Los recuerdos nacidos en València arderán con el fuego del templo del Burning Man

En ‘Las despedidas’, el escritor Jacobo Bergareche sitúa el amor más trascendental de su vida en un festival del desierto de Nevada. Es el Burning Man, el encuentro artístico más aspiracional del siglo XXI por su singularidad y autenticidad, por situarse en un lugar tan remoto como ‘la playa’ de Black Rock, en Nevada, y por ser capaz de construir una ciudad efímera con 70.000 habitantes. Todos ellos movidos por la expresión artística, la creatividad y un fuego que lo borrará todo siete días después. En el ágora central de esa urbe levantada en mitad de un gigantesco páramo, el arquitecto valenciano Miguel Arraiz está ya montando ‘El templo’, el epicentro del festival y lugar sagrado para los asistentes, donde depositan cada año sus recuerdos a seres queridos que ya no están, sus lamentos, deseos o propósitos. Como en la novela de Bergareche, la experiencia del Burning Man es inolvidable para cualquiera que pone un pie en Nevada.



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