Bahar ha vivido un día muy complicado. Todo ha empezado en el hospital, cuando ha descubierto que su propio hijo, Uras, ha presentado una denuncia contra ella. La noticia se ha escuchado delante de todos, y la humillación ha sido demasiado grande para soportarla. Uras ha intentado seguirla para explicarse, pero Bahar no ha querido escuchar una sola palabra y ha salido de allí sin mirar atrás.
Ha conducido sin rumbo, temblando, intentando calmarse, pero su coche se ha averiado en medio de la nada. Para colmo, su móvil se ha apagado y ha quedado incomunicada.
Tras pedir ayuda a un pastor, este le ha indicado el camino hasta una pequeña pensión. Allí, la mujer que la ha recibido le ha mostrado la habitación con una amabilidad desbordante: luces, jacuzzi, cafetera, manta extra… cada detalle pensado para que se sintiera cómoda. Bahar, agotada, ha rechazado una y otra vez cualquier atención. No quería comer, solo un poco de paz.
Pero las palabras de la mujer, llenas de cariño, han derribado la barrera que Bahar intentaba mantener. Sin poder contenerse más, se ha acercado a ella y la ha abrazado con fuerza, rompiendo a llorar en sus brazos.
Por primera vez en todo el día, Bahar ha encontrado un lugar donde, aunque fuera por un instante, ha podido dejar de luchar.