Israel sigue en estado de ebullición en mitad de la brutal ofensiva en Gaza. Benjamin Netanyahu dice ahora que los tres objetivos de la guerra son vencer a Hamás, liberar a los rehenes y garantizar que Gaza deje de representar una amenaza para su seguridad. En ese orden.
Pero las dudas sobre los planes del primer ministro persisten casi dos años después del inicio del conflicto, derivado de los salvajes atentados del 7 de octubre. Un conflicto en el que Israel, según reconocen voces israelíes como la del escritor David Grossman y organizaciones locales de derechos humanos como B’Tselem, está cometiendo un genocidio.
¿Qué significa “vencer” a Hamás? ¿Es posible liberar a los rehenes sin negociar con el grupo islamista palestino? ¿En qué se traduce el objetivo de que Gaza deje de representar una amenaza para la seguridad de Israel? ¿Piensa Netanyahu en conquistar el territorio? ¿Piensa en recuperar los asentamientos a los que Ariel Sharon renunció de súbito en 2004? Las respuestas escasean.
Netanyahu nunca ha compartido en público sus planes para el día después de la guerra en Gaza. Motivo que provocó su ruptura con el exministro de Defensa, Yoav Gallant, sobre quien pesa una orden de detención de la Corte Penal Internacional (CPI) por la presunta comisión de crímenes de guerra y de lesa humanidad en Gaza. Orden de detención que comparte con el propio Netanyahu.
El primer ministro israelí sigue insistiendo en la “victoria total” contra Hamás sin explicar en qué consiste este plan. Muchos dudan de su viabilidad. Parece evidente, en cualquier caso, que la desmilitarización del enclave palestino es prioritaria.
Netanyahu anunció ayer que convocará este martes a los miembros del Gabinete de Seguridad para trasladara a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) la orden de extender las operaciones militares en Gaza, según Haaretz. Una señal inequívoca de que el primer ministro sigue decidido a mantener la ofensiva tras del fracaso de la última ronda de negociaciones en Doha.
La cúpula militar israelí descarta anexionar partes de la Franja, recuperar los asentamientos o imponer un Gobierno militar en el enclave palestino, como proponen tanto el ministro de Seguridad Pública, Itamar Ben Gvir, como el titular de Finanzas, Bezalel Smotrich, miembros más radicales de la coalición.
Según Reuters, los altos mandos del aparato de seguridad buscarán alternativas a los anhelos de la extrema derecha religiosa con las que convencer a Netanyahu. Alternativas como, por ejemplo, penetrar en las zonas centrales de Gaza donde todavía no han intervenido.
La presión externa ha dividido el Gabinete de Seguridad. Según el Canal 12, tanto el jefe del Estado Mayor de las FDI, Eyal Zamir, como el ministro de Exteriores, Gideon Sa’ar, quieren mantener en pie las conversaciones indirectas con Hamás. En cambio, el ministro de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, mano derecha de Netanyahu, además de los Ben Gvir y Smotrich, presionan para ampliar las operaciones militares en Gaza.
El primer ministro comparte la postura de este último sector. Tanto, que el Canal 12 informó ayer que había tomado la decisión de conquistar toda la Franja.
Pero los Comandantes por la Seguridad de Israel (CIS, por sus siglas en inglés), un grupo conformado por antiguos funcionarios del Ejército y del servicio exterior, han dicho basta. Más de 500 ex altos cargos del Mosad, el Shin Bet, la Policía y el Cuerpo Diplomático firmaron el pasado domingo una carta dirigida a Donald Trump en la que piden ejercer presión sobre Netanyahu para detener cuanto antes la guerra.
“Usted lo logró en Líbano. Es hora de hacerlo también en Gaza”, recoge la misiva remitida al inquilino de la Casa Blanca que suscriben figuras de la autoridad de Tamir Pardo, exdirector del Mosad, o Ami Ayalon, exdirector del Shin Bet.
El grupo de veteranos considera que, en el marco de la ofensiva, las tropas israelíes han conseguido “desmantelar las formaciones militares de Hamás y su estructura de gobierno”. “Hamás —escriben— ya no representa una amenaza estratégica para Israel”. “Perseguir a los altos mandos restantes de Hamás —añaden— puede hacerse más adelante”.
Los funcionarios israelíes retirados advierten en la nota que quienes no pueden esperar más tiempo son los rehenes. Sólo 20 de los 49 cautivos siguen con vida, según las estimaciones de la inteligencia israelí.
Los vídeos difundidos por Hamás de los rehenes Rom Braslavski y Evyatar David —ambos en estado de extrema delgadez y este último cavando su propia tumba— consiguieron su cometido de conmocionar a la sociedad israelí, pero abonaron la tesis de Netanyahum que argumentó después que, a tenor de las imágenes, “Hamás no está realmente interesado en un acuerdo”.
Los manifestantes sostienen banderas israelíes y un cartel que dice «Todos somos Gali Baharav-Miara» (Fiscal General de Israel) durante una manifestación contra la reforma judicial.
EUROPA PRESS
Hacia una crisis constitucional
En paralelo, el Gobierno de Netanyahu aprobó este lunes por unanimidad —aunque con la ausencia destacada del propio Netanyahu— la destitución de la fiscal general del Estado, Gali Baharav-Miara, que investiga los tres casos de corrupción que salpican al primer ministro y a su entorno más próximo.
La decisión no tiene precedentes en la historia del Estado de Israel. Aunque, en realidad, el cese no guarda relación con el curso de la guerra en Gaza. “Se trata de dos canales paralelos: la gestión de la guerra y el debilitamiento del sistema de aplicación de la ley”, adelantaba en conversación con este periódico Nimrod Novik, asesor diplomático del difunto Shimon Peres.
“En el marco de la campaña para debilitar al poder judicial, su destitución es un win-win: si ella renuncia, nombrarán a un lacayo que no frenará medidas ilegales; si el Tribunal Supremo dictamina que la destitución es ilegal, volverán a atacarlo diciendo que no permite gobernar a pesar de que no fue elegido”, explicaba Novik.
En efecto, el Tribunal Supremo bloqueó de inmediato la destitución y explicó que la medida no podrá entrar en vigor hasta que pueda determinar la legalidad del procedimiento utilizado para llevarla a cabo. El Gobierno, sin embargo, ignoró el pronunciamiento de manera automática.
Los argumentos de Baharav-Miara, que había advertido con anterioridad a los miembros del Gabinete que su destitución permitiría a los próximos gobiernos apartar a la fiscal general por motivos políticos, no convencieron a los compañeros de filas de un Netanyahu que sigue a la ofensiva en todos los frentes.