En la tercera de la feria de La Albahaca de Huesca todo el mundo hablaba de ese torero imberbe, menudito, casi un infantico, que por la mañana había protagonizado en mismo ruedo un encuentro con un muy numeroso grupo de niños y adolescentes. La prolija exhibición práctica embelesó a la concurrencia de tal modo que seguro que alguno de sus clientes lo fueron también por la tarde.
El mismo desparpajo de la matinal se replicó horas después pero ya vestido de ceremonia, cubierto en oro el punto y la seda grana. Está claro que a pesar de sus 17 años está capacitado para flotar en este jaleo sin demasiado esfuerzo; es novedad para los públicos pero todavía no arrastra partidarios ni ha tenido tiempo para sumar detractores…
En su primer turno brindó a Joselito Adame, del que se afirma que hoy se despide de los ruedos. El tiempo dirá. Anótese el gesto del principiante ante el veterano, representativo y valioso: hay respeto.
Luego vino la batalla –a lo que estamos, tuerta- y Pérez se adueñó de los terrenos de sol donde ejecutó toda clase de suertes y recursos. Lo más destacable, la toma de posesión de los terrenos y el abundante abasto que le valió una oreja tras un aviso.
Faenas de semestres
Todo es tan extenso hoy en el toreo que las faenas duran semestres. Y así fue su otra , iniciada ganándole el terreno al toro con el capote, con un quite de birlibirloque y que encauzó la faena en el propósito de acortar distancias de modo que terminó entre los pitones. A pesar de que la espada asomó por costado hubo oreja que, además, -tiene tela- valía la puerta grande. Y todo así.
Mientras, Alejandro Talavante (al quien en tiempos, cuando su finura de formas y profundidad de las cosas llamábamos, distinguiéndolo, ‘El Tala’) estuvo más pegapasista que nunca. Ayuno de ese golpe de inspiración que te levantaba del asiento, convertido hoy en torero orejero, feriante, vulgarizado. Su toreo en esta etapa ha evolucionado hacia la cantidad, tanto que ya cotiza al peso. Y sí, paseó dos orejas de un primer animal de increíble duración, humillando hasta la extenuación y mostrando ese fondo de casta que caracteriza al hierro de El Torero.
En el cuarto sin embargo, manosearon tanto al menguado torillo que el animalito se vino a menos propiciando una faena de escaso o nulo recuerdo a pesar de que nació en el mismo platillo de la plaza. No se entendieron.
El tercer hombre era Emilio de Justo, uno de los pocos toreros de la actualidad que no miente a los toros. Frecuenta el cite de frente, da ventaja al animal y ayer tuvo que pelearse con el efecto del viento muy notorio en uno y en una faena larguísima de nuevo para justificar su sitio en la feria de su apoderado. El toro no fue de los chungos pero tampoco decía tanto. Y la insistencia tuvo premio de menor relevancia.
La ficha
Tercera de feria. Toros de El Torero, noblones. Alejandro Talavante, dos orejas y silencio; Emilio de Justo, palmas tras aviso y oreja tras aviso; Marco Pérez, oreja tras petición y oreja tras aviso. Dos horas y media. Casi lleno.