María vive en la Ciudad Vieja de A Coruña como hicieron sus padres y sus abuelos. Tener tu casa en el corazón mismo de esta ciudad gallega, donde vive el mismísimo Amancio Ortega, puede parecer el sueño de muchos, pero se ha convertido, en un acto casi de activismo por las dificultades de accesibilidad.
Esta coruñesa cuenta a COPE tiene reconocido un 94% de discapacidad. Su marido, de más del 50. Desplazarse en coche para ellos no es un capricho, sino una necesidad. En un barrio peatonalizado hace años y en una ciudad que, como tantas otras, tiende a promocionar a quien va a pie, cada vez se les hace más difícil poder hacerlo. “La señora alcaldesa me imagino que no tendrá ningún problema , pero personas de 84 años con un 94% de minusvalía no sé yo si espera que vayamos en bicicleta o en patinete”, proclama.
La plaza ocupada y una multa inesperada
Esto afecta a trámites tan necesarios del día a día como hacer la compra. En la Ciudad Vieja no hay supermercados y moverse al mercado de San Agustín para ir a la plaza o al Gadis de esa zona -el supermercado más próximo- se les ha complicado también.
La mayor parte de la zona PMR de San Agustín está ocupada por un contenedor de obra
Con la plaza de movilidad reducida ocupada por unas obras, ella y su marido tuvieron hace unos días que buscarse la vida y dejar el coche en otro lugar. Por si fuera poco, al derecho que alguien se cargó se sumó la visita de la policía local.

Una de las plazas PMR de San Agustín está inservible
“Quería poner una multa”, cuenta María, ya que estaban aparcados en otro lugar al estar el aparcamiento inservible. “Aparcamos un momento, vino la policía y no hubo manera de convencerles”, lamenta. Ni plaza ocupada, ni apelación a la edad, ni a sus dificultades para moverse. “No hubo manera”, ya que todo era un “no, no, no, no aquí no se puede”.
Eliminación sin alternativa
En esta ocasión fueron unas obras, pero la desaparición de espacios reservados la ve constantemente. Se eliminan plazas de discapacitados, por alguna razón, y nunca se compensan en otro lugar como si, mientras duren las obras en cuestión, las personas que las necesitan recuperasen milagrosamente la capacidad de desplazarse a pie de forma autónoma.
Sin ir más lejos, lo acaba de comprobar en la calle Durán Loriga o en la oficina central de Correos, en el corazón de A Coruña. “Antes había un aparcamento de minusválidos enfrente de correos y ahora lo han quitado para poner una acera enorme, que yo todavía no he visto a nadie pasear por delante de correos en la acera”, relata María.

Furgoneta de Correos en A Coruña
A esa eliminación se suma la de otra plaza en Entrejardines, dos lugares muy cerca de la sede de la ONCE, “donde van muchísimos minusválidos. ¿A usted le parecen normal esto?”, se pregunta esta coruñesa.
Una propuesta para una situación que no va a ir a mejor
Con toda esta situación, María ya renuncia ir a la playa “porque no hay manera de aparcar cerca”. Por no hablar de que no se garantiza el derecho, por ley, a disponer de espacios reservados al lado de centros oficiales u hospitales. Y, ante esta falta de espacio para aparcar, propone una solución. Sin ir más lejos, en Madrid la tarjeta de movilidad reducida permite aparcar en la zona verde de residentes o en carga y descarga.
Una propuesta ante una situación que, a mejor no va a ir. Y es que, con el envejecimiento de la población, en el lugar de María estarán muchas personas más pronto que tarde. Por ello, pide la sensibilidad y empatía que hasta ahora no ha encontrado ni en el gobierno local ni en la oposición de A Coruña.
Y, por último, toda esta reflexión también apela al modelo de ciudad que se quiere consolidar. ¿Tiene sentido crear una zona centro que solo sea un escaparate? Es lo que se pregunta esta ciudadana, que apela a la clase política a “que piensen si realmente quieren que nuestras ciudades continúen activas y con vida. porque si les quitas completamente la posibilidad de aparcar y de entrar con el coche, se van a convertir en museos como Venecia”.