«Mi padre estaría profundamente decepcionado por el actual estado de América y por la actuación política de mi hermano». Así de contundente se muestra Kerry Kennedy en declaraciones exclusivas a Prensa Ibérica, con motivo del centenario del nacimiento de Robert F. Kennedy. Como presidenta de la organización de derechos humanos que lleva el nombre de su padre, Kerry Kennedy reflexiona en esta entrevista sobre el legado de RFK en la lucha por la justicia y la igualdad, el preocupante aumento del autoritarismo y la profunda polarización política. Tampoco elude el asunto más sensible que ha provocado un cisma familiar: la afinidad de su hermano, Robert Kennedy Jr., con el entorno de Donald Trump, una cercanía que, a su juicio, «contrasta fuertemente con los valores» por los que lucharon incansablemente tanto su padre como su tío, John F. Kennedy.
-En el centenario de su nacimiento, ¿qué opinaría Robert Kennedy del momento que atraviesan los Estados Unidos?
-Mi padre se presentó a la presidencia en 1968, durante un período increíblemente turbulento en la historia de nuestro país. La guerra de Vietnam hacía estragos y la violenta agitación desgarraba las ciudades y los campus de nuestra nación. Papá estuvo al lado de líderes de los derechos civiles como John Lewis y luchó por los derechos fundamentales de todas las personas, una lucha que reveló tanto lo mejor como lo peor de la sociedad estadounidense. Si viera dónde estamos hoy, se sentiría decepcionado.
-¿Hasta qué punto le sorprendería el rumbo que ha tomado el país?
-Creo que estaría muy decepcionado al vernos retroceder después de todo el progreso que hemos logrado. Le alarmaría la elección de un líder que aviva la retórica racista y xenófoba, y creo que tomaría la decisión de llamar a los estadounidenses a la acción. Mi padre nos recordaría que cada individuo tiene la oportunidad y la obligación de luchar por un mundo mejor, donde tengan sitio la compasión y el coraje moral.
A mi padre le alarmaría la elección de un líder que aviva la retórica racista
-¿Cuál es el recuerdo más preciado que tiene de su padre y cómo ha influido en su vida y en su trabajo en Robert Kennedy Human Rights?
-Mi padre estaba sentado arriba en su estudio, trabajando en la única habitación de nuestra espaciosa casa a la que ninguno de los niños podíamos entrar, a menos que fuera un asunto de suma urgencia. Ahora sé que fue en ese gran escritorio marrón donde escribió sus libros y a menudo redactó discursos memorables y nuevas leyes.
-Hábleme, por favor, de algún recuerdo de infancia, como sus juegos con su hermano Michael.
-Un ejemplo: mi hermano Michael y yo recreábamos la Segunda Guerra Mundial en el viejo magnolio que dominaba el patio trasero de Hickory Hill, la casa de campo donde vivíamos en McLean, Virginia. Como de costumbre, Michael exigía ser el estadounidense victorioso, mientras que a mí, dos años menor, más débil y no tan buena tiradora, me asignaba el papel del alemán derrotado. En el árbol teníamos dos casas, y los estadounidenses mantenían el fuerte que dominaba las ramas superiores.
-¿Era muy duro con usted?
-Mientras yo escalaba en vano, Michael me lanzaba vainas de magnolio, que parecían granadas de mano y que rebotaban en mi cabeza. Después de recibir un fuerte golpe directo, me bajé del árbol a toda prisa y corrí hacia la casa, subiendo a brincos las escaleras alfombradas de rojo e irrumpiendo en el estudio de mi padre sin llamar. Entré allí llorando.
-¿Cómo reaccionó su padre?
-Se volvió desde el escritorio y, al caer en sus brazos, me abrazó, me besó y me dijo que me quería. Mientras le contaba mis penas, me secó las lágrimas y me pidió que fuera a buscar a Michael. En ese mismo momento supe que me salvaría de aquel horrendo ataque y que la justicia prevalecería. Mi padre siempre era justo. ¡Era el Fiscal General de los Estados Unidos de América!
-¿Cuál fue la «sentencia» de Robert Kennedy en aquel conflicto infantil?
-Cuando volvimos, papá me dijo que, con los dos presentes, tenía que escuchar la versión de Michael como había escuchado la mía. Aquello me irritó mucho entonces, pero años después me vi obligada a aceptar que yo no tenía toda la razón y que mi hermano no estaba del todo equivocado. Finalmente, papá nos mandó darnos un beso, reconciliarnos e ir a nuestras habitaciones a leer durante una hora.
-¿Qué lección de su padre le ha quedado más grabada?
-Como adulta, reconozco que las lecciones que mi padre nos enseñó de niños reflejaban las mismas creencias que quería que abrazara toda la nación: un sistema de justicia que goce de la confianza de todas las partes; una paz que no solo se consigue rezando, sino luchando a diario por alcanzarla; y tener el coraje para enfrentar la verdad sobre nosotros mismos y sobre aquellos a quienes consideramos nuestros enemigos.
La justicia no solo se consigue rezando, sino luchando a diario por ella
-¿En qué medida cree que sigue vigente el legado de Robert Kennedy para las generaciones actuales?
-Mi padre creía en la justicia y la igualdad. Consideraba su carrera como un servicio público, no para buscar poder para sí mismo, sino para hacer del mundo un lugar mejor para las personas que se enfrentan a la pobreza, el racismo, la injusticia y la violencia. Esos principios son atemporales y tan relevantes hoy como lo fueron en la década de 1960. Papá también creía que la juventud es nuestro mayor recurso natural y conocía el poder de una generación joven y comprometida. Él tenía 32 años cuando se convirtió en Fiscal General. En aquel entonces, Martin Luther King Jr. solo tenía 26. Papá creía que la próxima generación era nuestra mayor esperanza.
