Toda película sueña con acabar convertida en un clásico que la gente verá y sobre el que discutirá durante décadas. Sin embargo, la mayoría de las que ven la luz se desvanecen de la memoria inmediatamente después de hacerlo, en especial aquellas que fracasan en taquilla. Pero, de vez en cuando, uno de esos fiascos comerciales experimenta un resurgir en forma de obra de culto, cobrando una vida completamente nueva que sus creadores de ningún modo previeron. Ese precisamente es el caso de ‘The Rocky Horror Picture Show’, probablemente la película de culto definitiva o, al menos, la que de forma más perfecta ha encarnado ese concepto desde poco después de que se estrenara hace exactamente 50 años; también es, de largo, la que más tiempo ha permanecido en cartel en toda la historia: en Nueva York, donde empezó a hacer historia, se ha proyectado desde 1976 hasta hoy de forma ininterrumpida -o casi, por culpa de la pandemia-, y lo sigue haciendo el primer y el tercer sábado de cada mes para regocijo de espectadores ataviados con corsés y medias de rejilla rasgadas que cantan y bailan a su son como si asistieran a una misa perversa.
El origen de la película está en la obra musical creada por Richard O’Brien en 1973 a modo de parodia del cine de ciencia-ficción y terror gótico de serie B, y también inspirándose tanto en el glam-rock como en sus propias luchas con su identidad sexual. La obra obtuvo un éxito rotundo allí donde se representó, por lo que no hubo dudas acerca de la conveniencia de adaptarla al cine. Estrenada originalmente el 14 de agosto de 1975 en Londres y un mes después en Los Ángeles, ‘The Rocky Horror Picture Show’ no logró sin embargo captar la atención del público, por lo que la productora Twentieth Century Fox asumió el fracaso y la retiró rápidamente de circulación. Todo cambió cuando, considerando el inesperado éxito del que por entonces gozaban las sesiones golfas de títulos como ‘Pink Flamingos’ (1972) y ‘Reefer Madness’ (1936), un ejecutivo de la compañía convenció a sus jefes de que ‘The Rocky Horror Picture Show’ debía reestrenarse de forma similar. A partir de abril de 1976, proyectada semanalmente a medianoche, se convirtió rápidamente en objeto de febril veneración.
Dirigida por Jim Sharman, cuenta la historia de una pareja recién prometida, Brad y Janet –Barry Botswick y Susan Sarandon-, cuyo coche se avería en medio de una noche lluviosa. Buscando ayuda, se refugian en un misterioso castillo que el doctor Frank-N-Furter -vestido con tacones de plataforma, tirantes y poco más- habita junto a una extraña colección de sirvientes e invitados; allí son desnudados nada más llegar y pasan el resto de la película en ropa interior. A lo largo de la noche, se enfrentan a numerosas transgresiones sexuales y sociales a las que deben adaptarse, hasta que finalmente huyen del castillo apenas con vida. Cuenta la leyenda que en una de sus primeras proyecciones en Nueva York, durante la escena en la que Janet sostiene un periódico sobre la cabeza para protegerse de la lluvia, alguien gritó a la pantalla: «¡Cómprate un paraguas, tacaña de mierda!», y que fue entonces cuando la forma en que los fans interactuaban con la película cambió para siempre.
Bailando en los pasillos
A partir de entonces, en cada proyección, el público esperaba el momento perfecto para gritar ocurrencias y comentarios divertidos con la esperanza de obtener las carcajadasde los demás espectadores. Pronto, los fans empezaron a llevar al cine atrezo que exhibir duranrte ciertas escenas, y a lanzar a la pantalla arroz, papel higiénico o perritos calientes. Muchos asistentes bailaban en los pasillos, y algunos incluso se acercaban a la pantalla disfrazados del personaje que en aquel momento aparecía proyectado sobre ellos y hacían ‘playback’ como si fueran los propios actores. Llegado el momento, las proyecciones de medianoche se extendieron por todo el país, y luego hacia diferentes lugares del mundo.
Barry Bostwick y Susan Sarandon, en ‘The Rocky Horror Picture Show’ / Bcn
¿Qué tiene ‘The Rocky Horror Picture Show’ que la llevó a alcanzar un éxito tan increíble? Después de todo, está lejos de parecerse a lo que solemos considerar un logro artístico. Su guion es absurdo, su narración carece de sentido y sus valores de producción son deliberadamente baratos. ¿Cómo se convirtió en un fenómeno cultural? Sin duda, una de sus grandes bazas es la icónica interpretación de Tim Curry en la piel del libertino alienígena reconvertido en científico loco, Frank-N-Furter, una mezcla entre Iván el Terrible, Freddie Mercury y Cruella de Vil.
Un espacio de autoafirmación
Sin embargo, si la película se ganó un lugar privilegiado en la cultura pop es sobre todo porque sus proyecciones de medianoche empezaron en un tiempo y un lugar en los que los inadaptados y los raros eran aceptados y, sobre todo, en el que los derechos de las personas homosexuales empezaban a tener voz. Especialmente para quienes pertenecían al colectivo LGBTI, aquellas reuniones proprcionaban un espacio donde podían ser ellos mismos, y celebrar una historia que hablaba de despertar y liberación sexuales, fluidez de género y pansexualismo; en su laboratorio, Frank-N-Furter -cuyo nombre alude a un tipo de salchicha y, por tanto, funciona como símbolo fálico- crea a Rocky, el amante masculino perfecto, en un tanque de cristal tintado con los colores del arcoíris a modo de referencia clara a la bandera usada por la comunidad ‘queer’ desde principios de los 70.
Parte de la mítica relacionada con ‘The Rocky Horror Picture Show’, es cierto, no ha envejecido precisamente bien. Aunque aún se sigue haciendo, lo de gritar «¡puta!» cada vez que Janet aparece en pantalla ya no está bien visto, y la letra de una de las canciones más icónicas de su banda sonora, ‘Sweet Transvestite’ -«solo soy un dulce travesti de Transexual, Transilvania»- es considerada ofensiva en algunos sectores de la comunidad trans. Asimismo, a lo largo de la película Frank comete violaciones y actos de canibalismo, y hay quien considera que, vistas hoy, sus acciones refuerzan estereotipos dañinos según los que los homosexuales son depredadores sexuales. En cualquier caso, merece seguir siendo considerada como una de las películas que de forma más decidida han traspasado los límites de lo aceptable en el cine, y que han luchado contra restricciones y actitudes retrógradas e intolerantes. Y eso basta para que hoy, medio siglo después, sea casi igual de relevante que el primer día.
Suscríbete para seguir leyendo