La cita tendrá lugar, nada más y nada menos, que en una instalación militar estadounidense que jugó un papel fundamental a la hora de contener a la Unión Soviética durante la Guerra Fría del siglo XX, vigilando la actividad militar en la superpotencia vecina. Que en la actualidad alberga componentes fundamentales del poderío aéreo estadounidense, como los cazas furtivos F-22 Raptor, que, hoy por hoy, Washington ni siquiera permite exportar a países aliados. Los presidentes Donald Trump y Vladímir Putin se reunirán este viernes en la remota y secreta base aérea Elmendorf-Richardson, en las afueras de la localidad de Anchorage, la más populosa ciudad de Alaska, para explorar la posibilidad de iniciar un proceso de paz en Ucrania, y con el temor, verbalizado por los aliados europeos y el propio país eslavo, de que Washington acabe realizando concesiones a la parte rusa que comprometan tanto la seguridad en el continente como la capacidad de Kiev de defenderse ante el invasor ruso.
«Todo el mundo está poniendo mucho énfasis en este encuentro; hay dos posibilidades, una positiva, que se convierta en el inicio de un proceso de paz, o que no suceda nada en absoluto y las cosas sigan como siempre», valora para EL PERIÓDICO Charles Hecker, experto en Rusia y autor del libro ‘Suma Cero: el arco de los negocios internacionales en Rusia’ (C Hurst & Co Publishers Ltd). La ausencia de Europa y de la propia Ucrania llevan a Hecker a pensar que «nada habrá cambiado» el sábado, cuando ambos presidentes hayan regresado a Washington y a Moscú, que no se decretará ningún alto el fuego y que lo máximo a lo que se puede aspirar es a una «continuación» del proceso.
En el esprint previo antes de la trascendental cita, tanto el presidente Volodímir Zelenski como los aliados europeos han enfatizado que, durante el encuentro, no puede evocarse la posibilidad de cesiones territoriales y que la prioridad debe centrarse en conseguir un alto el fuego de la parte rusa. Trump se ha comprometido a ello, pero no todo el mundo confía en la palabra de un dirigente que ha dado pruebas de gran volatilidad decisoria y verbal. «Me gustaría equivocarme, pero no veo a Trump erigiéndose en el defensor de los ucranianos» frente a la invasión rusa, asegura Craig Unger, autor superventas de libros sobre la relación entre ambos mandatarios, como ‘La casa de Trump, la casa de Putin’ (Transworld Ltd).
Elevar el tono
Durante los últimos días, el magnate neoyorquino ha elevado el tono de sus amenazas, advirtiendo a Putin que si no accede a detener a guerra, caerá sobre Rusia una pléyade de sanciones. Rusia afrontará «consecuencias muy graves» si su presidente «no detiene la guerra», declaró Trump el pasado miércoles. Martin Latz, experto en negociaciones y autor del libro ‘El pacto real de Trump: una mirada esclarecedora a la forma en que hace negocios’ (Brisance Books LLC) da por descontado que semejantes advertencias van a caer directamente en saco roto. «No van a tener ningún impacto; Putin no cree en lo que dice Trump, considera que son amenazas falsas», sostiene. Este analista recuerda que Putin, al que describe como un «negociador inteligente» sabe «perfectamente lo que está haciendo», llevando a cabo una estrategia combinada de presión militar y avances sobre el terreno y a la vez manteniendo abiertas las conversaciones, mientras que el objetivo de Trump se limita a «lograr un acuerdo», independientemente de su contenido. «Para Trump», la cumbre de Alaska va a ser «un momento duro y desafiante», augura Latz.
Precisamente, sobre el terreno, las tropas rusas están intensificando sus ofensivas militares en la región de Donbás con el aparente objetivo de hacerse con la mayor porción de territorio posible antes de un eventual alto el fuego. En algunos casos. estas han llegado incluso a abrir una estrecha brecha en la línea de frente al noroeste de la ciudad de Pokrovsk, mediante el concurso de «grupos de reconocimiento y sabotaje«, informa en uno de sus últimos partes de guerra el Instituto para los Estudios sobre la Guerra (ISW), la institución más citada por prensa y observadores respecto al desarrollo de hostilidades. Las ventajas tácticas que se puedan obtener de dicho avance por el bando ruso, según la misma fuente, están por demostrarse. «Las fuerzas rusas deben ser capaces de desplegar refuerzos y explotar esta penetración táctica; van a afrontar obstáculos para ello», concluye.
Rusia emite señales de que quiere ir más allá y no limitar el contenido de la cumbre de Alaska a hablar de la guerra. Aspira a que las discusiones en aborden las futuras perspectivas de cooperación económica y negocios conjuntos, y facilitar así el acercamiento entre Rusia y EEUU, dirigido en estos momentos, no por un político, sino por un hombre de negocios como Trump. La presencia, entre la delegación rusa, de Kirill Dmitriev, director del Fondo para Inversiones Directas de Rusia «demuestra que, para la parte rusa, la cumbre también va a tener una dimensión financiera y de negocios«, apunta el analista Hecker.
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