Adiós a una leyenda. El baloncesto canario está de luto tras conocer ayer la triste noticia del fallecimiento a los 72 años de edad de Pedro Hernández Cabrera, el primer árbitro isleño en alcanzar el grado de internacional en 1974 y que tuvo el honor de pitar en una cita tan relevante como los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984.
Hernández, nacido en la isla de La Palma, desarrolló una carrera meteórica en la que se convirtió en el colegiado más joven en arbitrar un partido de máxima categoría cuando solo tenía 21 años en el curso 1971-72, manteniéndose en la élite nacional durante 13 campañas de forma consecutiva.
Sin embargo, sus hazañas no se encuadran solo en una lista de logros, entre los que se encuentran, entre otros, la Medalla al Mérito Deportivo concedida por el Consejo Superior de Deportes en 1999, sino que su figura trascendió con el paso del tiempo. Su estilo propio y su capacidad de aprendizaje le sitúan como un árbitro adelantado a su época, aspecto que ha sido vital para conformar una manera de arbitrar de la que han bebido muchos colegiados, tanto canarios como del resto de la geografía española, posteriores a su figura.
Precisamente, así es como lo recuerda uno de sus pupilos más aventajados, el también ex árbitro Miguelo Betancor, quien compartió numerosos viajes, partidos y vivencias con el palmero. «Pedro Hernández era un poco antisistema; él creía que el arbitraje no se podía quedar estancado y que tenía que evolucionar. Por eso, investigaba e indagaba más allá del reglamento, una cuestión por la que creo que estaba adelantado a su tiempo», señala el grancanario.
Otro colegiado que pudo aprender de Hernández, aunque ya su etapa lejos del mundo profesional, fue el lanzaroteño Miguel Ángel Pérez Niz. Míchel -como se le conoce el mundo de la canasta-, dejó de arbitrar 2017 y explica que una de las virtudes del añorado árbitro tenían que ver con su preparación. «Pedro fue un pionero porque su preparación personal le permitió llegar a la élite muy precoz. Entendió que un colegiado tenía que formarse físicamente, técnicamente y debía conocer el juego. Además, también comprendió la importancia de la psicología en esta profesión. Hoy día es habitual que un colegiado domine esos registros, pero en la época de Pedro no era común», comenta el ex ACB.
Por su parte, un árbitro que continúa activo como el grancanario Francisco Araña destaca que una de las habilidades de Hernández que más llamaban su atención era su movilidad sobre el parqué. «Pedro poseía una gran movilidad y en su época no era lo habitual. Aun así, él hacía todo lo posible para buscar el espacio entre los jugadores con el objetivo de tomar la mejor decisión», remarca el único colegiado isleño que milita la élite del basket español actualmente.
Saber enseñar a los demás
Otro de los aspectos por los que más se alaba la trayectoria de Pedro Hernández Cabrera es su talento a la hora de transmitir sus conocimientos. En ese sentido, Betancor rememora que él iba a los partidos para «ver cómo pitaba porque Pedro era como un libro abierto; era todo un maestro y nosotros seguimos su estela. Además, nos miraba con mucho respeto y siempre estaba dispuesto a ayudar. Pedro Hernández siempre supo explicar sus ideas y su forma de arbitrar de forma precisa; para mí lo ha sido todo, como un padre el mundo del arbitraje y una de esas personas que más me han marcado en mi carrera».
Asimismo, cabe rescatar dos enseñanzas que ponen en valor cómo la capacidad metódica del palmero también marcó su carrera. «La primera pitada que tengamos que hacer debe ser enérgica porque es tu presentación en el partido», asevera Araña, mientras que Pérez Niz evoca tres vocablos que, según el propio Pedro Hernández, eran fundamentales a la hora de saltar a la cancha: «Pedro nos decía que las palabras perdón, por favor y gracias siempre debían estar presentes en nuestro vocabulario cuando arbitrábamos. Era alguien muy educado, siempre lo fue, dentro y fuera de la pista».
Más allá de lo que supuso alguien como Pedro Hernández para el arbitraje, Miguel Ángel Pérez Niz alude a una anécdota que reseña que Hernández Cabrera no dejó de recordar sus orígenes. «Pedro llevaba el silbato colgado con un cordón de zapatilla porque decía que era una manera de recordar de dónde venía; creo que es algo que refleja de verdad cómo era», declara el conejero.
Por último, una cuestión que acentúa Miguelo Betancor acerca de Hernández surge de la importancia de la honestidad. «Pedro representaba la honestidad y la limpieza en el mundo del deporte. Lo hacía cada vez que pitaba. Para él era muy importante ser honesto porque le otorgaba una credibilidad clave su forma de arbitrar», subraya el que también fuera presidente del CB Gran Canaria.
Lo cierto es que con el adiós de Pedro Hernández se marcha una leyenda del baloncesto insular que comenzó un camino que muchos recorrieron con éxito después en el mundo arbitral. Como precursor de un modo de pitar, el palmero conquistó barreras inexploradas hasta su aterrizaje, pero quizás lo más rescatable de su trayectoria surge de su habilidad para lo didáctico y académico. No vano, forjó una escuela de colegiados que hoy día perdura en el recuerdo de aquellos que ejercieron de pupilos cuando el mundo arbitral todavía estaba pañales. Esas lecciones son las que transforman un recuerdo en un legado inolvidable.
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