La drástica decisión que ha tomado Brasil para el Mundial de 2026 ante la avalancha de quejas de la afición

La afición de Brasil respira con alivio. Samir Xaud, presidente de la CBF, anunció martes la suspensión de la producción de la ínfame camiseta roja prevista para el Mundial de 2026 tras una ola de críticas que tomó por sorpresa a directivos.

En Brasil, los últimos meses circularon fuertes rumores de una equipación de color escarlata. Desde inicios de año, estas informaciones alimentaron un debate social que se convirtió en asunto político en un país fuertemente polarizado.

Según dijo a Sportv, en una reunión con Nike, el dirigente federativo explicó que había «solicitado el cese de la producción» de ese modelo para evitar más tensiones.

Samir Xaud añadió que «estaba totalmente en contra del rojo, pero no por motivos políticos, seamos claros» y subrayó la intención de despejar todo tipo de dudas.

El rojo, vinculado al Partido de los Trabajadores del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, encendió las alarmas entre sectores conservadores que temían una utilización simbólica del uniforme.

Por su parte, los defensores de la tradición recordaron que los colores oficiales son «azul, amarillo, verde y blanco son los colores de nuestra bandera, y son los colores que debemos conservar».

El proyecto, que incluía el logo de Air Jordan en vez del clásico swoosh de la marca norteamericana, habría nacido durante la gestión de Ednaldo Rodrigues, cesado del cargo de presidente por orden judicial.

Brasil vistió de rojo hace más de cien años


Brasil vistió de rojo hace más de cien años

La idea era lanzar la segunda equipación —además de la principal, con el tradicional color amarillo— para el Mundial de 2026 en México, Canadá y Estados Unidos, una decisión que ahora definitivamente ha quedado descartada.

La bomba explotó con la filtración de Footy Headlines, que dio la exclusiva de la apuesta por el color rojo y provocó la reacción de medios como Globo, que confirmó la información filtrada.

El revuelo llevó a políticos a intervenir: el diputado Zé Trovão presentó un proyecto que obligaría a usar los colores de la bandera en representaciones oficiales.

Incluso el senador Flávio Bolsonaro y seguidores del expresidente Jair Bolsonaro condenaron la posibilidad, mientras se multiplicaban opiniones en redes y tertulias públicas.

Figuras del periodismo deportivo, como Galvão Bueno, sostuvieron que vestir de rojo a la Seleção sería «un crimen». «¿Qué tiene eso que ver con la historia? Es una ofensa descomunal a la historia del fútbol brasileño. Estoy muy molesto».

Algunos defensores del nuevo color esgrimieron razones históricas y botánicas, recordando al Pau Brasil, pero la polémica mostró debates sobre identidad, mercadotecnia y normas estatutarias.

El lema de la derecha, «a nossa bandeira jamais será vermelha», y la exclamación de un diputado —»¡Ni nuestra bandera, ni nuestros uniformes, ni un carajo de nuestro país será rojo!»— evidenciaron la tensión social.

El nuevo presidente ha querido cortar de raíz la polémica y con su anuncio zanja un debate nacional que amenaza con dinamitar el entorno de la selección que dirige Carlo Ancelotti.

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