Francisco Javier García Ron, de 79 años, y Mónica Berros, de 52, son vecinos de Oviedo y se encuentran desde hace una semana veraneando en Bueu en compañía de su perra guía, de raza labrador, «Quela». El miércoles se desplazaron a Moaña para acudir al mercadillo y debido al intenso calor y que él se encuentra convalenciente de una operación de corazón, buscaron una terraza en donde poder beber algo. Mónica asegura que todas las sillas estaban ocupadas y en el último sitio, y en donde se generó la fatal experiencia, estando también la terraza llena, decidieron entrar al local y sentarse en una mesa.
Ante la sorpresa de ellos, una de las empleadas les dijo que no podían entrar con el perro, pese a que «Quela» lleva arnés fosforito y es guía. «De muy malas formas, nos invitó a irnos y Francisco, que padece del corazón, empezó a ponerse muy nervioso. Delante del resto de clientes nos hablaban como si hiciéramos un simpa o fuéramos a robar». En ese momento relata que otro chico detrás de la barra les mandó a tomar por…en gallego y Mónica reconoce que también perdió las formas y le respondió de la misma manera: «Pero poco más que nos echó de muy malas maneras y con pocas formas porque las cosas se hablan».
El perro guía del asturiano invidente. / FDV
Mónica les explicó que por ley, la perra no tiene por qué salir de un local, pero la empleada insistía en que el animal no entraba y entonces decidieron marcharse pero llamando a la Policía Local, que en ese momento estaba atendiendo un accidente. Asegura que cuando la empleada escuchó que iban a llamar a la Policía les siguió por fuera del local y le cogió a ella por el codo, «todo esto con la terraza llena de gente. Me vi vulnerada, me vi muy mal, dando a entender como si hiciérmos un simpa o robar algo y por ahí no paso». Mientras esperaban a la Policía, a la sombra, porque además hacía mucho calor, pasó un vehículo de Protección Civil y la responsable les atendió y agilizó las gestiones. Cuando llegó la patrulla, la persona del local le trasladó que no se había fijado en el arnés ni sabía la ley: «Esto no se puede hacer, ya no sólo por nosotros sino por todos los compañeros que están en la situación. Nos sentimos violados, ultrajados…», señala Mónica hablando también en nombre de su pareja.

Fernando acaricia a su perro guía mientras toma algo en una terraza de Moaña junto a una compañera, también invidente, que reside en la localidad. / Pedro Mina
La empleada publicó en redes sociales sus disculpas, que desconocía las leyes y que los invitaba a volver al local, pero Mónica considera que es un «lavado de imagen» y que necesitan que se les pida perdón. Insiste en que no quieren ningún resarcimiento económico salvo que esto no vuelva a ocurrir porque «fue bochornoso». Asegura que «Quela», excepto en un quirófano, puede entrar en todos los establecimientos: «Hemos entrado hasta en la iglesia, sin problema en supermercados… No es sólo un animal de compañía, es que la perra son los ojos de Francisco, es su vida«.
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