¿Le sorprende que el Archipiélago canario durante el pasado siglo haya perdido alrededor de cincuenta playas? ¿Hubo en esas décadas algún periodo especialmente delicado?
Más que sorprenderme la perdida de playas, un dato evidente, resulta asombroso verificar los escasos resultados satisfactorios que han intentado trabajar en comprender la importancia del litoral en un territorio insular como el nuestro. La diversidad de las llamadas playas en canarias, de arena blanca, roja y negra, o las de callaos, roca, etcétera, y su relación e implicación con la forma o geomorfología del territorio son consustanciales a cómo se ha conformado el litoral y al uso y actividades que se le han dado a lo largo de los años. La primacía de los puertos y sus espacios, transformando radicalmente el litoral, fundamentalmente en los ámbitos urbanos capitalinos, y la masiva implementación de áreas de baño, paseo y ocio en núcleos urbanos y turísticos del litoral, reflejan en sus resultados un escaso valor del proyecto, idea y atención a los componentes y elementos característicos de los lugares donde se intervienen del litoral.
Ha primado el deseo de atender a una creciente necesidad del ocio vinculado al baño, en todas sus variantes, atendiendo a dotar de servicios a partir de modelos estereotipados de otros contextos sin tener la suficiente calma y reflexión sobre la calidad de las propuestas en el lugar.
¿Hay algunos casos que a usted le resulten especialmente sangrante?
Las relaciones ciudad puerto como construcción y valoración del litoral y del mar en las dos capitales, incluso en el de todas las Islas, a pesar de los numerosos proyectos, ideas y planes de interés desarrollados son casos de estudio y reflexión. La poca capacidad de gestión de los mismos, con conflictos interadministrativos abocados a soluciones parciales y sectoriales, intentan contentar a todas las partes sin un claro principio e idea motora que articule a lo largo del tiempo la respuesta adecuada; este es el común denominador de todos ellos.
«La primacía de los puertos en los ámbitos capitalinos refleja una escasa atención al lugar donde se interviene»
La precariedad de los tiempos no quiere reconocer ni debatir cuál es y debería ser el paisaje de una ciudad puerto. Se contenta con separar trabajo portuario de ocio –¿incompatibles?–; plantar árboles, mucha vegetación sobre macetas y pérgolas con juegos de niños… Eso sí, garantizando servicios e infraestructuras para la accesibilidad y la movilidad de las personas, con tratamientos y soluciones como paseos, plataformas o pavimentos, de bajo calado, todo ello con los respectivos informes favorables ambientales y urbanísticos.
Desde otras escalas sucede algo similar: la inmediatez de las respuestas y actuaciones con eslogan publicitarios propician una pérdida de las condiciones y forma de vida tanto formales –o estéticas– como económicas y sociales, cargando desproporcionadamente las balanzas entre ellos desvirtuando, por tanto, el resultado a medio plazo.
¿A qué se debe que ese tipo de acciones sucedieran sin el freno de ninguna administración?
Es la propia administración, que ha desarrollado estos programas bajo la demanda de una sociedad del ocio y recreo que reclama servicios a cualquier precio vinculados a la movilidad, accesibilidad, seguridad… Paralelamente, como si fuera al mismo tiempo, reclama protección y conservación de otros espacios y en muchos casos de los mismos. Ambos planteamientos son disonantes y ocasionan normalmente conflictos tanto de gestión como de desarrollo.
«Se han dado soluciones parciales y sectoriales sin ideas o principios claros para contentar a todas las partes»
El mayor daño está quizás en la incapacidad de construir una prospectiva de futuro que sea capaz de articular los procesos y deseos de los ciudadanos y sus necesarios principios e ideas elaborados desde la cualidad con los instrumentos de la administración para desarrollarlos coherentemente.
¿Era algo habitual o nuestro Archipiélago, quizá por la enorme extensión de costa, padeció más esas intervenciones? Como había montones de playas más, pues qué importaba perder una decena…
A partir del Plan Nacional de Turismo de los años 50 del siglo XX y los Centros de Interés Turístico Nacional la mentalidad de una sociedad del ocio y turismo se ha polarizado vertiginosamente en Canarias. Es precisamente las condiciones de nuestro litoral y el clima sus determinantes.
