“Llevo unos dos años sin relacionarme con nadie de forma romántica y afectiva. La verdad es que nunca fue una decisión consciente, sino que empecé a sentir que necesitaba un descanso y, honestamente, nunca he estado mejor. La realidad es que esto no tiene que ver con los hombres como tal sino con mi forma de relacionarme con ellos, que no era saludable.» Así lo contaba en TikTok la ‘influencer’ Aloma Martínez, que forma parte de un grupo en aumento de jóvenes que, al menos durante un periodo de tiempo, han optado por el celibato voluntario, una tendencia que ha ganado visibilidad en redes sociales bajo ‘hashtags’ como #celibacy, que ya supera los 195 millones de visualizaciones.
Durante los últimos diferentes tendencias y conceptos virales como ‘hook up culture‘ (encuentros sexuales sin lazos afectivos), ‘incel‘ o ‘femcel‘ (célibes involuntarios que se sienten excluidos del ámbito sexual) se han popularizado a la vez que arquetipos como ‘lolita‘ o ‘madonna‘ resurgían en el vocabulario y la cultura pop de las nuevas generaciones. ¿Hay algún nexo entre estas ideas? Las relaciones, la sexualidad, la pureza, el empoderamiento… todo siempre vinculado a chicas y mujeres, a la feminidad y a cuestionar qué es lo adecuado.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte se ha visto un cambio de ‘frame’: del ‘me acuesto con quien quiero porque puedo’, al ‘no me acuesto con nadie para estar mejor’. Se trata, por tanto, de un fenómeno opuesto al de los ‘incels’, la subcultura de hombres misóginos que consideran que tener relaciones sexuales es un derecho y culpan y atacan a las mujeres por no poder obtenerlo.
Nunca fue una decisión consciente, simplemente comencé a sentir que necesitaba un descanso y, honestamente, nunca he estado mejor
Para muchas chicas, el celibato no responde a motivos religiosos o ideológicos, sino a una forma de autocuidado. Surge tras malas experiencias, desinterés o para salir de dinámicas perjudiciales. Algunas jóvenes dicen que el sexo casual no les aporta nada y que la abstinencia, o un tiempo de pausa, les ha dado paz. La creciente información sobre consentimiento y salud mental, y la visibilización de la asexualidad, refuerzan esta elección. “Hasta que no encuentre a alguien mínimamente válido, no pienso perder el tiempo”, decía la ‘influencer’ Eira Scheper tras un año de celibato. Y añadía: “Estoy empezando a ver un patrón parecido entre mis amigas: estamos todas igual».
Tendencia creciente
Este cambio no es anecdótico. Una encuesta de EEUU reportó que entre 2022 y 2023, uno de cada tres jóvenes menores de 25 años no habían mantenido relaciones sexuales en los últimos tres meses, una tasa que dobla la registrada en la década anterior. Y en Francia, el porcentaje de jóvenes sin sexo en un año ha pasado del 5% en 2006 al 28% en 2023. Además, las búsquedas en Google sobre “celibato” se dispararon un 90% solo en enero de este año, coincidiendo con una oleada de contenido en redes sobre este tema.
El celibato voluntario ha ganado visibilidad en redes sociales bajo ‘hashtags’ como #celibacy, que ya supera los 195 millones de visualizaciones
No obstante, psicólogas y expertas en sexualidad advierten de que este cambio podría ser un retroceso disfrazado de empoderamiento. “Hay que ver qué hay detrás de estas chicas en redes: religión, industria, algún movimiento social…”, plantea la psicóloga Cristina Brull. En un contexto de retorno a lo tradicional, se pregunta hasta qué punto esta dinámica realmente beneficia a las mujeres. Ante estos malestares, apunta la especialista, una clave sería que «los hombres trabajaran más su forma de relacionarse, no que las mujeres vean el celibato como única salida”.
Este fenómeno plantea una pregunta central: ¿qué lo motiva? ¿Desconexión emocional, protección tras malas experiencias o rechazo a valores conservadores cada vez más presentes entre chicos jóvenes? «Muchas chicas no queremos repetir patrones vistos en nuestras madres o abuelas, ni tener que lidiar con el acoso, el ‘stalkeo’ o la discriminación -apunta Emma, de 22 años-. Si somos heterosexuales y ya no queremos educarlos ni cambiarlos, el celibato para muchas puede ser una forma de decir basta y tomar distancia».
Hasta que no encuentre personas que sean mínimamente válidas, no pienso perder el tiempo
En Corea del Sur surgió en la década pasada el movimiento 4B, feminista radical y polémico por sus posturas misándricas y transfóbicas, basado en cuatro principios: no sexo, no citas, no matrimonio, no maternidad con hombres. Fuera de Asia, el colectivo ganó atención tras la reelección de Trump en 2024 como forma de rechazo al retroceso en derechos femeninos. En contextos similares, algunas chicas optan por el celibato heterosexual como forma de prevención ante relaciones que no les aportan y sí implican riesgos.
Más allá del factor político, desde el equipo de psicólogas de NUA Clínic se preguntan por qué este empoderamiento y esta conexión con una misma no pueden darse teniendo relaciones con otras personas. «Si en algún momento sales del celibato, ¿te desenfocarás de ti misma, de tus intereses y de tu bienestar?», apuntan. Por mucho que sea de forma insconsciente, afirman, es posible que haya una negación de una parte de la mujer. «La sexualidad femenina queda otra vez relegada a ser un tesoro, algo que hay que proteger y preservar», cuestionan.
Si hay algún momento en qué salgas de este celibato, ¿Te desenfocarás de ti misma, de tus intereses y de tu bienestar?
Entorno digital: agotamiento, presión y rechazo
Otro factor clave es el papel de las ‘apps’ de citas, donde muchas chicas denuncian dinámicas tóxicas como ‘ghosting’, acoso o competencia constante por la atención. Para algunas, alejarse de ese entorno resulta sanador. La terapeuta Meg-John Barker explica: “El celibato puede ser una decisión consciente, pero también algo en lo que simplemente te deslizas, y eso está bien. Lo importante es preguntarte qué te aporta: ¿te estás alejando del sexo, o de la intimidad? ¿Son lo mismo para ti?”. Jana, de 22 años, mantuvo el celibato tras una etapa confusa: “En aquel momento, las relaciones que tenía no me aportaban nada. Fue un parón que me ayudó a sanar y repensar cómo quería vivir mi sexualidad”.
Para muchas, esta etapa de celibato no tiene una fecha de finalización, ni necesariamente un objetivo claro. Simplemente la viven como un periodo de enfoque en una misma, un proceso de recuperación o una elección que se ajusta mejor a sus necesidades del momento. No se trata, dicen, de algo impuesto o moralizante, sino de una experiencia introspectiva, flexible y, sobre todo, propia. «El celibato voluntario no es un fenómeno homogéneo. Puede ser una respuesta al trauma, una señal de hartazgo, una decisión política o simplemente una etapa personal -apunta Ona, de 23 años, que lleva unos meses en ‘pausa’-. Pero su auge plantea preguntas: ¿por qué tantas jóvenes sentimos que debemos apartarnos para estar bien? Es más: ¿podemos imaginar nuevas formas de relacionarnos que no exijan renunciar a la intimidad para mantener un cierto equilibrio?».
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