Este verano, las playas de Alicante no solo están llenas de turistas y bañistas, sino también de personas que, en muchos casos, rara vez se pueden permitir disfrutar del mar. Desde años, Cruz Roja organiza un programa que recoge a personas que viven solas y las lleva a la playa, para que puedan disfrutar de la compañía y el sol sin tener que enfrentarse a la soledad que, por lo general, las acompaña día a día. El proyecto se desarrolla de lunes a viernes, con turnos en los que cada usuario puede asistir un día determinado. El objetivo es sencillo: hacer que todas las personas inscritas en el programa tengan la oportunidad de ir a la playa, no solo para bañarse, sino también para sentir que forman parte de un grupo, para salir de la rutina y recargar energías en un espacio que muchos no pueden disfrutar de forma habitual.
El grupo de voluntarios y de usuarios canta y baila en la playa como forma de alegrar la visita al arenal. / Jose Navarro
Uno de los aspectos más destacables del servicio es que Cruz Roja se encarga de recoger a los participantes en sus casas. Esta ayuda es fundamental para quienes, como María Buñuelo, tienen problemas de movilidad. «Vivo en un tercer piso sin ascensor y tengo dificultades para moverme. Si no fuera por ellos, no podría salir de casa. Ellos nos dan vida», explica María, quien ha vivido en Alicante desde los años 60 y encuentra en el mar un refugio y una forma de reconectar con su historia. «La playa es lo mejor de todo, para mí es un regalo», dice mientras se prepara para disfrutar de un baño en el mar. El servicio no solo está dirigido a personas mayores, sino también a quienes tienen problemas de movilidad o sufren de soledad no deseada. Pilar Anay, otra de las usuarias, también aprecia la ayuda que recibe. «Si no me trajeran aquí, no podría salir. Me recogen, me traen y me cuidan. Aquí tocamos la guitarra, nos charlamos, pasamos el rato juntos. Para mí, esto es lo más cercano a unas vacaciones», comenta Pilar, quien, a pesar de los dolores crónicos que le dificultan caminar, no pierde la oportunidad de disfrutar del mar cada semana.
Ocio e interacción
Este servicio va más allá de la simple salida a la playa. África Martínez, trabajadora social responsable del proyecto de personas mayores del departamento intervención social de Cruz Roja, la iniciativa busca proporcionar un espacio de ocio, pero también generar una red de apoyo social entre los participantes. «No solo se trata de ir a la playa, sino de crear un ambiente donde puedan interactuar, compartir experiencias y salir de su aislamiento. Muchas personas tienen fobia social o simplemente no se sienten cómodas saliendo solas, por lo que este proyecto les permite superar esa barrera», explica África.
Un respiro para todos
En total, cada semana, entre 30 y 40 personas participan en el servicio. A pesar de ser un proyecto que funciona solo en verano, la demanda es alta, y los voluntarios están continuamente solicitando más espacios para que todos los interesados puedan acceder al servicio. «No es solo el baño, es el tiempo que pasan fuera de casa, las actividades que organizamos, la compañía que encuentran. A veces vamos a la cafetería, paseamos o incluso nos quedamos a escuchar música», añade África.
El voluntariado tiene un papel clave en el programa. Meriem Chic, una de las jóvenes voluntaria, destaca lo que le aporta pasar tiempo con personas mayores. «No vivo cerca de mis abuelos, así que estar aquí con ellos me hace sentir que estoy en casa. Aprendo mucho de sus historias, de lo que me cuentan», señala Meriem, quien se une al grupo por su deseo de socializar y acompañar a quienes más lo necesitan. Lucía Bolaños, otra voluntaria, comenta que lo más enriquecedor es escuchar las historias de vida de los participantes. «Es increíble lo que aprendes de ellos. Nos cuentan anécdotas, recetas, consejos de vida. Y eso, para mí, es un regalo», explica Lucía.
El programa, que busca también ofrecer un espacio para el descanso de los cuidadores, ha tenido un impacto mucho mayor del esperado. La idea de ofrecer un espacio de tiempo para aquellos que cuidan de ellas, ha sido muy bien recibida. «Es un respiro tanto para los usuarios como para sus cuidadores. A veces, los cuidadores también necesitan un descanso, y aquí tienen la oportunidad de tener un poco de tiempo para ellos mismos mientras sus familiares disfrutan de la playa», comenta África Martínez.
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