Las poblaciones de aves en las regiones tropicales han experimentado una dramática disminución estimada entre el 25% y el 38% desde 1980, un declive directamente atribuible a la intensificación de los episodios de calor extremo causados por el cambio climático antropogénico.
Este drástico porcentaje de reducción se ha establecido en comparación con un escenario hipotético sin calentamiento global, según revela un nuevo estudio publicado en la revista ‘Nature Ecology and Evolution’.
La investigación, desarrollada por un equipo internacional del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK), la Universidad de Queensland y el Centro de Supercomputación de Barcelona (BSC), cuantifica por primera vez de manera fehaciente el impacto específico del cambio climático en la abundancia global de aves, superando inconvenientes metodológicos previos.
El estudio combina de manera innovadora extensos conjuntos de datos procedentes de observaciones sobre poblaciones de aves con avanzados modelos climáticos. Este método permitió aislar el efecto del cambio climático de otras presiones humanas, como la deforestación o la contaminación.
Una disminución asombrosa
Los resultados confirman la influencia dominante y creciente de los extremos de calor, en comparación con los cambios en las temperaturas medias o los patrones de precipitación. La exposición interanual a estos episodios de calor intenso se ha incrementado drásticamente, reduciendo con mayor fuerza las tasas de crecimiento anual de las poblaciones de aves, especialmente en las latitudes tropicales bajas.
Guacamayo rojo (Ara chloropterus). / Pixabay
«Es una disminución asombrosa», comentó Maximilian Kotz, autor principal del estudio, investigador invitado del PIK y científico del BSC. Kotz explica las razones fisiológicas detrás de esta vulnerabilidad: «Las aves son particularmente sensibles a la deshidratación y al estrés térmico. El calor extremo provoca un exceso de mortalidad, reduce la fertilidad, modifica los comportamientos reproductivos y reduce la supervivencia de las crías».
De tres días de calor extremo a treinta
Los datos son elocuentes: actualmente, las aves tropicales están expuestas a condiciones de calor extremo durante un promedio de treinta días al año, una cifra que contrasta marcadamente con los apenas tres días anuales registrados hace cuatro décadas.
Esta acumulación de estrés térmico ha tenido consecuencias devastadoras a lo largo del tiempo. El estudio calcula que la intensificación histórica de los extremos de calor, desde 1950 hasta 2020, ha causado una reducción acumulada del 25% al 38% en el nivel de abundancia de las aves tropicales. En algunos casos concretos, ciertas especies han visto disminuir sus poblaciones en más de la mitad.

Tángara multicolor (Chlorochrysa nitidissima). / Pixabay
«El aumento de las temperaturas está empujando a las especies fuera de los rangos a los que se han adaptado naturalmente, y en un período muy corto», añade Kotz, a la vez que subraya la rapidez y la magnitud del cambio.
Observaciones desconcertantes
Uno de los hallazgos más significativos y novedosos de la investigación radica en la comparación del impacto relativo del cambio climático frente a otras amenazas humanas directas. El análisis concluye que, en las regiones tropicales de bajas latitudes, la intensificación de los extremos de calor ya representa una presión mayor para la disminución de las poblaciones de aves que la deforestación y la destrucción directa del hábitat.
Este resultado aporta una explicación potencial a observaciones recientes y desconcertantes realizadas en selvas tropicales aparentemente prístinas, como las del Amazonas y Panamá, donde se registraron fuertes descensos en las poblaciones de aves sin una causa obvia de perturbación humana local.
Casos críticos
«En cuanto a la conservación, este trabajo nos indica que, además de las áreas protegidas y de frenar la deforestación, necesitamos urgentemente buscar estrategias para las especies más vulnerables a los extremos de calor a fin de maximizar su potencial de adaptación», apunta Tatsuya Amano, coautor del estudio e investigador de la Universidad de Queensland.

Loros arcoiris (Trichoglossus haematodus). / Pixabay
Amano destaca que estas estrategias podrían incluir, en casos críticos, «trabajos de conservación ‘ex situ’; es decir, trabajar con algunas poblaciones en otros lugares», aunque insiste en la prioridad de las acciones ‘in situ’ y la mitigación climática.
Si bien los impactos más severos se concentran en los trópicos, el estudio detectó pérdidas de abundancia en prácticamente todas las regiones analizadas a nivel global.
En las zonas subtropicales, sin embargo, la investigación encontró que las presiones antropogénicas directas, como la transformación del hábitat, continúan siendo el principal motor de declive, superando aún los efectos del cambio climático. «En última instancia, nuestras emisiones son el núcleo de este problema. Necesitamos reducirlas lo antes posible», concluye Kotz.