Los usuarios del tren fijan la mirada en la ventanilla y ven, pueden ver, una brigada de operarios retirando ramas. Llevan lo mínimo, una camiseta, pero el peto amarillo, obligatorio en estos casos, les añade grados a la temperatura corporal. Es un equipo pequeño, seguro que no la cuadrilla que se pensaba que podría acudir para dejar el Nuevo Cauce del Turia a su paso por Valencia como una patena tras la dana (daba esa sensación con todo lo debatido en los meses anteriores), pero será el tiempo, las próximas dos semanas, lo que determinará hasta qué punto es visible la retirada de residuos del cajón para recuperar, la capacidad de evacuación. «¿Ves esa pintada de ‘Te Quiero’? Pues hasta ahí es donde llegó el caudal» asegura un operario. Está diciendo, con ello, que apenas un par de palmos de altura es lo que salvó a La Torre de recibir una segunda riada por el flanco y también a los terrenos de Camí Reial, la calle José Soto Micó y Manuel Colomer, lo que habría comprometido seriamente el acceso a la Pasarela de la Solidaridad desde Valencia. De momento se han quitado grandes bloques, como el rulo de grandes dimensiones que quedó encajonado en La Torre.
A pie de cauce, el panorama es más detallado. Un papel casi ininteligible se distingue entre la masa que se acumula. Es de un centro hospitalario cercano. Seguramente, un volante. O algo parecido. Nueve meses después, las letras se han ido borrando y la propia biodegradación ha dejado a ras de suelo vestigios del pasado más reciente y negro.
Los operarios tienen como principal misión la retirada de lo que queda de los árboles que arrastró la corriente, así como, en la medida de lo posible, ramas. Pero si hubiese que llenar el ecoparque, el muestrario de basura acumulada incluiría sobre todo, plástico. De todos los colores, arracimados y convertidos en grandes bloques. Si hay uno que destaca son las enormes mantas de color negro. Es el geotextil que se había puesto en la parte superior del cauce para prevenir la plaga de cañas, y que saltó por los aires por la fuerza del agua.
Toallitas, palés…
También se aprecian cantidades de toallitas, procedentes de los aliviaderos que, desbordados, se derramaron por doquier. Palés de gran tamaño. Restos de algún vehículo, telas y hasta algún resto biológico. Cuentan que no hace tanto tiempo se encontró la quijada de un animal. El Cauce ha sido siempre un vertedero a pequeña escala, porque los hay que han cometido la tropelía de lanzar algún enser desde los puentes, pero no es el lugar más indicado para deshacerse de objetos. Mucho de lo que se ve ahora viene de aguas arriba.
El material es caprichoso y, tal como ha sucedido en otros lugares, hay plantas con ramas largas y delgadas, prensiles, que han hecho las veces de recolector. A su alrededor se fueron quedando basuras y acabaron haciendo casi como un capullo de plásticos, que hace ya tiempo se tostaron al sol, formando parte del paisaje del terreno. Porque agua, lo que se dice agua, ya no hay. El Nuevo Cauce no es un río propiamente dicho, sino un desagüe. Cuando lleva no es más que un hilillo, el Turia propiamente dicho, por su margen izquierda, si ha quedado algo tras los repartos en la cabecera. Cuando llueve vuelve a discurrir más crecido y arrastra una parte del detrito acumulado, pero mucho más seguirá esperando degradarse.
Bosque invasor
Y entre tanta porquería, la vida se abre paso. Salta a la vista con las enormes matas de cañaveral, para el que no hay una solución a la vista. Por eso no tienen claro, ni Ayuntamiento ni Confederación Hidrográfica del Júcar, que la estrategia de la poda sea lo más adecuado. «Si las cortas, vuelve a crecer y más fuerte». La cubierta vegetal se abre paso y no sólo son matas o grandes plantas, sino auténticos árboles los que se aprecian. Hay aves que nidifican y más arriba hay madrigueras de conejos y serpientes, aprovechando la quietud del cajón. Siempre ha tenido una vía de servicio que la atraviesa, pero la ciudadanía es prudente. «Alguna vez ves un ciclista, pero no es lo normal». Porque está prohibidísimo.
Esperando el proyecto de renaturalización
El anterior equipo de gobierno sondeó generar lo más parecido a un jardín renaturalizado, que fue a parar rápidamente al cajón de «ideas descartadas» por parte del actual equipo de gobierno municipal. Ni siquiera la CHJ, que, por contra, sí que sacó a concurso un proyecto menos ambicioso, no como un jardín, sino como un «cauce dentro del cauce». Contando, además, con que el Nuevo Cauce no deja de estar encajonado entre autovías de gran circulación.
Quiso la casualidad que la adjudicación del mismo se produjera apenas un par de días antes de la ‘barrancà’. La redacción del proyecto sigue adelante y la previsión es que pueda estar finalizado para finales de año. Ahora mismo, el Nuevo Cauce no es más que un sumidero. El centro está cubierto por millones de rocas. Un terreno lleno de trampas. Entre otras cosas, porque lo hicieron los humanos, pero no para los humanos. Solo para salvarles la vida.
Suscríbete para seguir leyendo