Miedo en Génova por el auge de Vox, acrecentado por la cruzada contra los musulmanes

Hace tan sólo una década, Santiago Abascal, megáfono en mano, lanzaba a las calles el discurso de Vox subido a un cajón como si de un vendedor ambulante se tratara. Diez años después, el líder de Vox ha conseguido catapultar a su formación hasta la tercera posición en intención de voto, comiéndole poco a poco el terreno al Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, quien observa por el retrovisor ―sin saber muy bien que hacer― cómo la ultraderecha podría alcanzar la meta de 2027 justo por delante.

Ahora, el escenario ya no es un cajón y su público no son meros transeúntes de paso. Abascal ha conseguido fortalecer las bases de su electorado mirando hacia el interior de Europa y copiando el discurso populista que triunfa: la lucha contra la inmigración. Con su llegada a las instituciones, los de Abascal comenzaron un estudio de mercado en el que han probado durante años qué era lo que más podía encender la mecha de la crispación en la ciudadanía. La inmigración ha sido sin duda el factor estrella para que el discurso de los ultranacionalistas calase en todos los estratos de la sociedad.

El constante viraje de Vox hacia posturas cada vez más radicales es un movimiento que ha sido profundamente estudiado. Con cada discurso, la formación de Abascal ha tratado de ver hasta donde podía llegar y, lejos de encontrar el abismo al fin del mundo, el partido se ha topado con América, ha descubierto que, cuanto más radical es el discurso, más parece contentar a aquellos que se sienten abandonados por el sistema.

Con su discurso sobre la inmigración, Vox ha conseguido apelar a los obreros, sosteniendo que España sufre una “invasión” en la que millones de inmigrantes arrebataran a los nacionales de sus puestos de trabajo. Pero no sólo lo han conseguido apelando a la perdida de empleo, sino a un aumento de la delincuencia y la inseguridad que, mirando los datos, se puede revelar como una retórica completamente fáctica. Con estos conceptos como “invasión” o “pérdida de seguridad”, Vox ha construido todo un movimiento electoral basado en ideas de la derecha más radical. Es más, han hecho de la “remigración” su palabra clave, un concepto que, hace tan solo unos meses, la Falange junto a colectivos neonazis coreaba por las calles de Madrid. 

Preocupación máxima en Génova

Toda esta construcción de un discurso racista y xenófobo que parece llamar la atención de tantos españoles ha hecho saltar todas las alarmas en Génova. Desde hace tiempo, el PP trata de buscar su hueco en todo este asunto, cuidando sus movimientos para no trasvasar aún más votantes a Vox.

El rechazo a la inmigración, en especial la proveniente de países musulmanes, ha lanzado al partido de Alberto Núñez Feijóo a una carrera por endurecer el discurso en la que parece no terminar de adaptarse. Hace algunes meses, el presidente valenciano, Carlos Mazón, acordaba los presupuestos autonómicos rindiendo pleitesía a las exigencias de Vox en materia migratoria. Las cacerías racistas y xenófobas de Torre Pacheco a comienzos de este verano hicieron que los cimientos de Génova se tambaleasen tras el silencio inicial y la tibia condena posterior.

La formación parecía creer que una condena expresa a los ataques supondría otra fuga masiva de votantes hacia posiciones más radicales. Entonces, ha llegado el último caso de temor a un adelanto de la ultraderecha: la prohibición de las fiestas musulmanas en Jumilla por un alcalde del PP ante las exigencias de Vox.

Lo del PP ya no queda tan solo en pleitesía, sino que deja claro que la formación de Feijóo trata de comprar el discurso de Vox para tratar de alejarse en las encuestas y recuperar parte de sus tránsfugas. En los pasillos de Génova se nota la preocupación y el nerviosismo por un posible e hipotético escenario en el que su puesto se rebaje al tercero y la ultraderecha de Abascal les pase por encima, según precisa una fuente popular en conversaciones con este periódico. Mientras, el paso del tiempo no deja ver una mejoría en las bases del electorado.

«Euforia» en Vox

En paralelo, fuentes cercanas a la cúpula de Vox afirman en declaraciones a ElPlural.com que viven “un sentimiento de euforia” porque esta situación pueda hacerse realidad y añaden que “el trasvase de votantes es imparable”. Sin quedarse en este punto, también auguran que, en el escenario acuciante de unas elecciones generales, podría darse el caso de que la batalla del bipartidismo ya no se dé entre el PP y el PSOE, sino que, según apuntan analistas, se daría «entre Vox y PSOE». 

2027 parece más lejano de lo que realmente está y el PP debe maniobrar rápido y decidir si quiere mantenerse como un partido de derecha tradicionalista o lanzarse a las aguas de la nueva ultraderecha radicalizando su discurso con el fin de inclinar la balanza a su favor. La carrera hacia la Moncloa es una realidad y las últimas encuestas apuntan a que un Gobierno con mayoría de PP y Vox es posible, lo que ahora debe hacer Feijóo es estudiar cómo mantener a Abascal a la cola o prepararse para acabar de vicepresidente.

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