Hay lugares donde la vida se abre camino a pesar de todo. Espacios que nacieron entre fuego y sal, y que, contra todo pronóstico, se convirtieron en refugios para miles de especies. Las islas volcánicas son laboratorios vivos en medio del mar.
El biólogo botánico y divulgador Guillermo Sicilia-Pasos (@gui_hierbajo) lo tiene claro: “Igual es por ser isleño, pero el estudio sobre la biodiversidad insular me parece uno de los campos de investigación más fascinantes que hay”. Y no lo dice por romanticismo, sino porque crecer en Tenerife y especializarse en Biología y Biodiversidad Terrestre y Conservación en Islas le ha permitido observar de cerca fenómenos que en el continente no ocurren.
La vida en un laboratorio vivo
“Las islas sirven como un escenario perfecto para estudiar múltiples procesos biogeográficos, evolutivos, biológicos o ecológicos, que son muy diferentes a los que ocurren en el continente”, explica Sicilia-Pasos. Su aislamiento geográfico y su origen volcánico hacen que solo algunas especies logren llegar, asentarse y sobrevivir.
Cuando estas tierras surgieron, eran lava incandescente. “Toda especie nativa presente en una isla tuvo que llegar, asentarse y sobrevivir”, recuerda el biólogo. En el caso de las plantas, esto implicó transformaciones asombrosas, desde hierbas que en el continente eran pequeñas se convirtieron en arbustos leñosos; otras alargaron su época de floración o perdieron defensas frente a herbívoros grandes que nunca llegaron.
Canarias, un archipiélago irrepetible
Las Islas Canarias son uno de los archipiélagos más diversos y estudiados del mundo. Cuentan con más de 1.300 plantas nativas, de las cuales unas 600 son endémicas, exclusivas de estas tierras. “Esto convierte a Canarias en un auténtico laboratorio natural donde plantas como los tajinastes o los vejeques han generado muchísimas especies nuevas en muy poco tiempo, en un proceso evolutivo conocido como radiación adaptativa”, apunta Sicilia-Pasos.
Este fenómeno ocurre cuando una especie original, al adaptarse a diferentes entornos dentro de las islas, da lugar a múltiples especies nuevas en un tiempo relativamente corto. Así han surgido joyas botánicas como las del género Aeonium, Echium, Lotus, Argyranthemum o Cheirolophus, cada una con variaciones adaptadas a su isla y su hábitat específico.
Violeta del Teide / CanariWiki
Historias de viaje y adaptación
El origen de estas especies está ligado a viajes improbables. Esporas, semillas y frutos llegaron desde África o Europa transportados por el viento, aves migratorias o flotando sobre el mar. Algunas apenas han cambiado, pero otras, al quedar aisladas, desarrollaron características únicas que hoy son patrimonio genético de las islas.
Es este aislamiento el que convierte a los archipiélagos volcánicos en lugares de estudio privilegiados. Para un botánico, cada planta endémica cuenta una historia de resistencia y adaptación, una crónica evolutiva escrita hoja a hoja.
La otra cara: la fragilidad
Pero esta riqueza no está a salvo. “La vida en las islas volcánicas es increíble, pero también muy frágil”, advierte Sicilia-Pasos. Actividades como el turismo masivo, la destrucción de hábitats o la introducción de especies invasoras pueden generar un gran impacto en muy poco tiempo.
En Canarias, el avance urbanístico y la llegada de especies foráneas han puesto en riesgo hábitats completos. Plantas que evolucionaron sin depredadores naturales se ven ahora amenazadas por animales introducidos o por la pérdida de su entorno original.
Proteger para conservar el laboratorio
Ser conscientes de esta fragilidad es clave. No se trata solo de admirar la belleza de un tajinaste en flor o de fotografiar un cardón junto al mar, sino de comprender que son el resultado de millones de años de adaptación.
Para Sicilia-Pasos, conocer la biodiversidad insular es el primer paso para protegerla. “Canarias es un ejemplo de muchos de estos increíbles fenómenos, pero también un ejemplo, en numerosas ocasiones, de cómo no ha de tratarse esta rica y única biodiversidad”, subraya.
Cada tajinaste que florece, cada vejeque que se aferra a un risco, es parte de un patrimonio natural que no existe en ningún otro lugar del planeta. En ese sentido, las islas no son solo paisajes turísticos: son bibliotecas vivas de evolución, donde cada especie es un libro irrepetible.