Angelina Ortega Reyes toma el sol en una silla anfibia, a la vez que se refresca con el agua de un cubo que tiene entre sus piernas. Sabe que cada media hora los socorristas vienen a por ella y la meten en el mar, «y para mí ese momento es maravilloso porque me permite disfrutar del baño como todo el mundo», asegura encantada la mujer.
La aparición de este tipo de elementos en las playas de Gran Canaria, dentro del servicio de socorrismo que se presta durante los meses de verano, han facilitado el acceso al fresco del agua del mar a personas con diferentes discapacidades o movilidad reducida, permitiéndoles disfrutar del baño como cualquier otra persona, además de promover la inclusión en las playas a un colectivo que de otra manera no podrían disfrutar del mar de esta manera, lo que mejora no solo su calidad de vida sino también su autoestima.
Ortega está encantada de hacer uso de la silla anfibia en la playa teldense de Melenara. Sus primeras experiencias con ella fue sobre el año 2007 en Arinaga, con una fisioterapeuta suya que fue quien la enseñó a nadar. Posteriormente, siguió disfrutando de la experiencia por Playa del Inglés y en la playa del Burrero, en Ingenio, «que a mí me encanta el agua de esa playa, pero la entrada no es tan cómoda porque hay mucha piedra, y allí fue cuando le recomendaron que fuera a Melenara. Después de ese consejo se ha abonado a este servicio de la playa teldense, y está «encantada».
Angelina Ortega afirma que en Melenara no es necesario solicitar este servicio previamente, y explica el procedimiento cada vez que va a hacer uso de la silla anfibia adaptada. El único requisito es que ondee la bandera verde.
El deseado remojón
El servicio de Salvamento y Socorrismo abre a las 10.30 horas. «Yo llego un poco más tarde con mi silla de ruedas. La dejo allí y el personal me pasa a la anfibia, aunque casi siempre lo hago yo porque aún me gusta hacer las cosas por mí misma», asegura. Posteriormente, la llevan a disfrutar del primer remojón del día, acompañado por bromas y conversaciones en el agua del mar fresquita. Tras el baño la dejan en el lugar de la arena que ella elija para que tome un poco el sol, y a la media hora, aproximadamente, otro remojón. Todo eso en el caso en el que no haya más personas que demanden ese día el servicio.
El único requisito que se tiene en cuenta para hacer uso de este servicio es que ondee la bandera verde
Cuando da por finalizada su estancia en la playa, la suben y con una ducha de agua dulce le quita el salitre, se seca, se cambia y para su casita en Carrizal, después de disfrutar de la marea. «Esto es necesario en todas las playas y en todos los sitios», señala Angelina, quien añade que «todo el mundo tiene la palabra accesibilidad en la boca y no vale con hacer una rampa por la que no pueda subir una silla de ruedas. No saben leer la ley». Ortega sentencia que el acceso a darse un baño en el agua del mar «se convierte para las personas como yo en un derecho que nos permite disfrutar de la playa como cualquier otra persona». También tiene palabras de agradecimiento a los profesionales del servicio de Salvamento y Socorrismo, «porque son muy amables y se portan muy bien. A veces no es solo meterte en el agua, sino que hablen contigo o te lleven hasta la escultura del Neptuno si se lo pides».
Tamara y Jose son dos de los técnicos que atienden ese día el servicio en la playa de Melenara. Él cuenta ya con 15 años de profesión y ella con siete. Para ambos socorristas la silla anfibia y otros elementos de accesibilidad en las playas «son un servicio fundamental, sobre todo para que esas personas que no pueden bañarse por sí mismas y tener a su disposición de manera gratuita este servicio es importante». También aseguran que todas las playas deberían contar con este tipo de accesorios, «además vivimos del turismo y que vengas a las islas y te encuentres este tipo de servicio demuestra el compromiso real que tenemos por la accesibilidad y la inclusión». Sobre los usuarios que hace uso de este tipo de servicios, ambos profesionales señalan que «también tienen derecho, como el resto de personas, a tener su día de verano en la playa, con sus familias, amistades, solos o como quieran. Ahí está la inclusión».
La parte de su trabajo que más les gusta es esa felicidad que les portan a sus vidas, ese regocijo de que se sientan seguros en el mar y bien acompañados. «Para nosotros es una gran satisfacción y muy emotivo que puedan entrar en el agua y que disfruten de ese baño como lo hacían antes, en muchas ocasiones. Eso no tiene precio». Ambos tienen en la memoria momentos emotivos con diferentes personas de esa experiencia que comparten.
Aparcamientos alejados
Pero no se puede avanzar en el mar y retroceder en la tierra. Angelina, Tamara y Jose comparten la crítica de que en la playa de Melenara los aparcamientos para personas con movilidad reducida antes estaban más cerca y los han ido alejando de la propia playa. Además, hay varios tramos en aceras y asfalto que suponen un impedimento para que las sillas de ruedas avancen sin problema. Algunos aparcamientos estaban al lado derecho del paseo, bastante cerca. Ese mismo lugar lo ocupan ahora contenedores y se han quedado sin plazas de parquin que les permitían acceder a la arena de forma directa y rápida.
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