Cuarto día de ola de calor en España con temperaturas extremas que se van a registrar durante las horas centrales del día, por encima de los 40 grados en parte del país. El calor sofocante se mantendrá por lo menos hasta el domingo, siendo el jueves el día de «valores máximos del episodio», según ha avisado la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).
Durante estos días hay que prestar especial atención a los consejos de las autoridades sanitarias: beber agua o líquidos con frecuencia, evitar las bebidas con cafeína, alcohol o muy azucaradas, permanecer en lugares frescos, a la sombra o climatizados, usar ropa ligera y reducir la actividad física en las horas de más calor.
Estas recomendaciones son claves para prevenir y mitigar los efectos negativos que el calor excesivo tiene sobre la salud, especialmente en grupos vulnerables como niños, personas mayores o gestantes.
Sin embargo, como explica a este periódico Victoria Góngora, nutricionista oncológica, «nos olvidamos de las pacientes con cáncer de mama», ya que reciben terapia endocrina —para reducir o bloquear los efectos de las hormonas sexuales femeninas en el cuerpo— y experimentan con frecuencia síntomas vasomotores como sofocos, sudoración intensa, insomnio y fatiga, que se ven agravados por el calor.
Este efecto «puede generar una mayor pérdida de líquidos y electrolitos, con riesgo de deshidratación, agotamiento. Además, algunos tratamientos como tamoxifeno o letrozol pueden inducir alteraciones en el perfil lipídico, pérdida ósea o disfunción renal», señala la especialista.
Los sofocos es uno de los síntomas más usuales en las mujeres que ya tienen la menopausia / FERRÁN NADEU
La alimentación es fundamental para aliviar estos efectos
Góngora señala que «es muy importante mantenerse bien hidratadas durante todo el día, incluso si no se tiene sensación de sed. Esto es especialmente relevante en personas mayores, ya que con la edad se reduce la percepción de la sed. Es recomendable recordarles que beban agua de forma regular».
Aunque es de sobra conocido, se debe evitar el alcohol, porque favorece la deshidratación y puede intensificar los sofocos. También conviene reducir el consumo de bebidas muy calientes, comidas copiosas o muy condimentadas.
La nutricionista oncológica propone a las pacientes con cáncer de mama en tratamiento hormonal los alimentos más adecuados para soportar estas temperaturas en plena ola de calor.
«Lo ideal es apostar por comidas frescas, ligeras y nutritivas. Por ejemplo, gazpachos, cremas frías, yogures sin azúcar o infusiones frías. Se debe mantener un buen aporte proteico diario, a través de alimentos como huevos, pescado azul —como, por ejemplo, sardinas—, legumbres o tofu. Una ensalada completa con huevo, tomate, aceitunas, legumbres y fruta de postre sería un buen ejemplo de comida equilibrada para estos casos«, recalca Victoria Góngora.
Hay que evitar, por otro lado, los alimentos ultraprocesados o con alto contenido en grasas, tales como hamburguesas o pizzas, ya que, además, «dificultan el sueño y aumentan la fatiga».

La alimentación debe formar parte del tratamiento contra el cáncer de mama / EPE
La nutrición es un tratamiento más contra el cáncer de mama
Para la experta, «sin duda» se debe prestar más atención a lo que comemos para superar la enfermedad, dado que este año se diagnosticarán más de 37.000 nuevos casos de cáncer de mama en nuestro país, según la previsión de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
La alimentación «debe entenderse como una parte fundamental del tratamiento oncológico. Una buena nutrición permite potenciar la eficacia de los tratamientos médicos, reducir sus efectos secundarios y favorecer una mejor recuperación«, recalca.
Una persona, por ejemplo, que está desnutrida se enfrentará mucho peor a cualquier tratamiento que otra que esté bien nutrida. Una persona que ha pasado por una cirugía y no se alimenta bien, probablemente tendrá muchas más dificultades para recuperarse y acceder al siguiente tratamiento.
Es habitual ver en consulta déficits nutricionales, sobre todo, de proteínas y fibra. «Es importante que las pacientes aseguren un buen consumo de proteína para mantener la masa muscular y sentirse saciada, y suficiente fibra para prevenir problemas digestivos. En este sentido, las dietas ricas en proteína vegetal —como las legumbres— han demostrado ser especialmente eficaces».
Hay señales muy fáciles de identificar que pueden ayudarnos a identificar una posible deshidratación: fatiga, dolor de cabeza, confusión, bajadas de tensión o sequedad en la boca. En pacientes mayores, que a veces no tienen sensación de sed o padecen algún grado de deterioro cognitivo, es esencial recordarles que beban agua frecuentemente y dejarles siempre a mano una botella de agua.

Archivo – Una mujer se abanica durante la ola de calor. / Marta Fernández – Europa Press – Archivo
La terapia endocrina también afecta a los huesos
«Uno de los efectos secundarios más conocidos es la pérdida de masa ósea, lo que puede llevar a osteoporosis», puntualiza. Para prevenirlo, se debe mantener unos niveles adecuados de vitamina D y calcio en sangre. «Esto se consigue con una alimentación variada, que incluya alimentos como lácteos, almendras, tofu, legumbres o pescados pequeños. También el ejercicio físico es fundamental para mantener la salud ósea».
Pero es bastante frecuente que se reduzca la frecuencia del ejercicio físico durante la época estival por las altas temperaturas. El calor y la fatiga pueden reducir las ganas de moverse, pero «hay que mantenerse activas dentro de lo posible. Lo ideal es adaptar el ejercicio a cada persona: caminar a primera hora de la mañana o última de la tarde, hacer ejercicios suaves en casa o seguir rutinas personalizadas. La alimentación y el deporte deberían ser adaptados a cada caso particular».
En la terapia hormonal no es común que se pierda el apetito. De hecho, en algunos casos puede aumentar. No obstante, en tratamientos como la quimioterapia, «sí puede haber una pérdida importante de apetito, tanto por los efectos secundarios digestivos como por la localización del tumor. En esto influyen factores emocionales como la ansiedad, el miedo o la depresión, que pueden reducir las ganas de comer».