El análisis genético de los fósiles sigue siendo una preocupación actual. Un grupo de arqueólogos españoles ha descubierto, en la cueva Gran Dolina, en Burgos, una vértebra perteneciente a un niño de entre dos y cuatro años que presenta evidentes marcas de corte y que data de unos 850.000 años atrás. Para varios especialistas, se trataría de una evidencia directa vinculada al Homo antecessor, una de las especies humanas más antiguas identificadas en Europa.
“El pequeño fue tratado como cualquier otra presa de caza”, afirma en declaraciones a National Geographic la investigadora Palmira Saladié, arqueóloga del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES-CERCA) y codirectora de las excavaciones.
Sin embargo, este hueso podría estar relacionado con el canibalismo. Aunque aclara que la decapitación no siempre conlleva consumo de carne, en este caso considera “muy probable” que sí se diera. El hallazgo apareció junto a los restos de otros nueve individuos en una capa de sedimentos que también muestra señales de cortes y fracturas, interpretadas como intentos de acceder a la médula ósea. La cueva, excavada de manera continua desde la década de 1960, ya ha proporcionado abundantes pruebas relacionadas con actos de canibalismo en la prehistoria, consolidándose como un sitio clave para estudiar al Homo antecessor, que habitó la región hace entre 900.000 y 800.000 años.
¿Un caso de canibalismo real?
Sin embargo, no todos los expertos aceptan esta lectura de los hechos. Para Michael Pante, paleoantropólogo de la Universidad Estatal de Colorado, “el canibalismo es sumamente raro” y una decapitación podría responder a otros motivos, como rituales funerarios. En su opinión, la idea de que los antiguos pobladores de Atapuerca recurrieran a devorar a otros humanos como estrategia de supervivencia aún carece de fundamentos sólidos. Otros especialistas, como James Cole, arqueólogo de la Universidad de Brighton y estudioso del canibalismo en la prehistoria, consideran el hallazgo como una pieza más dentro de un patrón ya reconocido. “Las primeras pruebas en Atapuerca se registraron hace casi tres décadas. Este nuevo descubrimiento puede que no sea inesperado, pero resulta fascinante y confirma que el yacimiento sigue teniendo mucho por revelar”, subraya.
Cabe recordar que los ejemplos de presunto canibalismo no se limitan a la península ibérica. En distintos yacimientos de Inglaterra, Alemania, Francia e incluso Kenia, tanto restos de neandertales como de Homo sapiens exhiben marcas semejantes. No obstante, en algunos casos lo que inicialmente se interpretó como consumo humano ha terminado explicándose como prácticas de reentierro o manipulación simbólica de cadáveres. En este sentido, los restos de Gran Dolina vuelven a colocar sobre la mesa un debate tan antiguo como complejo. La presencia de cortes en huesos infantiles no solo desafía nuestra visión de la evolución, sino que abre la puerta a reflexionar sobre las distintas formas de interacción social y cultural de nuestros antepasados.
Sea cual sea la conclusión definitiva, la vértebra infantil descubierta en Atapuerca constituye un nuevo elemento en la enigmática y, en ocasiones, perturbadora historia de la humanidad primitiva. Como ocurre con muchos episodios del pasado remoto, la clave para comprenderlo plenamente podría seguir oculta bajo la tierra, esperando a ser encontrada.