Complicado laberinto en el que ha entrado el Partido Popular. Vox arrastró a los conservadores en Jumilla (Murcia) a una cruzada contra las festividades musulmanas, un recorte de libertades y derechos sin precedentes en la política española al prohibir el ingreso de la comunidad islámica del municipio a utilizar recintos deportivos para el rezo o celebrar la Fiesta del Cordero. Tijeretazo social que ya se aprecia como una encrucijada de la que es cuasi imposible salir indemne a nivel discursivo. Máxime cuando Génova optaba el jueves por la improvisación y la construcción de un plan elaborado entre el Gobierno (PSOE) y sus aliados de la ultraderecha para menguar la papeleta de un Alberto Núñez Feijóo que guarda silencio mientras ultima la “urgente” ofensiva parlamentaria contra la coalición progresista. Entre tanto, la extrema derecha se crece en un ambiente cada vez más inflamado, hasta el punto de retar al líder de la oposición a alistarse en su cruzada contra la “invasión del islam” para que las calles del país “sigan pareciendo España”.
Abascal asomaba la patita por el desértico páramo que es la actualidad política en un 8 de agosto. Al menos lo era, hasta que el Partido Popular hincó la rodilla ante sus socios en el Ayuntamiento de Jumilla para propinar un severo correctivo a los derechos y libertades de los ciudadanos con el veto a las festividades musulmanas. Línea roja que se vio obligado a traspasar el PP local al estar sostenido por la fuerza que le conceden los ultraderechistas murcianos. No es la primera vez, no obstante, según recuerda la portavoz de Podemos en Jumilla a ElPlural.com, que populares y ultras atentan contra los derechos de colectivos vulnerables. De hecho, ya evitaron la foto institucional en celebraciones como el Día del Orgullo LGTBI, aunque no se atrevieron a tanto entonces.
Abascal echa más gasolina
En cualquier caso, a los ultraderechistas se les ha presentado una ventana de oportunidad idónea en su cuerpo a cuerpo con un Partido Popular al que consideran enquistado en los “dogmas ideológicos” de Bruselas. Por ello, Vox, con Santiago Abascal a la cabeza, saca pecho por atraer a sus socios a la cruzada antimusulmana y colocar esta cuestión en el eje del debate público. “Hay que proteger los espacios públicos de prácticas ajenas a nuestra cultura y a nuestra forma de vida”, escribía en sus redes sociales el dirigente de la formación reaccionaria, recordando además que “España no es Al-Andalus”.
Abascal, que desde que trascendió la noticia no se había pronunciado, ha roto su silencio para lanzar un órdago a Génova e incitarles a percutir en la cruzada contra “la invasión islamista”. En Vox tienen claro que ese campo de batalla supone una victoria segura para su casillero porque, como suele decirse habitualmente, entre el original y la copia, la gente se queda siempre con el primero. En otras palabras, ha generado el caldo de cultivo perfecto, en un momento en el que el PP estaba inmerso en una ofensiva parlamentaria contra el Gobierno, para desnaturalizar a socios habituales y crecer a su costa.
Para el líder ultraderechista, continuaba en su escrito en redes sociales, el islam no es si no una “ideología totalitaria disfrazada a veces como religión”. En este punto, reivindica la postura de Vox, que busca capitalizar el discurso del odio con soflamas como que “España siga siendo España”. Abascal entiende la llegada de migrantes musulmanes a España como una “invasión”, por lo que insiste en blindar la “identidad y las costumbres” españolas. De hecho, pese a que en su momento negaron la mayor, se reafirma en la iniciativa que desgranó semanas atrás Rocío de Meer, que abogaba por “deportar” a los migrantes “llegados irregularmente y a los que delincan”; pero también a quienes “no se adaptan a nuestras costumbres”.
En este sentido, reitera que toda persona que llegue a España debe hacerlo con la intención clara de asumir las costumbres y valores del país. Desde esa premisa, ha defendido que los inmigrantes deberían rechazar de forma explícita cualquier intento de imponer su religión en la sociedad española. Aunque afirma reconocer el derecho de cada individuo a practicar su fe, ha matizado que, en el caso del islam, ese derecho solo debería respetarse si se renuncia previamente a lo que él califica como “leyes totalitarias” asociadas a esta confesión.
“Sentido común”
Vox ha intensificado sus mensajes contra la religión musulmana, a la que atribuye prácticas que, según ellos, chocan con los principios legales y sociales de España. Abascal ha afirmado que en aquellas zonas donde el islamismo cobra fuerza, se produce un retroceso en libertades fundamentales, se oprime a las mujeres, se persigue a la comunidad LGTBI y se agrede a los menores. El líder de la formación de extrema derecha ha negado que se trate de un debate sobre libertad religiosa, como, asegura, pretenden presentar “los cómplices de la invasión” o quienes califica de “cobardes”. Según Abascal, el islamismo no es una fe sino una ideología radical que choca frontalmente con los valores democráticos, la igualdad de género y la separación entre religión y Estado.
Con este argumentario, ha justificado la controvertida moción impulsada por Vox en Jumilla y ha dejado claro que su partido trabajará para replicar medidas similares en todos los municipios donde tenga influencia. Además, ha vuelto a exigir la prohibición del velo islámico en espacios públicos, considerándolo un símbolo de sumisión femenina. Para Abascal, estas propuestas responden simplemente “al sentido común” y ha advertido que millones de españoles respaldan esta postura.
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