A tenor de lo que se palpaba en el zaragocismo, el derbi aragonés de pretemporada no motivaba demasiado. Pero lo cierto es que, una vez metidos en faena, los 9.235 espectadores que se dieron cita en el Ibercaja Estadio vivieron el encuentro como si fuera oficial porque la rivalidad no entiende de amistosos. Nada que ver con lo vivido en el estreno con público del estadio municipal ante el Mirandés, donde la gente estaba más pendiente de hacerse a su nuevo hogar que de lo que pasaba en el césped.
Aunque es verdad que ayer muchos acudieron al campo portátil por primera vez, para otros muchos era ya su segunda cita allí. De hecho, en las caras y en los movimientos ya se podía intuir en qué grupo se instalaba cada zaragocista. Fueran de uno u del otro, antes de que el balón echara a rodar, el interés estaba en observar, y en la mayoría de casos saludar, a los que van a ser compañeros de batallas en los asientos de al lado. Que, por cierto, la gente sigue diciendo que son mucho más pequeños que los de La Romareda. Seguro que ayer fuel primer día de amistades que durarán, al menos, dos años.
Pero antes, el Real Zaragoza estrenó una fan zone a las puertas del estadio que da la sensación de que va a ser precisamente eso, una sensación. Charlas futboleras, música y bebida. Mucha bebida. Que ayer hacía falta, porque el calor era sofocante. Habiendo calentado motores y habiendo saludado a los nuevos vecinos, el calor se trasladó al césped. Desde el minuto uno quedó patente que la grada de animación, aunque no reconocida, va a estar presente en el Ibercaja Estadio. Cuando, mediada la primera parte, la recién estrenada megafonía del modular recordó que no se puede saltar ni estar de pie en el estadio, la bronca fue cuanto menos interesante.
Para entonces, los vecinos futbolísticos Real Zaragoza y Huesca ya las habían tenido casi de todos los colores sobre el césped. Por momentos, pareció que la batalla campal que se vivió en el Como-Betis de hace unos días se iba a reproducir en el Parking Norte de la Expo. La grada volcó su ira contra los de Sergi Guilló porque consideraba innecesaria la agresividad con la que se estaban empleando. Eso sirvió para que, por primera vez, se sintiera ambiente del fútbol en el Ibercaja Estadio, aunque también quedó comprobado de que los encuentros se van a vivir de manera distinta. La magia y la mística quedan descartadas en el modular, pero habrá que encontrar la forma de que la grada apriete y ayude a los suyos cuando más lo necesiten.
Mientras tanto, en el campo no había atisbo de paz. Zaragozanos y oscenses no fueron ayer de los vecinos que se riegan las plantas y se piden sal. No le vino mal a los blanquillos un poco de acción e intensidad en lo que ha sido una cómoda pretemporada. Eso sí, se acabaron los fuegos de artificio. El próximo domingo empieza lo serio y ya será en la jornada 2 cuando el Ibercaja Estadio tenga que hacer de Romareda por primera vez. Ardua tarea para el modular.