su bandera se parece a la del País Vasco

En la costa oeste de La Palma, entre plataneras que parecen tocar el mar y un puerto que respira historia, existe un rincón que un día se atrevió a desafiar a España. No fue una revolución armada, ni una declaración de guerra, sino un acto simbólico que aún hoy, más de un siglo después, sigue latiendo en la memoria popular: Tazacorte proclamó su independencia durante tres días en 1911.

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Aquella gesta fugaz, envuelta en orgullo y rebeldía, nació del hartazgo hacia Los Llanos de Aridane, municipio del que dependía administrativamente. Los vecinos, conocidos como bagañetes, estaban cansados de la indiferencia institucional y del caciquismo que les negaba servicios básicos, desde certificados hasta el registro de nacimientos. Así, bajo un cielo de primavera, decidieron escribir su propio capítulo en la historia canaria.

Lo que ocurrió en Tazacorte no fue tan único como parece. España ha vivido otros episodios de independencia local, como el pueblo gallego que se proclamó libre durante cinco días o el municipio vasco que declaró su adhesión a la República Vasca. Pero lo de Tazacorte tuvo un sabor diferente: el de un puerto agrícola y progresista que quería ser dueño de su destino.

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Tres días que marcaron un siglo

En diciembre de 1910, los vecinos enviaron al Gobierno una petición oficial para obtener el título de ciudad. Tres meses después, la Gaceta de Madrid —lo que hoy sería el BOE— publicó el Real Decreto firmado por Alfonso XIII. El telegrama con la noticia llegó de madrugada, y en cuestión de horas las calles se llenaron de música, cohetes, banderas y vítores: “¡Viva Tazacorte libre e independiente de España!”.

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