Como si de pinturas costumbristas se tratasen, las faenas del campo y de la mar, los trajes típicos, las fiestas populares e incluso un solitario paseo al atardecer junto a una parada de guaguas captados por el fotógrafo Carlos Cantón de Celis, un leonés afincado —«y enamorado», como reconoce— en Lanzarote, reflejan la otra joya endémica de esta Isla canaria: las mujeres y hombres que la habitan.
El reputado profesional ha puesto sobre ellos en su último trabajo el objetivo de su cámara porque, explica, «cuando llegué a Lanzarote por primera vez hace años lo que de entrada me llamó la atención, creo que esto le pasa a todo el mundo, fue el paisaje, sin duda es extraño y precioso a partes iguales pero cuando vives y estás asentado ya en la Isla; cuando realmente empiezas a conocerla de verdad es cuando te das cuenta de que su gente es lo que la hace especial. El paisaje», admite, «no es más que el recipiente; un bonito recipiente. Pero su gente para mi es su mayor valor».
Esta serie de imágenes que Cantón de Celis ha ido publicando en su perfil de Instagram —@carloscantonfotografia— es la segunda declaración de amor a Lanzarote del fotógrafo tras la colección de instantáneas que dedicó hace casi dos años a los paisajes, la flora y la fauna de la Isla empleando la técnica de apilamiento de foco, también conocida como focus stacking, consistente en hacer una serie de fotografías, enfocando el elemento a retratar desde el punto más cercano que te permite el objetivo hasta el infinito, para luego unirlas todas en una única imagen que está enfocada perfectamente desde unos pocos centímetros hasta el horizonte consiguiendo primeros planos potentes y que son una de las características que identifican su estilo.
Sin embargo, Carlos Cantón ha optado por otro método para realizar la nueva serie dedicada al paisanaje lanzaroteño.
«A la hora de abordar ese tipo de trabajos, yo creo que hay dos modelos o estilos de fotógrafos que podría denominar como callejeros: los que recorren la ciudad buscando un instante que les llame la atención para disparar y luego están quienes buscan un lugar y esperan a que algo ocurra. Yo soy de los segundos», admite.
«Busco una localización que me guste y estudio su luz, algo que yo considero lo más importante para crear un ambiente. Luego», prosigue este leonés, «regreso a ese mismo sitio a la hora que creo que la luz es la adecuada y espero con la cámara preparada a que suceda algo… Suena muy loco y puede que lo sea», confiesa, «porque la mayoría de las veces no pasa nada y regreso de vacío pero cuando sí que pasa algo tengo la foto que quiero, con la luz que me gusta con el ambiente y el lugar que he elegido. Pienso que la mayoría de las veces tengo las fotografías en mi cabeza antes de tirarlas», dice este profesional cuyas imágenes «ni cuentan con una excesiva manipulación ni mucho menos las paso por inteligencia artificial».
Fotografías de Carlos Cantón sobre la vida y las gentes de Lanzarote / @carloscantonfotografia
Aunque Cantón de Celis no lo diga, lo cierto es que su defensa de la naturalidad demuestra que aún hay cosas y lugares que, fotográficamente hablando, no necesitan ningún tipo de retoque para lucir espectaculares porque como sucede en el caso de Lanzarote es imposible que cualquier arreglo mejore ni la imagen original de la Isla ni, por su puesto, la singularidad de sus habitantes y sus tradiciones.
Las fotografías de los experimentados tripulantes de las barquillas Ingrid y La Angelita no precisan manipulación para transmitir su papel en el desarrollo lanzaroteño; tampoco los necesitan los parranderos de los buches, en Arrecife, ni los integrantes de los Diabletes del Carnaval de Teguise ni, mucho menos, quienes pasean sobre el empedrado de la histórica Villa conejera.
¿Alguien cree, por ejemplo, que las caras de disfrute de los niños lanzándose desde el Puente de las Bolas al mar se pueden mejorar a base de photoshopeo? ¿O genera dudas que la imagen del camellero en el entorno del Parque Nacional de Timanfaya sería imposible que surgiese de la Inteligencia Artificial? Carlos Cantón demuestra lo mismo en esta serie sobre el paisanaje de Lanzarote cuando retrata una procesión, el descanso junto al océano en la sombra de uno de los callejones de la Isla, los pescadores faenando o preparando las redes y boyas al lado del mar, los paseos en Famara al atardecer —con perro incluido—, un cabrero pastoreando o, entre otras, los niños pescando en el norte de la Isla o la niña que junto a su madre empuja un carrito de muñecas en los alrededores de una carpa de circo.

Fotografías de Carlos Cantón sobre la vida y las gentes de Lanzarote / @carloscantonfotografia
«Intento retratar a personas auténticas», explica el leonés.
«Son gente normal y corriente, como todos nosotros; no busco grandes hitos ni situaciones o acontecimientos excepcionales. Realmente fotografío mi día a día, aquello que veo en la Isla; así de simple», admite este profesional a quien el bichillo de la fotografía le inocula su veneno cuando apenas había cumplido once años aunque de manera oficial empezó su carrera como ayudante de fotografía en el año 1986 en el estudio de fotografía de Rubén Gordé, en Madrid, donde ya se forma como fotógrafo publicitario realizando encargos para distintas firmas destacadas como Philip Morris, Renault, Asland y Lancome, entre otras.
Posteriormente, afincado de nuevo en su León natal, donde ha ejercido la mayor parte de su carrera profesional, Cantón trabaja para diferentes marcas, publicaciones y empresas como Vogue Estilo, El Mar, Proconsi…
«Actualmente estoy centrado en la fotografía de paisaje y costumbrista colaborando con la revista NU2 así como publicando en cabeceras de la talla de National Geographic», detalla.
El idilio entre Carlos Cantón de Celis y Lanzarote es consecuencia de un flechazo inicial que surge cuando «hace muchos años pisé por primera vez», rememora, la Isla canaria.
«Llegué en 1998 a Canarias para realizar un trabajo y ya tuve claro que me había pasado algo con Lanzarote y que terminaría viviendo por estas tierras», confiesa. Cantón de Celis vuelve a pisar en varias ocasiones más la Isla junto a un grupo de amigos hasta que en 2014 se establece allí de forma definitiva.
«Solo tienes que pararte y mirar», dice cuando se le pregunta acerca del resultado final de las instantáneas que surgen del visor de su cámara, en especial de los paisajes lanzaroteños que sorprenden incluso a aquellos que diariamente los transitan.
Fruto de esa paciente observación nacen, asimismo, los retratos de algunas de las más de 163.000 personas que habitan los casi 846 kilómetros cuadrados de Lanzarote. «No es un trabajo que esté cerrado», contesta sobre el volumen final de imágenes reunidas en esta serie.
«Este trabajo supone más bien una evolución o un cambio en mi forma de entender la fotografía», matiza antes de insistir en la idea de que el territorio conejero «es sólo un bellísimo recipiente» donde, sin embargo, «sus hombres y mujeres constituyen su mayor valor».
Carlos Cantón concluye hablando acerca de su deseo de retratar los paisajes del resto de Canarias. «La verdad es que nadie se ha interesado por ese proyecto ni fuera ni dentro de la Isla pero supongo que se debe a muchos y diversos factores», concluye.
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