equipos de emergencias digan que hay que salir de ahí se acaba la labor del ciudadano», relata.
Defender las viviendas
La población, a su juicio, tiene una tarea importante, que es defender sus casas mientras se pueda, pero también debe ser consciente de que un gran incendio no se puede frenar. «En estas dos últimas semanas hemos visto que la gente no está limpiando y defendiendo sus viviendas, sino que se van a buscar el fuego en las afueras del pueblo», añade.
Ante la posibilidad de que un fuego alcance una zona residencial, Grillo calcula que en una hora da tiempo de preparar una casa si previamente se han limpiado los alrededores o solo hay maleza de los últimos meses. Sin embargo, si esos terrenos han estado abandonados durante años, llenos de matorrales o zarzales, se tendrán que emplear muchas horas y quizá sea demasiado tarde para intentarlo.

Federico Grillo, jefe de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria / Andrés Cruz
Los equipos de extinción, recuerda Grillo, irán primero a proteger las viviendas que están limpias porque son también las que les ofrecen garantías de refugio o huida en caso de que el fuego se complique. Al respecto, detalla que si los bomberos si paran en una primera vivienda rodeada de maleza «van a gastar un montón de agua, igual ni la salvan, pasan estrés y miedo, y cuando vayan a las siguientes ya no las podrán proteger por la falta de agua y el cansancio».
En esos casos, se hace es un triaje, como en sanidad. «Tenemos muchas viviendas, un volumen de agua y un número de personas, y se defienden aquellas casas que tienen condiciones. Sacamos a la población, dejamos que pase el incendio y volvemos a entrar lo más rápido posible para intentar apagar las llamas», precisa. Las viviendas tardan en quemarse, a veces hasta una hora, no arden como el pasto, por lo que probabilidad de que se destruyan por completo es baja.
En ocasiones, los bomberos se ven obligados a hacer una especie de paripé, sacando las mangueras y mojando la zona, hasta que los vecinos se convencen de que eso no funciona y que deben evacuar porque en caso contrario se van a quemar. «Ahí es cuando se dan cuenta de que no se puede, que la situación es demasiado peligrosa», concluye Grillo.
Las olas de calor amenazan el disfrute del campo en el verano
La población española debe empezar a ser consciente de que las olas de calor cada vez más intensas por el cambio climático no solo van generar grandes siniestros por la despoblación en el mundo rural, sino que también impedirán salir al campo muchos días por las prohibiciones durante las alertas por altas temperaturas y riesgo de incendio forestal. «Eso ya está ocurriendo», contesta el analista Federico Grillo a la pregunta de si se corre el riesgo de que estas olas de calor acaben restringiendo el disfrute de los montes durante los meses de verano. El 2022, recuerda, fue un año muy malo en España por los efectos del calentamiento global y se aprobó el Real Decreto de medidas urgentes en materia de incendios forestales, que entre otras medidas establece limitaciones de acceso al monte en caso de olas de calor.
«Aquí en Gran Canaria le hemos dado muchas vueltas a esa normativa para dejar el riesgo muy circunscrito a la realidad y es por cotas sobre el nivel del mar, pues teniendo en cuenta que durante el día el mar de nubes sube y bajan, intentamos clavarlo lo máximo posible», explica el jefe de Emergencias del Cabildo. Hasta el pasado martes, en que estuvo vigente la alerta máxima por incendio en Gran Canaria, se limitaron las actividades por encima de los 400 metros, como el tránsito por senderos y pistas forestales o el uso de las áreas recreativas y las acampadas, además de las ya consabidas prohibiciones de hacer fuegos o utilizar maquinarias que sueltan chispas, así como la práctica de la caza. Actualmente está declarada la situación de alerta, que en la vertiente norte de la Isla eleva la cota a los 600 metros.
«Hemos procurado fomentar la protección de los alrededores de las zonas urbanas rurales y necesitamos que los municipios inviertan en trabajos de selvicultura y mejora de sus zonas boscosas, eliminando lo que arde y creando corredores en un kilómetro alrededor de los pueblos para que la gente salga a caminar o a pasear el perro. Por un lado limitamos y por otro fomentamos esos corredores seguros para que la gente salga a disfrutar de un paseo», detalla.
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