Recordemos que ese instrumento calificaba como turístico prácticamente todo el litoral sur de Gran Canaria, Tenerife, Lanzarote y Fuerteventura, independientemente de otras localizaciones. Afortunadamente, en los años 90 se pudo desactivar este instrumento pero lamentablemente todavía no hemos arbitrado un equilibrio estable de la relación paisaje-turismo y por supuesto sigue pendiente precisar la voluntad formal de nuestro litoral más allá de actuaciones, normas urbanísticas o ambientales y modelos importados de dudosa factura.
Es evidente que en las Islas, bajo las excusas del desarrollismo y el crecimiento económico, se cometieron bastantes disparates en materia urbanística. ¿Esa situación fue fruto de planes de ordenación muy cortos de mira o hubo otros intereses? Lo digo porque aquel páramo en lo relacionado a las ordenanzas sobre construcción parece un caldo de cultivo ideal para la especulación del suelo.
No solo sucede en Canarias; fue en un contexto nacional incluso internacional. Obviamente, la apreciación mencionada anteriormente da mayor importancia a lo sucedido en nuestras Islas.
«El mayor daño es la incapacidad de construir una prospectiva de futuro que articule los deseos del ciudadano»
Con la perspectiva del tiempo ¿en qué cree que nos equivocamos y qué medidas sí considera acertadas?
Han habido muchas medidas acertadas pero prácticamente todas con los bueyes detrás del arado.
Un cierto sentido de ir siempre detrás. Un continuo resolver problemas y conflictos sin encontrar un proceso lógico que pueda ir adaptándose con normalidad a los tiempos y necesidades.
¿El crecimiento de las áreas portuarias de las dos capitales canarias hipotecó la relación mar-ciudad de los habitantes del Archipiélago? ¿Y el futuro de dichas urbes?
Sería imprudente responder afirmativamente porque entiendo que es posible dar alternativas para reconvertir estas áreas para los ciudadanos compatibles con el desarrollo del Puerto.
«El Plan Nacional turístico de los 50 y la sociedad de ocio y turismo se polarizaron muy rápido en las Islas»
Recordemos que el puerto, los puertos insulares, son piezas y espacios vitales para la ciudad y la isla pero también directamente para los ciudadanos; compatibilizar ambos es una exigencia de nuestro tiempo.
¿Podría ponerme algún ejemplo destacado de cada una de las dos capitales canarias?
Los casos del Muelle Sur, Valleseco u Honduras con la refinería en Santa Cruz de Tenerife, y la Base Militar, Alcaravaneras y el Istmo Santa Catalina, en las Palmas de Gran Canaria, son casos lo suficientemente destacados en ese sentido pero con plena potencialidad para replantear la situación.
Muchas de aquellas playas, hoy ‘sepultadas’, eran de callaos o bajas de marisco. ¿Tuvo algo que ver ese desprecio tan arraigado hacia ese tipo de zonas de baño?
Simplemente, se consideraban sin valor propio ni añadido. Faltaba su reconocimiento social y cultural.
Hablamos de las dos Islas capitalinas, pero en Lanzarote, por ejemplo, se inaugura en 2003 el puerto deportivo y la zona comercial de Marina Rubicón, en Playa Blanca (Yaiza), construido sobre la playa del Berrugo. Como quien dice, 2003 fue anteayer. ¿Cómo se permitían aún ese tipo de actuaciones?
Proviene, simplificando mucho, de una herencia y consecuencia de lo que mencionaba en una pregunta precedente, donde además de la ausencia de valoración propia del lugar se primaba la regulación urbanística y jurídica dando por descartado que ella contenía todas las atribuciones para realizarse.
Es imprudente decir que los puertos han hipotecado las Islas; hay medios para reconvertir esas áreas»
Sin salir de Lanzarote, posiblemente la franja costera de Arrecife sea de las más bellas del Archipiélago pero se siguen construyendo diques y centros comerciales en su entorno. ¿La gestión del litoral de la capital conejera está a la altura de un espacio tan singular? ¿Y en materia urbanística considera que Arrecife está al nivel de su frente marítimo?
Efectivamente, la franja costera de Arrecife de Lanzarote, además de los propios arrecifes, la considero de las más bellas no solo de Canarias. Su capacidad de combinar baluartes militares, vías de conexión entre islotes, El Charco, Salinas, playas, incluso avenidas urbanas y algunos diques portuarios, la convierten en un caso excepcional de estudio y de continua actualidad en su necesidad de ir adaptando y corrigiendo posibles errores u actuaciones incorrectas en algún periodo.
