El inédito roce bilateral entre Brasil y Estados unidos tuvo una nueva expresión este fin de semana. El Ministerio de Relaciones Exteriores consideró «un nuevo ataque frontal a la soberanía brasileña» las palabras del subsecretario de Estado estadounidense, Christopher Landau, quien responsabilizó al juez del Supremo, Alexandre de Moraes, de entorpecer una «histórica relación de proximidad» entre los dos países con su participación activa en el juicio contra el líder ultraderechista, Jair Bolsonaro, acusado de intento de golpe de Estado contra Luiz Inacio Lula da Silva.
La diplomacia brasileña había expresado el viernes al encargado de negocios EE.UU en Brasilia, Gabriel Escobar, «su absoluto rechazo a las reiteradas injerencias del Gobierno estadounidense en los asuntos internos de Brasil». Advirtió a su vez que el gigante sudamericano «no se doblegará ante presiones, vengan de donde vengan«.
El papel que desempeña De Moraes ha funcionado como principal argumento de la administración de Donald Trump para imponer aranceles del 50% a las exportaciones brasileñas. El Gobierno habló de una sanción política porque la balanza comercial bilateral es favorable a Estados Unidos y no se justificaba el gravámen.
La intervención de Landau el pasado sábado en la red social X no provocó sorpresa entre los analistas, aunque sí inquietud por la tendencia creciente de ese tipo de intervenciones. El propio Lula dijo días atrás que no se «humillará» ante los gestos de la Casa Blanca y esperará el momento oportuno para retomar las negociaciones. Ese horizonte parece ser por ahora lejano. El subsecretario de Estado sugirió una ausencia de separación de poderes en Brasil, la única «garantía de libertad». También, en clara alusión al juez, señaló que ninguna persona «puede acumular demasiado poder» y es capaz de «intimidar» a la legislatura y el Ejecutivo. «Lo que está sucediendo ahora en Brasil refuerza este punto: un solo ministro del Tribunal Supremo Federal ha usurpado poderes dictatoriales al amenazar a líderes de otros poderes —o a sus familias— con la prisión, la detención u otras sanciones».
El respaldo de Washington a Bolsonaro, acompañado del aumento de aranceles sin precedentes, le está creando problemas a la derecha, más allá de las acciones del clan Bolsonaro dentro y fuera de Brasil. Landau tiene no obstante su propia agenda contra el magistrado y por eso lo convirtió también en objeto de sanciones al «intentar aplicar la ley brasileña extraterritorialmente para silenciar a individuos y empresas en suelo estadounidense».
Según el alto funcionario, De Moraes se «esconde» bajo «el manto de Estado de derecho«. La situación, añadió Landau, «es inédita y anómala precisamente porque esa persona viste la toga judicial: mientras que siempre es posible negociar con los líderes de los poderes Ejecutivo o Legislativo de un país, no hay forma de negociar con un juez, que debe mantener la apariencia de que todas sus acciones están dictadas por la ley».
Para el Gobierno brasileño, la imposibilidad de retomar un canal de conversaciones con Estados Unido radica en la latente posibilidad de mensajes como el de Landau o futuras expresiones del propio Trump.