El franquismo medio siglo después

Cuando murió Franco yo tenía 27 años y era docente de Teoría del Estado en la Universidad de Barcelona, a punto ya de concluir la tesis doctoral. Mi opinión del régimen franquista, cuyas instituciones políticas explicaba a los estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas, era completamente negativa, y todavía lo sigue siendo. No he cambiado, pues, de parecer en el medio siglo posterior, un período repleto de incesantes lecturas al respecto. En cambio, mi opinión acerca de la II República ha empeorado considerablemente. El sectarismo cerril de la izquierda burguesa –empezando por Manuel Azaña, un político hoy injustamente mitificado y glorificado– hizo imposible la integración republicana de los conservadores no monárquicos. Por su parte, el anarquismo, absolutamente intratable, minó de continuo a la República con su destructividad vocacional sin componendas. A su vez, catalanistas y socialistas, cada uno a su manera, traicionaron al régimen republicano, surgido con tanta ilusión modernizadora. En suma, y siento decirlo, el franquismo fue el cruel castigo de la impotencia española para la convivencia civil en un sistema democrático.

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