Trump recibe a Putin en Alaska con gestos de cordialidad al estilo de dos viejos amigos

El dictador ruso Vladímir Putin bajó este viernes del avión oficial en la base aérea conjunta Elmendorf-Richardson, en Anchorage, con una sonrisa de oreja a oreja. Allí lo esperaba Donald Trump, con la mano tendida.

Pasearon por una alfombra roja entre formaciones militares y aplausos. Rodeados de cazas F-22 y un bombardero B-2. Un despliegue a la altura de la dimensión simbólica que quiere darle la Casa Blanca.

El veterano corresponsal David E. Sanger, de The New York Times, describió la escena como una «calurosa» bienvenida. Como un regalo de Trump a Putin. Como «el escenario que Putin había buscado» sin tener que dejar de bombardear Ucrania para obtenerlo.

Los periodistas preguntaron y los mandatarios callaron. Los dos montaron en el mismo coche y fueron dirigidos al lugar reservado para la reunión. Junto a Trump se sentaron el secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional, Marco Rubio, y el enviado especial Steve Witkoff. Putin se hizo acompañar por el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, y su asesor Yuri Ushakov.

Los rusos pretenden que la reunión dure seis o siete horas. Quieren que Ucrania sea un tema secundario y ponerle opciones de negocio a los norteamericanos para que también lo sea para ellos. De momento ya tienen una fotografía cargada de simbolismo.

Obama hablaba de Rusia como una potencia regional. Trump lo trata de igual a igual.

Mientras tanto, en la capital de Ucrania, el presidente Volodímir Zelenski difundió un vídeo con los últimos bombardeos rusos. Entre ellos, contra un mercado en Sumi. «La guerra continúa», sostiene, «y no hay señales de que Moscú esté dispuesta a detenerla. En el mismo día de negociaciones siguen matando, y eso lo dice todo».

El gran ausente de la cumbre —Putin y Trump discuten sobre el futuro de Ucrania sin Ucrania— recalcó su disposición a trabajar «de la forma más productiva posible» en busca de un alto el fuego. Eso sí, necesita «una posición fuerte de Estados Unidos» para respaldar sus exigencias.

El miércoles, Zelenski y varios líderes europeos ya trasladaron a Trump que no habría negociación posible sin tregua y sin los ucranianos sentados a la mesa. El canciller alemán, entre otros, reconoció que Estados Unidos estaba alineado con el planteamiento de sus aliados. Pero un diplomático europeo, a condición de anonimato, revela a The Washington Post que «la llamada fue tranquilizadora»: «Pero estoy muy preocupado por esta noche».

Al menos Putin y Trump no estarán solos. Algo que en la primera etapa fue muy criticado. Daba ventaja al Kremlin para imponer su versión de los hechos.

Acabe como acabe, los rusos ya no se anotan una victoria. Putin no visitaba Estados Unidos desde 2007, salvo por una escala en Naciones Unidas. Ahora busca romper su aislamiento y ampliar la agenda más allá de Ucrania, con asuntos de control de armas y seguridad. Ha llevado además a varios empresarios, pese a que Trump insistió en que la cumbre giraría sobre la guerra.

«Quieren hacer negocios», dijo el presidente norteamericano. «Pero no lo harán hasta que resolvamos lo más grave antes».

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