La revista The Lancet ha enviado un mensaje inequívoco a los líderes mundiales reunidos en Ginebra para negociar el futuro de los plásticos: «no podemos reciclarnos para salir de esta crisis». Revela una conexión directa entre los plásticos y las epidemias de cáncer, la infertilidad o las enfermedades cardíacas, y pone sobre la mesa la única opción viable: cerrar el grifo.
La expresión “planeta plástico” ya no alude solo a los océanos cubiertos de botellas; describe también un paisaje íntimo: las partículas que respiramos, que atraviesan la placenta o que se alojan en tejidos tan protegidos como la médula ósea. Esa es la imagen que despliega el nuevo informe The Lancet Countdown on Health and Plastics. Publicado el 4 de agosto, el trabajo cataloga la contaminación plástica como “una crisis sanitaria grave, creciente y subestimada” y pone cifras al daño: 1.5 billones de dólares en costos médicos y de productividad perdidas cada año, centenares de miles de muertes prematuras y un abanico de enfermedades que van de malformaciones congénitas a cánceres hormonodependientes.
Lo disruptivo no es sólo la magnitud, sino el enfoque. Hasta ahora, la conversación global sobre plásticos se había centrado en el impacto ecológico y, en menor medida, climático. The Lancet desplaza el foco al cuerpo humano y propone un “cuadro de mando” anual —similar al que la revista pública sobre cambio climático— para evaluar cómo evoluciona la producción de polímeros, la exposición ciudadana y la carga mundial de enfermedad. Con ello, la salud se convierte en una palanca política poderosa justo cuando la ONU enfrenta la recta final de la negociación de un tratado internacional contra la contaminación plástica (INC-5.2), que se desarrolla en Ginebra del 5 al 14 de agosto.
El interior del plástico
El informe disecciona la cadena de valor desde la extracción de hidrocarburos (fuente de 98% de los polímeros) hasta la degradación a micro- y nanoplásticos. Entre los hallazgos que remueven conciencias destaca la química opaca: se emplean 16.000 sustancias distintas, de las que tres de cada cuatro carecen de pruebas toxicológicas públicas. Esas sustancias químicas “ingresan al cuerpo humano a través de la ingestión, inhalación y absorción dérmica”, a menudo desde envases y embalajes de alimentos y bebidas.
También la exposición prenatal: partículas y aditivos atraviesan la barrera placentaria y se asocian a partos prematuros, bajo peso y alteraciones del desarrollo neurocognitivo. Asimismo, el informe evidencia una epidemiología emergente: estudios de cohorte relacionan ftalatos (plastificantes) como DEHP con 100.000 muertes cardiovasculares anuales sólo en Estados Unidos. Añadan bisfenoles y retardantes de llama cuya factura supera los 1,5 billones.
Por último, The Lancet llama la atención sobre una carga desigual: el 57% de la basura plástica en países de renta baja se quema al aire libre, generando partículas ultrafinas y dioxinas que disparan asma, EPOC y cáncer de pulmón. El resultado es una injusticia ambiental que reproduce la brecha Norte-Sur.
Referencia
The Lancet Countdown on health and plastics. Philip J Landrigan et al. The Lancet, August 03, 2025. DOI: 10.1016/S0140-6736(25)01447-3
Desafío a la ONU
Los delegados de la ONU reunidos en Ginebra en tienen sobre la mesa tres preguntas envenenadas. La primera ¿cerramos el grifo?: países como Ruanda o la UE defienden un tope jurídico a la producción de resina virgen; pero la industria petroquímica —respaldada por EE.UU. UU., Arabia Saudita o China—ve la medida como anatema.
Segunda cuestión, química bajo lupa : el borrador propone listas negras de aditivos tóxicos. América Latina teme que una regulación excesiva ahogue su naciente sector de reciclaje químico, mientras la Organización Mundial de la Salud exige priorizar compuestos endocrinos. Y tercer desafío, finanzas para el Sur : sin fondos, los países que hoy queman su basura seguirán haciéndolo. Se baraja crear un “Fondo Plástico” basado en tasas a fabricantes, análogo al Fondo Verde del clima.
El informe de The Lancet cambia el marco: no se negocia sólo por tortugas atrapadas en redes, sino por enfermedades medibles en los presupuestos de salud.
¿Y si Ginebra fracasa?
The Lancet perfila dos escenarios. Con tratado ambicioso, la producción global podría reducirse a niveles de 2019 y se eliminarían los aditivos de “alto riesgo” antes de 2035. Sin acuerdo, se proyecta una triplicación de la fabricación para 2060 y un aumento proporcional de la carga de enfermedad. No hay punto medio: el plástico es un tapón que se retira o que se incrusta más hondo en el cuerpo humano.
El Countdown on Health and Plastics publicará en 2026 su primer informe de seguimiento. Será el termómetro de cuanta ambición —o resignación— contiene el futuro tratado. Y funcionará también como recordatorio anual de que cada botella descartable es, antes que residuo marino, un costo sanitario diferido.