Carlos Alcaraz, 22 años y nº 2 mundial, es un fijo en las finales. Séptimo torneo consecutivo en el que llega al último día. Tomará un camino u otro, con independencia de lo que suceda durante las jornadas, halla el método para disparar al título.
Campeón en Montecarlo, Roma, Roland Garros y Queen’s, finalista en el Godó y Wimbledon. Un periplo precedido por el trofeo que levantó en Rotterdam. Va a por su sexto trofeo de esta campaña, en la que ha ganado 53 de 59 encuentros, sumando a su favor los últimos dieciseís disputados en la categoría Masters 1000.
Sólo hay un rival a su alta, el italiano Jannik Sinner. Se tomaron unas vacaciones largas, volvieron al Masters 1000 ATP de Cincinnati para mantener su hegemonía. El lunes, a las 9 de la noche, disputarán su decimocuarto Clásico, con 8-5 para el español, que domina por 2-1 en lo que va de campaña y 5-2 en cancha dura.
Cita cumbre justo antes del US Open, con incidencia para saber si Alcaraz llega a Nueva York con opciones de ser número uno mundial o no. Necesita para ello destronar en Cincinnati a Sinner, invicto en 26 choques en pista dura, aunque su último verdugo fue, cómo no, el murciano, en octubre de 2024, en la final de Pekín.
Alcaraz tuvo que manejar una accidentada semifinal con el alemán Alexander Zverev, 28 años y nº 3 mundial, para clasificarse, por 6-4 y 6-3 en una hora y 45 minutos entre juego e incidencias varias.
La más acusada y evidente, la agonía en la que entró Zverev comenzando el segundo set. Como ya la sucediera la noche anterior contra Ben Shelton. Se temía incluso que no pudiera llegar a tiempo para la semifinal. Lo hizo y no se retiró, pese a que deambuló como un zombie