Regresa la pasión balompédica. El aroma a fútbol de estreno flota ya en el ambiente, y todo vuelve a empezar. Pero este año, el corazón late diferente para los seguidores de la UD Las Palmas. No es el regreso de una temporada cualquiera: es el arranque del camino más difícil si cabe, ese que se emprende desde el fango con la mirada puesta en el cielo de Primera. Porque esta vez, la UD no parte desde la cima del Olimpo, sino desde la arena movediza y traicionera de la Segunda División, donde el hambre aprieta y el margen de error es mínimo. El físico será determinante y los partidos broncos serán la tónica de 42 jornadas maratonianas.
Para la exigente contienda por abrazarse a la gloria deportiva, el club amarillo apuesta, a ciegas, por la cantera y confía en que los sempiternos Jonathan Viera y Jesé Rodríguez den la talla en algunos minutos y asuman ese rol. Kirian Rodríguez será otra de las incógnitas a despejar, mientras que la figura de Alex Suárez debe ser clave y aportar madurez a un proyecto que ilusiona. A todos ellos se le une la joven sorpresa uruguaya, Jeremía Recoba, que no sabremos cómo será su adaptación. Pero la figura que debe marcar la diferencia es la delantera. Un goleador porque el gol es demasiado urgente y no entiende de esperas.
Atrás queda un año para el olvido, pero ahora vuelve lo nuestro. Lo de verdad. Lo que nos importa. Vuelve el fútbol de los domingos con alma, el de la radio encendida y grito al unísono de ‘Arriba de ellos’. Vuelve la rutina bendita, la locura compartida con el objetivo irrenunciable de regresar al lugar que pertenece por historia y afición.
La temporada pasada, con muchas sombras, ya es historia. Hoy, más que nunca, necesitamos mirar hacia adelante, levantar la cabeza y volver a creer. Porque no queda otra. Porque este amor inexplicable, que a veces roza el masoquismo, nos empuja a seguir creyendo. Porque, aunque el descenso nos haya robado el oxígeno, no puede quitarnos la fe. Este nuevo curso será harto complicado. El club parte con casi 60 millones menos en ingresos. No hay red, no hay paracaídas. Cada punto será una batalla, cada victoria, un suspiro de alivio. La Segunda es una trinchera sin concesiones, una guerra larga, áspera. Aquí nadie regala nada. Aquí se sufre y se gana con los dientes apretados. Y en toda esta ecuación, debe surgir la afición, que sabe lo que es remar contra la corriente y anhela que la temporada traiga alegrías en forma de victorias y alivie la dulce tortura de soñar en Primera.