Lamentablemente, en materia urbanística la situación es penosa. La ciudad y su litoral, con muchos intereses cruzados, no han sido capaces de converger. El litoral de Arrecife y la arquitectura de la ciudad necesita de una radical revalorización que sea capaz de reconocer su memoria no solo para su protección e innovación sino como reconocimiento de su litoral y ello implica una apuesta decidida en el marco insular.
¿Qué consecuencias tuvo en la costa el crecimiento de la planta alojativa en los municipios turísticos de Canarias?
Como indicaba precedentemente muy deficiente. Incluyo no solo los devenires urbanísticos sino las respuestas arquitectónicas dadas.
«Para demoler lo que se ha hecho es necesario una reformulación jurídica y político administrativa ambiciosa»
Los procesos de urbanización han sido de muy distinta índole, pero en general el divorcio entre urbanización y edificación solo vinculada a parámetros normativos de ocupación y densidad han resultado un fracaso, viendo los resultados, son palpables. Podremos entrar en mérito de las intenciones de los propietarios, calidad de los arquitectos, ciudadanos e incluso de la permisibilidad o rigor administrativo pero el resultado general es muy feo y deficiente, formal y estéticamente.
¿Las denuncias y protestas en las Islas de los colectivos ecologistas han jugado a favor o en contra a la hora de lanzar a la sociedad sus mensajes reivindicativos? Por cierto: ¿Y han valido de algo?
Creo que tanto las denuncias, protestas e incluso las declaraciones y participación de los ciudadanos han servido de contrapunto y ello es muy positivo si bien parece conveniente para el fin deseado: unificar criterios y principios.
Estimo que sería oportuno y conveniente su contribución en un espacio de reflexión que anticipe a los posibles conflictos sectoriales y que sea la base de un replanteamiento de los instrumentos de desarrollo sobre el litoral.
¿Cuándo se empiezan a implantar en el Archipiélago canario ordenanzas efectivas destinadas a proteger las áreas del litoral?
Independientemente de las Normas subsidiarias de planeamiento vinculadas a la Ley del Suelo de año 1957 y su respectivo desarrollo de los instrumentos de planeamiento hasta la actualidad, entiendo que la ley de Costas de finales de los 80 (1988) a nivel nacional, con las particularidades del archipiélago canario, ha sido determinante para proteger las áreas del litoral. Otra cosa es entrar en su valoración y las consecuencias de su implantación con los demás instrumentos de desarrollo y por supuesto en el análisis de sus resultados.
«Creo que tanto las denuncias, protestas o las declaraciones de los ciudadanos han servido de contrapunto»
Cabe mencionar igualmente La ley de los espacios Naturales protegidos de Canarias de 1994 y sus textos refundidos sucesivos.
¿Cree que, a día de hoy, siguen siendo necesarias algunas de las construcciones llevadas a cabo en Canarias, sobre todo, en las décadas de 1970 y 1980? ¿Destacaría alguna en especial?
En estas construcciones que menciona están tanto los edificios de apartamentos u hoteles turísticos, algunos de interés arquitectónico, pocos dada la cantidad, pero también muchas edificaciones residenciales marginales e ilegales, muchas de ellas también con interés, ubicadas en lugares singulares de la costa, sobre todo las que conforma unidades agrupadas de uso residencial en el litoral.
Por tanto, nuevamente insisto, existen esas construcciones. Resolvamos los conflictos que ocasionan y sepamos gestionar sus valores, pero nunca generalizando, caso a caso, con argumentos y sin prejuicios.
«Nosotros formamos parte del paisaje; somos paisaje y, por tanto, lo mejoramos y lo destruimos»
¿Hablamos de daños irreversibles? Visto lo visto, ¿por qué no se toman medidas ambiciosas como demoler edificaciones o instalaciones que permitan devolver a su aspecto original los espacios de costa ‘víctima’ de aquellas decisiones?
Sería necesario una reformulación jurídica y conceptual de tipo político-administrativa lo suficientemente ambiciosa y compleja para realizarlo. Pero entiendo, en cualquier caso, que el objeto no sería devolver su aspecto original; no es un problema de apariencia solamente, sino de valor estructural, me refiero a lo social y cultural. Nosotros formamos parte del paisaje; somos paisaje y, por tanto, lo mejoramos y lo destruimos. Por ello necesitamos ponerlo en valor.
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