“Quería empezar con un consejo que me dieron hace poco y que tengo muy presente últimamente, que es que con el tamaño que tiene ya Glovo, tendría que dejar un poco de ser emprendedor, para empezar a ser un poco más empresario”. Oscar Pierre hace una pausa y explica, a continuación, que el evento con el que celebra los primeros diez años de vida de Glovo y que motiva su discurso va un poco en esta línea: constatar –y celebrar– que la ‘startup’ de entrega a domicilio se ha hecho mayor. Con sus ‘pros’ (2.000 millones de euros de facturación, 3.000 empleados, 30 millones de usuarios al año, casi un 54% de cuota de mercado…) y sus ‘contras’. Uno de ellos, cierta fuga de profesionales a medida que trabajar allí se ha ido alejando de las dinámicas propias de una ‘startup’.
Se refieren, según el relato de algunos extrabajadores de oficina, a que ya no predomina esa sensación de transgresión y adrenalina, una percepción que empezaron a tener cuando el gigante alemán Delivery Hero compró la plataforma (y, consecuentemente, esta pasó a formar parte de una compañía que cotizaba en bolsa) y que se ha acentuado al anunciar que claudicaban e implantaban el modelo de repartidores contratados.
“A pesar del componente multinacional, se mantiene el espíritu de hacer las cosas rápido, nunca se deja de hacer nada porque sea algo que va en contra del canon establecido”, defienden desde la ‘startup’, que, de hecho, afirma que empezar a comportarse como una empresa convencional, no quiere decir perder ese espíritu. Sin embargo, lo cierto es que en estos últimos años, han sido varios los nombres de relativa importancia que han dejado la empresa.
El primero en hacerlo fue Bartek Kunowski, que cerró a finales de 2023 una etapa de 8 años en Glovo (fue el empleado número 10, subraya en su perfil de Linkedin), convertido en máximo responsable de producto. Algunos meses más tarde, el director general de Glovo en España, Xavier Virgili, quien llevaba en la compañía desde 2020, saltó a Factorial, otro ‘unicornio’ del ecosistema tecnológico catalán. A principios de este año, también ha puesto fin a casi una década en la compañía su directora jurídica, Marita Rancé Giménez-Salinas. Y este 30 de junio lo hicieron Dani Alonso (director de producto, más de 6 años en Glovo) y Edu Ros (director financiero, 8 años en la empresa).
Estos dos profesionales formaban parte de una especie de consejo de administración compuesto de diez sillas: la del consejero delegado, la del máximo responsable de relaciones institucionales y las de quienes se ocupan de la internacionalización, las operaciones, el marketing, los recursos humanos, la estrategia y, la más reciente, el ‘quick commerce’ [el negocio de entregar cualquier cosa a domicilio], además de las de estos dos directores de producto y finanzas.
Fichajes
La plataforma ha resuelto el vacío nombrando a Carles Rosàs (máximo responsable de operaciones) como director financiero –vicepresidente de finanzas, en la jerga que emplea Glovo– y asumiendo Oscar Pierre las funciones propias de un jefe de producto, hasta que encuentren a alguien. En paralelo, han fichado a Connie Kwok, ex Bain&Company y Amazon, para que pilote la estrategia de ‘quick commerce’, una de las nuevas obsesiones de esta empresa: ir más allá de la entrega de comida a domicilio y poder acabar entregando casi cualquier cosa.
“El cambio de modelo ha dejado a la gente abatida”, reflexiona una fuente cercana a la empresa, en relación con que, tras años de estiras y aflojas con el Gobierno (especialmente con la ministra Yolanda Díaz) tratando de hallar el modo de seguir operando con repartidores autónomos pese a que la ‘Ley rider’ obligara a lo contrario, hayan cedido y hayan empezado a funcionar con profesionales asalariados.
Glovo, por su parte, no quiere hacer todavía balances de sus primeros pasos como empresa con los repartidores asalariados (y no autónomos). Se emplazan a septiembre para hacerlo, cuando esperan que el panorama esté algo más estabilizado. De entrada, sin embargo, la música no suena del todo bien tampoco fuera de las oficinas: los ‘riders’ han denunciado problemas de organización interna, con cambios de turnos constantes, y un régimen disciplinario estricto, con sanciones indiscriminadas, según alegan, por faltas que los repartidores dicen no haber cometido.
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