«España no es Al Andalus». Es el nuevo grito de guerra de Santiago Abascal repetido, posiblemente desde su lugar de vacaciones, en las redes sociales. Qué buen trabajo ese, agitar desde un tuit y seguir disfrutando del asueto estival. Lo mismo pide que se prohíba el velo islámico, que vincula inmigración y yihadismo sin levantarse de la hamaca. El líder del mismo partido que se manifiesta abiertamente en contra de derechos conquistados por la mujer como el aborto y que prohíbe que ondee la bandera LGTBi, alerta de que las mujeres y los homosexuales están en peligro por el Islam. «Millones de españoles que ya se han hartado de pagar con sus impuestos la invasión que promueven PSOE y PP», arenga el dirigente de Vox.
Nadie podrá decir que a Vox no se le ve venir. Despliega el manual de la extrema derecha que ha triunfado en las democracias europeas, trufado con el populismo que agita con éxito Trump desde Estados Unidos. Los partidos ultras funcionan en alianzas internacionales, son como grandes corporaciones. Nada es casualidad. Todos se copian y se auxilian para propagar sus mensajes. Están muy bien organizados y articulados.
En 2015, el partido de Santiago Abascal era un experimento friki que sorprendió con un delirante video en YouTube para hacer campaña. En ese spot proponían transportarnos a la Andalucía de 2018 y, en ese viaje al futuro, Vox anticipaba que las noticias las daría una periodista tapada con un velo, que informaba de la expropiación de la Mezquita de Córdoba y de la Giralda, cedidas al culto islámico, y pronosticaba que dos millones de musulmanes vendrían a vivir a España.
El video en sí era un chiste. Vox entonces también lo era. Esa campaña fueron apedreados y tuvieron que desmontar un mitin en la calle en Sevilla. Hoy tienen muchas posibilidades, dicen las encuestas, de ser determinantes en el futuro Gobierno de España y si eso ocurre, el PP debe decidir si gobierna con ellos o repite elecciones porque, claro, la opción de que el PSOE deje paso a la lista más votada para evitar a la extrema derecha en el Gobierno ni está ni se le espera. Es decir, Abascal es un señor con posibilidades reales de ser el próximo vicepresidente de este país. El cordón sanitario a Vox nunca ha existido en España.
Una conquista política
“Objetivo cumplido”. Lo celebró el líder de Vox en Murcia tras conseguir en Jumilla que el PP haya vetado las celebraciones de fiestas musulmanas en instalaciones municipales a cambio de su apoyo en los Presupuestos. En una entrevista en La Opinión de Murcia, José Ángel Antelo, presidente de Vox en la región y jugador de baloncesto expulsado de los sub-20 por conducta antidisciplinaria (aunque él contó que fue «un chivo expiatorio»), despliega también con destreza el manual de la extrema derecha. Cabría recordarle que en España, la Constitución garantiza en su artículo 16 la libertad ideológica, religiosa y de culto, sin más limitación en sus manifestaciones que las necesarias para que se mantenga el orden público.
Nada de lo que está ocurriendo nos puede pillar de imprevisto. El discurso antiinmigración es tremendamente rentable electoralmente. Es un arma política muy poderosa. Millones de españoles se sienten cómodos con lo que difunde Abascal. No nos pongamos vendas en los ojos. Es fácil: despliegas propaganda y dices que los inmigrantes son un problema y una amenaza para la seguridad, la identidad cultural y la economía. Aunque las estadísticas no digan eso ni nada lo respalde. En Hungría, en Italia, en Francia, en Países Bajos o en Suecia ya nos han sacado ventaja.
La batalla cultural y el miedo
¿Por qué tienen éxito? Hablan de batalla cultural, mucho de identidad y poco de economía o vivienda. Se dirigen a las tripas y al corazón y no a la cabeza. ¿Alguien sabe qué propone Vox para acabar con el problema de la vivienda en España, con el paro juvenil o con el envejecimiento de la población que amenaza el sistema de pensiones? ¿Alguna explicación sobre la financiación del partido, las sanciones del Tribunal de Cuentas por irregularidades o las investigaciones sobre el origen de sus fondos? ¿Alguna propuesta sobre transparencia o corrupción? ¿Ha dicho Vox cómo afrontaría los problemas de la sanidad pública? ¿Qué haría Vox con el Ingreso Mínimo Vital? Sobre la violencia de género, ni preguntemos. Aunque dicen que no son negacionistas de esta lacra, que suma 1.314 mujeres asesinadas desde que hay estadísticas (2003), 20 este año, solo hay que oír las diatribas de sus líderes.
Agitan el miedo. La académica austriaca Ruth Wodak («La Política del Miedo», 2015) analiza desde hace años el avance de los discursos de extrema derecha desde los márgenes hacia el centro del debate público. Racismo, homofobia, misoginia, todo es posible. Ya sin tabúes y protagonizando la agenda política.
La ausencia de alternativa
Enfrente, hay una clamorosa ausencia de alternativa respecto al discurso antiinmigración. Las clases bajas están virando hacia la extrema derecha, avisan algunos expertos, y eso para la izquierda es un problema político y electoral. Faltan políticas de integración que miren de frente al fenómeno migratorio.
Tampoco es fácil para los medios de comunicación. Si nos hacemos eco de los mensajes de Vox difundimos su discurso. Si no se les da cobertura seremos igualmente cómplices y además las redes sociales harán el trabajo que los ultras necesitan sin pasar por el filtro del periodismo, que tiene el deber de decir qué es verdad y mentira, de desmontar al gran aliado de las fuerzas radicales: las noticias falsas. Y así consiguen los partidos de extrema derecha marcar la agenda.
La izquierda no tiene discurso alternativo y en la derecha hay un efecto llamada en su discurso. Temen que una posición menos intransigente empuje a sus electores hacia las opciones de extrema derecha y “consiguen remodelar el discurso político y el imaginario público sobre la inmigración” («El odio como arma política: causas y consecuencias del discurso antiinmigración de la extrema derecha en Europa”, Francesco Pasetti, Cidob).
Al Andalus y la ignorancia
“Sin Al Andalus, España no existiría”, señala Antonio Manuel, doctor en Derecho y autor de «La huella morisca» (Almuzara). Y si Abascal lo leyera, es muy recomendable, se enteraría de que el himno de España no proviene de una marcha militar extranjera, sino que es un calco de una Nuba popular andalusí que interpretaban por igual musulmanes, judíos y cristianos en el siglo XI. «El verdadero origen del himno de España no representa al patriotismo rancio y fascista del nacional catolicismo sino a un concepto de España laico, multicultural, humanista, pacifista y poético con el que todos deberíamos identificarnos en pleno siglo XXI», defiende el escritor cordobés. Si no le viene este libro, lo mismo cualquier texto de Averroes, disfrutará de la grandeza del pensador andalusí, el filósofo que introdujo el aristotelismo en Europa y uno de los más influyentes de todos los tiempos. Aunque cambiar X por un libro, lo mismo al señor Abascal no le interesa. Total, que cada uno lea lo que quiera y rece donde le dé la gana, nuestra democracia así lo permite.