Para llegar al restaurante Can Martí hay que recorrer un trazado sinuoso, zigzagueante, que acaba en el número 4 del pasaje de de la Font del Mont, en el barrio de Vallvidrera, Tibidabo i les Planes, en Collserola, Barcelona, a poco más de 10 minutos de Sarrià, de la Ronda de Dalt. Es una ruta poco convencional, como lo es la que recorrido el actual responsable del restaurante, Santiago López-Balcells, un joven de 22 años –“Cumplo 23 en agosto”, precisa- que desde hace dos meses está al frente del negocio.
Desde Can Martí, también conocido como Nou Can Martí, las vistas de Barcelona resultan impresionantes. López-Balcells las conoce de hace años: fue cliente antes de ser responsable. En febrero se decidió a abonar la paga y señal del restaurante. Empezó entonces una negociación que tuvo algún altibajo y que acabó con éxito. En mayo combinó su empleo en una empresa de gestión de patrimonios en Londres con fines de semana en el restaurante, aprendiendo del anterior propietario. El 1 de junio abandonó la firma londinense y volvió a Barcelona de forma definitiva. O definitiva por ahora.
La Universidad de Exeter
Pero la historia empezó antes, cuando este vecino de Sarrià, hijo de una familia que pudo ayudarle, tuvo la oportunidad de irse a estudiar al extranjero, a la Universidad de Exeter. Se fue con 18 años: “Estudiar fuera era una manera de tener una experiencia internacional, más que el idioma, suponía conocer culturas, diferenciarse un poco, porque aquí todo el mundo hacía lo mismo: ADE, Derecho o ingeniería. Y yo pensaba que si todo el mundo hacía lo mismo, dónde podría encontrar trabajo”.
López-Balcells, junto al restaurante, con Barcelona detrás. / Zowy Voeten
Estudió Business Management: “La carrera dura tres años. Me fui con tres amigos. Compartíamos una casa en Exeter. Era la experiencia más similar a ir a EEUU quedándote en Europa. Trabajé en una discoteca, para pagarme el día a día. Ahora me resulta útil, servía copas”. En los veranos hizo prácticas en Barcelona, siempre en el mundo de las finanzas. Al acabar los estudios buscó trabajo. Optó a empleos en 83 empresas en Londres. Como había llegado antes del Brexit, si sumaba cinco años seguidos allí obtendría lo que ya tiene: una visa permanente para vivir en Inglaterra. “Si hubiera llegado después del Brexit no lo tendría, si me hubiera ido, tampoco”.
Adiós a Londres
Tras estudiar, trabajó dos años en la empresa Alpha Finantial Market Consulting: “Se dedica a la gestión de patrimonios, pero no de familias ricas, sino de grandes empresas. Ascendí rápido, pero es muy jerárquico: entras como analista, luego pasas a consultor, que es lo que yo era, después manager, senior manager, associate director, director, partner y senior partner. Siempre hay un cargo más alto”.
Pero el motivo de su decisión no fue mayoritariamente laboral: “Podría haber hecho carrera allí, tenía amigos allí, pero la verdad es que yo soy muy de Barcelona, llevaba cinco años fuera. En Londres tardas 40 minutos en tren para llegar al gimnasio. Soy muy deportista, hice la Titan Desert, hago ‘iron man’, y entreno mucho, y Londres no es una ciudad hecha para deportistas. Además, quiero tener hijos en Barcelona, sabía que quería volver algún día. Me fui para formarme, aprender la cultura y el idioma, yo todo esto ya lo había hecho”.
El anuncio
Un día, López-Balcells vio un anuncio en Idealista: Can Martí estaba en traspaso. “Está abierto desde 1955, ha tenido tres propietarios, mi padre ya venía cuando estaba el primero. Yo tengo la explotación para los próximos 10 años. Vine a verlo casi como si fuera una broma y cuando salí me dije que tenía que quedármelo”. Prefiere no precisar la cifra del traspaso: “Calculo que la inversión se recuperará en dos años y medio. Financieramente la operación tenía sentido, por mi trabajo pude analizarlo con facilidad”.
Al día siguiente de la visita entregó la paga y señal y entonces tocó buscar el dinero necesario. Un amigo de su padre se convirtió en socio, con un 45%, el mismo porcentaje que corresponde a Santiago. Un tercer socio, que tiene varios restaurantes, entró con un 10% “como mentor, para guiarnos”. La gestión corresponde a López-Balcells: “Ellos son inversores”, dice sobre sus dos socios.
Aprendizaje
Que los restaurantes no dan dinero se ha dicho siempre, pero él está convencido de que esa idea se sustenta en que tanta gente abre uno que el número de los que fracasan es significativo y, de alguna manera, ‘estropea’ la estadística. Dice Santiago que en los dos meses que lleva al frente del restaurante le ha dedicado 12 horas diarias. En total trabajan allí seis personas contándole a él: la cocinera, el parrillero y camareros. “Yo hago de todo”. Abren de jueves a domingo, como se hacía ya en Can Martí. Manaña, tarde y noche menos domingo, cuando no hay cenas.
González-Balcells explica que en estos dos meses ha subido la facturación un 13% respecto el año pasado: “También es cierto que el primer mes vienen todos tus amigos y conocidos”. Sobre su nueva vida afirma que es “muy estresante»: «No es lo mismo trabajar haciendo lo que te dice un jefe que llegar aquí el primer día y preguntarse ‘y ahora qué hago’”.

Can Martí, en Collserola. / Zowy Voeten
El futuro
“Aquí trabajaban con papel y boli”, cuenta, antes de añadir que ha incorporado un software que facilita las cosas. Ahora se reserva on line, antes solo se podía hacer por teléfono. Quiere instalar una terraza para los que esperan mesa. “El 25% de los clientes son turistas, otro 25%, vecinos de Sarrià, y el 50% de gente del resto de Barcelona”, resume. Confía en que manteniendo el espíritu de Can Martí y con “cuatro o cinco cambios”, todo irá bien. Como es lógico con 22 años, no descarta nada en el futuro. Quiere estudiar un máster, quizá tener más restaurantes. Subraya que ha tenido que pedir un crédito, que no le han regalado ese dinero, y que hay días en los que vuelve a casa destrozado por el estrés: “Esto es muy sacrificado. Estoy estresado, pero contento”.
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