El arresto domiciliario de Jair Bolsonaro es observado como la consecuencia de sus desafíos a la justicia cuando el Tribunal Supremo Federal (STF) de Brasil avanza en el proceso en contra del expresidente por su centralidad en el intento de golpe de Estado contra Luiz Inacio Lula da Silva. Pero la decisión adoptada por el juez Alexandre de Moraes no puede desligase de una trama mucho más amplia y compleja: en dos días deben comenzar a regir los aranceles del 50% que impuso Estados Unidos a las exportaciones brasileñas. La medida ha tenido fundamentos más políticos que comerciales. Donald Trump invocó la situación judicial que enfrenta el líder ultraderechista. Bolsonaro se consideró en un punto blindado por la Casa Blanca. El STF respondió. El bolsonarismo y Washington no permanecerán inactivos.
El excapitán del Ejército tiene un viejo y áspero pleito con De Moraes que se remonta a 2022. La causa por la intentona golpista del 8 de enero de 2023 no ha hecho más que radicalizar la animosidad. Bolsonaro ha desafiado a su principal antagonista, en un plano mucho más que Lula, y también a todo el STF con distintas acciones públicas. La tobillera electrónica no atenuó sus intervenciones, que buscaron no solo forzar la amnistía de los partícipes de la embestida contra la sede de los poderes públicos en Brasilia, una semana después de la asunción del presidente de izquierdas, sino, a estas alturas debilitar su figura y al mismo Gobierno de cara a las elecciones de 2026. El Parlamento, la calle y las redes sociales se convirtieron en campos de esa batalla. Para De Moraes, Bolsonaro cruzó el límite de lo tolerable cuando su voz se escuchó en directo durante una marcha en Río de Janeiro contra el magistrado que tuvo una inmediata propagación en el espacio virtual.
Algunos analistas creen que De Moraes, cuyo alto protagonismo provoca desconfianza aun en sectores que no simpatizan con el bolsonarismo, ha caído en una trampa. De acuerdo con el diario paulista ‘Estado’, cuando Flavio Bolsonaro comenzó a intervenir en las redes sociales en nombre de su padre, utilizó una suerte de «señuelo» para provocar la ira del juez y crear mejores condiciones para las acciones de Trump contra Brasil. «De Moraes le da a Bolsonaro en bandeja lo que más busca: oportunidades para hacerse pasar por mártir«, señaló en su editorial. La ultraderecha ha encontrado un motivo para redoblar sus reclamaciones a la Casa Blanca, justo cuando se había abierto una muy pequeña posibilidad de negociaciones bilaterales. El diario paulista ‘Folha’ plasmó en su editorial la confusión que reina aun entre quienes desprecian al ultraderechista. «Bolsonaro es un enemigo de la Constitución de 1988 y de las libertades civiles. Si no hubiera sido frenado por la intransigencia democrática de la sociedad y las instituciones brasileñas (en las elecciones), se habría convertido en un dictador». Pero Brasil «debe reconocer» que el excapitán «tiene plena libertad para defenderse ante la justicia y expresarse donde quiera». Los demócratas «no se convierten en tiranos para combatir la tiranía». De Moraes «se equivocó al intentar silenciarlo».
La irrupción de Trump en la escena brasileña está lejos de haber sido intempestiva. Eduardo Bolsonaro se encuentra en Washington desde hace meses como articulador de una política que ha encontrado su primera traducción en los inéditos aranceles y en las sanciones contra el juez De Moraes. La velocidad con la que actuó el magnate republicano obedece en un punto a los tiempos de la agenda brasileña: en septiembre comienza la última etapa del juicio a los acusados de conjurarse contra Lula e inclusive intentar asesinarlo. Según el diario carioca ‘O Globo’, el arresto domiciliario de Bolsonaro no debería afectar el ritmo de un proceso que puede terminar en históricas condenas. Antes de fin de año podría haber novedades, si no existen imprevistos o cambios de escenario.
La ex primera dama Michelle Bolsonaro se prepara para ganar protagonismo. «Y los cielos anunciarán su justicia, porque Dios mismo es el juez», escribió en Instagram, con una Biblia en la mano. Ella es considerada por grupos ultras como una potencial «presidenciable» en 2026. Por lo pronto, el clan familiar ha pedido a los gritos la destitución del juez que demoniza. El bolsonarismo espera exhibir su capacidad movilizadora y reforzar la alianza con sectores del evangelismo pentecostal. La ultraderecha no tiene todo por ganar. Cada vez que se ampara en la figura de Trump y reclama a Estados Unidos una dureza implacable no hace más que lanzar un bumerán que atenta contra sus propios intereses. Una reciente encuesta de la consultora Datafolha muestra que el 70% de los entrevistados rechazan las medidas adoptadas por la Casa Blanca. Bela Megale, analista de ‘O Globo’, da cuenta de que los aliados de Bolsonaro están preocupados ante la posibilidad de que el arresto domiciliario provoque la depresión del líder. Desde que comenzó a usar una tobillera electrónica, Bolsonaro oscila entre «buenos y malos momentos» emocionales. «No por casualidad, se turnaban para visitar al capitán retirado y evitaban dejarlo solo». La disposición de De Moraes no permite ahora ese tipo de visitas.
El paso dado por De Moraes encuentra al Gobierno en medio de interpretaciones encontradas. Parte del círculo más estrecho de Lula teme que el arresto domiciliario de Bolsonario exaspere mucho más a Trump. Temen que el multimillonario utilice la decisión judicial como pretexto para obstaculizar cualquier tipo de acuerdo mínimo. Por el momento solo se ha pronunciado el Departamento de Estado y fue para condenar lo ocurrido. Tal es la preocupación oficial que Lula se proponía encabezar este martes una reunión del Consejo de Desarrollo Económico y Social Sostenible (CDESS) para analizar los caminos que se abren a partir de la imposición de los aranceles. El presidente reconoció que existen límites en la capacidad de maniobra de Brasil. Pero también advirtió el pasado fin de semana: «No somos una republiqueta. Intentar utilizar un tema político para penalizarnos económicamente es inaceptable». Lula no tiene a todo el empresariado local a su favor. Y los mercados seguramente se preparan para opinar sobre el nuevo escenario político.
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