-Según la fundación que usted preside, ¿cuáles son los desafíos más apremiantes en materia de derechos humanos?
-Creo que el principal desafío al que nos enfrentamos es la sensación de inutilidad, la creencia de que nuestros esfuerzos para mejorar el mundo serán en vano y que no merece la pena intentarlo. Por eso, en RFK Human Rights capacitamos a la próxima generación para convertirla en defensora de los derechos humanos a través de nuestro programa educativo “Habla la Verdad al Poder” (Speak Truth to Power). Queremos que conozcan sus derechos, sepan cómo hacerlos valer y cómo unirse a otros que también están decididos a crear un mundo más justo y pacífico.
-¿Cómo ha evolucionado el trabajo de su organización y cuáles son sus prioridades actuales?
-Robert Kennedy Human Rights se fundó en 1968 para continuar la obra inconclusa de mi padre en materia de justicia social, y fue diseñada para evolucionar con las necesidades cambiantes de los tiempos. Durante más de una década, hemos estado asumiendo casos que promueven los derechos fundamentales y la dignidad humana. Colaboramos con defensores de los derechos humanos y organizaciones de base en América Latina, Asia y África. Utilizando mecanismos judiciales internacionales, nuestros abogados asumen casos que promueven la libertad de expresión, la protesta pacífica y las elecciones justas. Nos hemos centrado durante mucho tiempo en la protección del espacio cívico: las libertades de reunión, asociación y expresión, y el derecho a disentir sin miedo a represalias o persecución. En España tenemos una sede que preside María Díaz de la Cebosa.
-¿Puede destacar alguna iniciativa reciente de la Fundación que le parezca particularmente inspiradora?
-Recientemente, comenzamos a representar a diez hombres venezolanos que fueron deportados de Estados Unidos sin el debido proceso y enviados a una megacárcel en El Salvador. Estos hombres han sido blanco de la administración del presidente Trump y se han quedado en un limbo legal: no tienen protección y ninguna forma de contactar con sus familias. Muchos de nuestros clientes tenían permisos de trabajo, solicitudes de asilo pendientes o Estatus de Protección Temporal; sin embargo, fueron arrestados únicamente porque tenían tatuajes y se les negó el debido proceso básico garantizado por nuestra Constitución. Junto con mis colegas, fui a El Salvador el mes pasado y escuché historias horribles de supervivientes que habían estado recluidos en esas mismas cárceles. Esto no debería ser un asunto partidista.
-¿Cree usted que el autoritarismo está creciendo en el mundo? ¿Ve alguna salida a la profunda polarización política que vive hoy Estados Unidos?
-A lo largo de la historia vemos gobiernos y líderes que reprimen la libertad de expresión en nombre del «orden». El autoritarismo siempre ha existido y sigue existiendo. Pero mi padre, como muchos otros antes que él, sabía que la violencia —incluida la violencia de Estado— solo engendra más violencia. La represión solo fomenta más agravios. El libre intercambio de ideas, incluso en forma de protesta y disidencia, es una piedra angular de las sociedades democráticas.
Las divisiones en nuestro país hoy son innegables y profundamente preocupantes. Pero aunque este momento resulte excepcionalmente duro, no carece de antecedentes. La historia nos enseña que podemos salir más fuertes cuando apostamos por el coraje moral sobre la conveniencia política, y la dignidad humana sobre la ganancia partidista.
-¿Qué tipo de líderes se necesitan para revertir esta situación?
-Para superar la polarización necesitamos líderes honrados y comprometidos, un liderazgo que apele a nuestros mejores ángeles en lugar de a nuestros instintos más bajos. Pero el liderazgo no se limita a quienes ocupan cargos electos. Cada uno de nosotros tiene poder y responsabilidad. Lo más importante es escuchar a los demás, crear un espacio para un diálogo genuino, especialmente cuando estamos en desacuerdo. Escuchar no significa legitimar el odio; significa reconocer la humanidad en los otros y trabajar para sanar las heridas que nos separan.
-Usted fue criada para creer que la política es una profesión honorable. ¿Sigue mereciendo la pena dedicarse a ella?
-Sí. Aunque no esté de acuerdo con muchos de nuestros políticos electos, creo que la mayoría de ellos van a trabajar cada día intentando hacer lo mejor dentro de sus posibilidades. Papá dijo que «el gobierno tiene que estar donde la gente sufre». Creo que esa es una buena definición de la política por la que merece la pena sacrificarse.
-Hablemos de su hermano, secretario de Salud y Servicios Humanos del Gobierno de Donald Trump y activista antivacunas. ¿Qué opina de la posición política de Robert Kennedy Jr.?
-Quiero a mi hermano y realmente disfruto de su compañía, pero discrepamos en casi todos los temas de política.
-¿Qué pensarían su padre y su tío de su cercanía a la administración Trump?
-Creo que compartirían mi profunda decepción, ya que esta administración contrasta fuertemente con los valores por los que ellos lucharon tan incansablemente.
La cercanía de mi hermano con Trump contrasta fuertemente con los valores de mi padre
-Para terminar, ¿qué consejo le daría a los jóvenes que se sienten frustrados con la política actual?
Es fácil desilusionarse, pero el mundo hoy alberga la generación de jóvenes más grande de la historia. ¡Tienen una voz y la necesitamos ahora más que nunca! No son demasiado jóvenes para liderar ni demasiado pequeños para marcar la diferencia. ¡Salgan y luchen, ahora. El mundo los necesita! Como nos exigió el difunto congresista John Lewis: métanse en algunos «buenos problemas».
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