El actor Michael Douglas en su mansión de s’Estaca en una imagen de archivo. / Miquel Massuti
¿Por qué veranean en Mallorca los norteamericanos Steven Spielberg, Jeff Bezos, Bruce Springsteen, Mark Zuckerberg, Michelle Obama (sin Barack), Barack Obama (sin Michelle), Jennifer Aniston, Oprah Winfrey, Michael Jordan, Matthew McConaughey o Magic Johnson, en una relación abreviada?
Respuesta: Porque Mallorca ha sido colonizada por Michael Douglas, el gran atractor.
Una pregunta conduce a otra. ¿Por qué disfruta de largas estancias en las montañas de Mallorca Michael Douglas, desde hace cuarenta años?
Respuesta: Porque la montañosa Deià fue elegida por Robert Graves para decir adiós a todo eso, lo cual no le impidió ser importunado por Ava Gardner o que Bob Dylan insistiera en pedirle cita para que tradujera sus canciones al castellano.
Los interrogantes se encadenan sin freno. ¿Por que Robert Graves se decidió por la isla donde le dejaban en paz?
Respuesta brutal: Porque era barata, «me aseguraron que podría vivir allí por una cuarta parte que en Inglaterra y no tenía mosquitos», pero también disponemos de una versión poética. La primera persona que le recomendó Mallorca fue la escritora norteamericana Gertrude Stein (la destinataria de la famosa frase de Picasso: «No te pareces a mi retrato, pero te parecerás»).
Graves a Stein: «¿Qué tal Mallorca para vivir?»
Stein a Graves: «Mallorca es el paraíso, si puedes soportarlo«.
Volviendo al principio, que es el final, Michael Douglas coloniza Mallorca en cuanto inventor más que descubridor de su variante contemporánea para norteamericanos ricos. Empieza alojado en el hotel La Residencia del billonario Richard Branson de Virgin, que llegó a Mallorca por Kevin Ayers, el cual orbitaba a Graves y ya conocen ustedes el camino de vuelta. Sin embargo, el actor con Oscar por su interpretación del tiburón Gordon Gekko en ‘Wall Street’ pasó de turista frecuente a propietario, al comprar s’Estaca y reencarnarse obsesivamente en el Archiduque Luis Salvador, primo de la emperatriz Sissi.
Pruebas, pruebas, así que le pregunté a Michael Douglas:
-Quizá la magia de este lugar donde nos encontramos abona el comportamiento lunático porque, ¿de verdad cree usted que es la reencarnación del Archiduque Luis Salvador?
-He buscado el borrico del Archiduque. Siguiendo los senderos y las construcciones que levantó en lugares escarpados de la montaña, imagino el trabajo inverosímil de los albañiles que lo construyeron, y seguro que comentaban entre ellos que «este tío está como una cabra».
Douglas llega a Mallorca con su primera esposa Diandra Luker.
Douglas se separa de su primera esposa, Diandra Luker, y se reparten su finca mallorquina seis meses al año, con cambio de guardia el primero de junio
Douglas promociona Mallorca en el mundo entero, cobrando del Govern de Jaume Matas.
Douglas se reconcilia en Mallorca con su padre Kirk Douglas, «que fue un solitario y un independiente».
Douglas se convierte en un mito en Mallorca, también en lo sexual, por lo que me obligó a preguntarle:
-Una leyenda local muy difundida cuenta que usted se disponía a acostarse aquí en s’Estaca, y que se encontraba en su dormitorio a una dama mallorquina de la alta sociedad, que se le ofrecía tras haberse deslizado entre las sábanas al final de la fiesta multitudinaria de rigor.
-¿De verdad? Seguro que se trataba del fantasma de la amante del Archiduque. Y ahora ya comprendo por qué nadie viene hasta aquí a visitarme. Voy a confesarle algo. Eso ocurrió en otro lugar, pero no aquí, cuando yo era muy joven.
Sigamos, Douglas le declara su amor a Catherine Zeta-Jones en Mallorca, en la piscina de su mansión. Lo recuerdo bien porque ocurrió al día siguiente de que me sintiera empujado a preguntarle a la actriz:
-Spielberg, Sean Connery, Douglas, ¿siempre en busca de un ‘Pigmalión’?
-Hace tiempo dejé mi casa inglesa para mudarme a Hollywood y unirme a las cien mil mujeres bellas, con talento y mis mismas aspiraciones. Era un pececillo pero me financié yo misma. Existe la percepción de que debo mi triunfo a que Spielberg me descubrió, a haber rodado con Connery o a que Michael sea mi mejor amigo. En realidad, ocurrió al revés.
Si subsisten las dudas sobre el colonizador de Mallorca, vamos con la escena final. Michael Douglas y Jack Nicholson reposan en sendas tumbonas de la piscina de s’Estaca. Sus voces inigualables rebotan contra la montaña en un espectáculo sonoro a la altura de La Scala. Los periodistas montamos guardia en el exterior de la mansión. Cameron Douglas, hijo del actor, se dirige a nosotros en una motocicleta y nos ordena:
-No podéis estar aquí, esto es de mi padre.
-Estamos fuera de la casa, esto no es de tu padre.
–Toda la isla es de mi padre.
Amén.