Victoria Adelina

Debería inventarse una palabra que nombre el temor a ver las noticias. Y otra para la culpa inducida, esa que hace que nos sintamos mal por seguir con nuestra vida mientras hay niños que mueren de hambre en Gaza o civiles asesinados en Ucrania (o en Sudán, Cachemira, Camboya, Sahel y tantos rincones donde, como escribió David Grossman, el mal se encarna en alguien con un rostro y un nombre muy concretos). Qué podemos hacer los demás salvo observar, horrorizarnos y dejarnos invadir por la culpa. Poco. Pero algo sí. El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince lo ha contado en su último libro, titulado Ahora y en la hora.

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