Una de las frases icónicas de la elección de León XIV, que atraviesa ahora la simbólica fecha de los 100 días como Papa, fue aquella en la que el propio Robert Prevost, en la misa celebrada en la Capilla Sixtina el 9 de mayo, se definió a sí mismo como un «fiel administrador» de la Iglesia católica, venido a dar estabilidad y unión a la institución. Algo que, al menos de momento, sí se ha cumplido.
Desde sus primeros días, el nuevo pontífice, un estadounidense naturalizado peruano, ha usado vestimentas tradicionalistas, roto con costumbres adoptadas por Francisco e incluso utilizado reiteradamente el latín en sus misas, lo que ha anticipado una mayor calma también en la inquieta minoría ultraconservadora. Pero, a la vez, Prevost también ha defendido el camino de la ‘sinodalidad’ para una Iglesia más democrática, tan querido por su predecesor argentino. Asimismo, ha hecho nombramientos de mujeres en puestos de la jerarquía vaticana —como el de la religiosa Tiziana Merletti como nueva secretaria del Dicasterio para la Vida Consagrada—, en una clara continuación del proceso progresista iniciado por el difunto Francisco.
No ha sido este el único punto en común con el fallecido jefe de la Iglesia católica. Arrinconado por la geopolítica, especialmente por la catástrofe humanitaria provocada por Israel en Gaza, Prevost también ha adoptado una postura más cercana que distante a la de su antecesor. Con mayor énfasis tras el bombardeo por parte de Tel Aviv, en julio, de la única parroquia católica de la Franja, León XIV no ha escatimado esfuerzos en alzar la voz. Redobló así sus mensajes responsabilizando directamente a las fuerzas israelís de las miles de muertes en la zona, mientras medios de comunicación de la propia Santa Sede ponían en duda las versiones ofrecidas por el Estado hebreo y hablaban del hambre como «arma de guerra», achacando también al radicalismo israelí los ataques de colonos contra poblados de mayoría cristiana en Cisjordania.
Parecidos y disímiles
En una postura similar, aunque sobre otro tema, también abrió con buen pie la relación con China —muy cultivada por Francisco— al dar el visto bueno a un nombramiento conjunto de un nuevo obispo para ese país. De igual manera, León XIV insistió en ofrecer al Vaticano como posible sede de una negociación entre Rusia y Ucrania para poner fin a la guerra que, desde hace más de tres años, martiriza al segundo país. En ese marco, volvió también a criticar la carrera armamentística actualmente en curso.
Sin percances, el primer Papa agustino de la historia también se ha enfrentado a sus primeras pruebas en eventos masivos, como el Jubileo de los Jóvenes, que congregó en Roma a miles de fieles venidos de todas partes del mundo. Un evento que se celebró casi en paralelo a otro sobre ‘influencers’ católicos, que generó cierto malestar entre sectores más tradicionalistas, aunque sin demasiada repercusión.
La respuesta tal vez resida en que, en lo moral, León XIV ha estado enviando en estos meses mensajes que han apaciguado a la ruidosa minoría ultraconservadora. En junio, defendió el matrimonio tradicional entre hombre y mujer, y criticó «la libertad de quitar la vida», en una velada referencia al aborto. También saludó a sacerdotes y fieles tradicionalistas de la ciudad francesa de Chartres. Aunque siempre hablando con los obispos franceses —y ante la euforia de los ultratradicionalistas, es decir, sin dar esperanza alguna a quienes desean el levantamiento de las restricciones para las misas en latín—, pidió que no se evoque «simplemente la nostalgia» del pasado. Eso sí, decidió trasladarse al mes siguiente al castillo de Castel Gandolfo, un lujoso edificio al que Francisco no quería ir, para pasar allí sus vacaciones de verano.
Una síntesis
Gestos que también fueron criticados desde sectores más progresistas, y que otros opuestos a estos aprovecharon en el intento de presentar a León XIV como un pontífice anti-Francisco. En lo social, sin embargo, el nuevo Papa ha mostrado señales —aunque quizás más tibias que cuando era cardenal— de crítica a políticas de rechazo hacia los migrantes. En «un mundo oscurecido por guerras e injusticias, incluso allí donde todo parece perdido, los migrantes y refugiados se erigen como mensajeros de esperanza«, dijo en un mensaje publicado el 25 de julio, al denunciar asimismo «la tendencia generalizada de velar exclusivamente por los intereses de comunidades circunscritas«.
León XIV ha cumplido así con una visión de su pontificado que, en sus primeros días, el cardenal chileno Fernando Chomalí, arzobispo de Santiago de Chile, resumía así: «León, en lo pastoral, seguirá la senda del papa Francisco, y en lo intelectual, a Benedicto XVI: una gran síntesis para los tiempos que corren».
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