Titulitis aguda

Desde que los hijos de las familias más humildes accedieron a la universidad, la titulitis se convirtió en un mal nacional. Se acabó aquello de «¿estudias o trabajas?», porque todo el mundo estudiaba. Si no tenías un título, no eras nadie. Hasta se vanagloriaba el que tenía el título de bachiller superior frente al que sólo tenía el de bachiller elemental –el nombre lo decía todo–. Y éste, frente al que «no servía para estudiar» y se quedaba en la escuela primaria, y obligatoria, dejando pasar el tiempo hasta tener la edad de ponerse a trabajar.

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