Sin gastar todo lo que gano

Manuel tiene 29 años y una vida aparentemente estable. Tiene trabajo, ingresos regulares y una rutina que muchos podrían considerar suficiente para dar el paso de la emancipación. Sin embargo, su realidad es muy diferente. «Mi sueldo no me da para alquilar o comprar una casa sin gastar todo lo que gano. Irse a vivir solo ahora mismo es imposible», confiesa. Un testimonio que refleja el bloqueo de miles de jóvenes que ven cómo el sueño de tener su propio espacio se desvanece entre facturas, hipotecas imposibles y alquileres por las nubes.

La situación no es excepcional ni aislada. Según la periodista Victoria Ballesteros, el precio del alquiler en España «ya supera los 1.000 euros al mes, lo que supone más de un 90% del sueldo medio de los jóvenes». A este escenario se suma un obstáculo todavía mayor: para acceder a la compra de una vivienda hacen falta «cuatro años íntegros de salario solo para la entrada». Con esta barrera, incluso quienes tienen empleo no pueden avanzar.

EDUARDO PARRA / EUROPA PRESS

Imagen de archivo de un piso en alquilerEDUARDO PARRA / EUROPA PRESS

Jóvenes trabajadores pero pobres

La voz de Manuel es la de una generación entera atrapada entre el coste de la vida y unos salarios que no acompañan. La vicepresidenta del Consejo de la Juventud de España, Sara Villodre, advierte de un dato demoledor: «Casi uno de cada cinco jóvenes que trabajan en España siguen siendo pobres porque el acceso a la vivienda es inasumible».

El problema va más allá de conseguir un contrato laboral. Como recuerda Ballesteros, los sueldos no evolucionan al ritmo del mercado inmobiliario, lo que convierte la independencia en una quimera. Esta tensión está dejando huella en la salud mental de los jóvenes, un asunto que ya ha sido abordado en COPE, donde se alerta de que el alquiler llega a consumir la mitad del salario de muchos españoles.

La opción de la España rural

El ahogo de los precios en las grandes ciudades ha empujado a mirar hacia otro horizonte. «Casi un 20% de los jóvenes piensan en hacer las maletas e irse a un pueblo, la mitad a teletrabajar y la otra mitad dispuesta a cambiar de empleo», detalla Ballesteros. La España rural aparece así como una alternativa, aunque no siempre sencilla.

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