Santiago apóstol del PP, por Pilar Garcés

Aunque era de chiste la famosa pregunta de Gila al teléfono de campaña: «¿Está el enemigo? Que se ponga», las peores cabezas del mundo se empeñan en contestarla. Donald Trump ha puesto en la diana a los sin techo, un colectivo que difícilmente dará una réplica a la altura del presidente de los Estados Unidos. No piensa procurar un hogar a los pobres que «afean» los parques y las calles de Washington, sino quitarlos de en medio desplegando al ejército y mandarlos quién sabe a dónde. A El Salvador, o a un kibutz de Israel, o a cualquier país que no disponga de un campo de golf en condiciones. Y quien diga que no los quiere se llevará un arancel. A Jumilla mejor que no los empaquete, que tiene sus propios enemigos. La alcaldesa popular de este pueblo murciano ha organizado el culebrón del verano con su decisión de prohibir de facto que los vecinos musulmanes celebren sus ceremonias religiosas colectivas en instalaciones municipales, como hacen desde hace años en ese lugar y en toda España. Qué necesidad. Y es que no sabe una qué ración de pepino xenófobo ponerle al gazpacho derechista para contentar a Vox sin que se desborde el vaso de la batidora. Ahí está la edil, famosa por un día, metiéndose en un jardín del que no quiere sacarla su partido. Si es lista pedirá un informe técnico que le diga lo que conviene, que mejor reformular el pastiche alegal, reculará y dejará a los próceres de Génova que sienten cátedra a la vuelta de vacaciones sobre cuál es el Dios verdadero. El único en cuyo nombre se puede cerrar al tráfico una calle o a los usuarios un polideportivo. De momento se han limitado a tirar balones fuera, a quién se le ocurre montar un incendio con este calor.

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