Ante las preguntas de sus abuelas, Aziz Uras ha intentado negarlo todo. Ha asegurado que no había sido él quien escribió la queja y que, si llevaba su firma, debía de tratarse de una falsificación.
Incluso ha insinuado que podía haber sido obra de otra persona. Pero la presión ha podido más que las excusas, y finalmente ha confesado: sí, la había escrito él. Lo hizo en un momento de rabia y se la entregó a su padre, aunque después la tiró.
La reacción de Gülçiçek ha sido demoledora. Decepcionada y enfadada, le ha soltado un frío “de tal palo, tal astilla” antes de escupirle a los pies.
Nevra, por su parte, tampoco ha disimulado su frustración. En cuestión de minutos, Aziz ha pasado de ser el nieto que les daba fuerzas a convertirse en una decepción.