Que el ser humano se está divorciando de la naturaleza, de la cual forma parte y depende, es una evidencia. De este modo, se agravan los problemas ecológicos y las personas se alejan de su entorno, que cada vez desconocen más. Ahora, un estudio científico, ha profundizado en este preocupante fenómeno y le ha puesto fechas y datos.
En concreto, en los últimos 220 años la conexión entre las personas y la naturaleza ha disminuido en más de un 60%, según la conclusión de un estudio dirigido por Miles Richardson, profesor de Conectividad con la Naturaleza en la Universidad de Derby (Reino Unido).
Cuando las personas se sienten desconectadas del mundo natural, es menos probable que lo entiendan y, por tanto, lo protejan
La pérdida de contacto con la naturaleza es identificado cada vez más como un factor que contribuye a la crisis ambiental que afronta el planeta hoy en día. Y es que, cuando las personas se sienten desconectadas del mundo natural, es menos probable que lo entiendan y, por tanto, lo protejan.
Extraños al mundo natural
Para llegar a esta conclusión, Richardson y sus colegas desarrollaron un novedoso modelo informático utilizando datos históricos sobre el crecimiento urbano. Este modelo les ayudó a comprender cómo la urbanización, la interacción con la naturaleza, las creencias y los hábitos transmitidos de padres a hijos han ido moldeando, históricamente, nuestra conexión con la naturaleza a lo largo del tiempo.
La urbanización y los hábitos de vida nos alejan de la naturaleza / Agencias
Sin embargo, desde que se inició el siglo XIX, esa conexión ha ido perdiéndose. «La transmisión intergeneracional se convirtió en el factor dominante del declive histórico entre 1800 y 2020”, afirma Richardson, quien analiza el proceso de “extinción de la experiencia” que ha ido provocando este divorcio entre las personas y el entorno natural del que forman parte.
La investigación, publicada en la revista Earth, también constata la disminución del uso habitual de palabras relacionadas con la naturaleza, como «río», «flor» o «musgo» (entre otras muchas), durante los últimos dos siglos. Es decir, el propio lenguaje que usamos refleja una creciente desconexión con el mundo natural.
Declive continuo
El estudio sugiere que nuestro vínculo con la naturaleza seguirá debilitándose. El modelo predice una «extinción de la experiencia», en la que las generaciones futuras perderán su conexión con el entorno natural, debido a la progresiva urbanización y a que los padres no inculcan ya el apego a la naturaleza. Ni siquiera la creación de nuevos espacios verdes o las campañas para animar a la gente a pasar más tiempo al aire libre revertirán esta tendencia, augura el estudio.

El contacto con el entorno natural se reduce cada vez más / Agencias
Richardson también cuantifica la magnitud de las intervenciones que serían necesarias para cambiar esta tendencia. Por ejemplo, las ciudades tendrían que ser diez veces más verdes de lo que son hoy para revertir el declive de la conexión con la naturaleza.
Según la investigación, una de las maneras más eficaces de mejorar nuestra relación con el entorno natural consiste en fomentar la concienciación y la participación de las familias y los niños pequeños, por ejemplo, a través de viveros forestales, huertos urbanos o actividades similares. Se trata de programas prácticos de aprendizaje al aire libre basados en la naturaleza.
El declive no es irreversible
Pero el panorama que presenta el estudio también ofrece cierta esperanza. El modelo informático usado por los investigadores también predice una recuperación autosostenida después del año 2050 si se llevan a cabo actuaciones significativas y ambiciosas.
Hay otras buenas noticias. Si bien el equipo descubrió que el uso de palabras relacionadas con la naturaleza en los libros disminuyó un 60,6% entre 1800 y 2020, alcanzando su punto más bajo en 1990, el porcentaje actual es considerablemente mejor, con un 52,4%.