Asturias se encuentra en un momento decisivo. El envejecimiento demográfico y la fuga de talento juvenil exigen respuestas nuevas, sostenidas y colaborativas. Frente a una realidad donde el retorno ha pasado de ser una aspiración difusa a convertirse en un vector de transformación, la región necesita mecanismos de análisis, diseño estratégico y escucha activa. Es aquí donde el Observatorio de la Nueva Emigración Asturiana (ONEA) se consolida como una herramienta fundamental.
Más de 180.000 asturianos de nacimiento viven fuera del territorio, y cerca de 300.000 personas mantienen algún tipo de vínculo emocional, familiar o profesional con la región. Estas cifras reflejan no solo una diáspora amplia, sino también un capital humano y emocional de enorme valor estratégico. No se trata solo de un conjunto de datos: es un activo social y económico. La concentración urbana del eje Gijón-Oviedo-Avilés, con más de 700.000 habitantes, genera un ecosistema urbano competitivo, pero también necesita ser reforzada con nuevas estrategias de atracción, retención y retorno de población.
Las dinámicas de emigración ya no responden únicamente a la pobreza o al exilio, sino a modelos de movilidad profesional complejos. Muchas de las personas que hoy están fuera lo hacen con cualificaciones elevadas, redes globales y vínculos que no se rompen, sino que se transforman. Entender esta complejidad es esencial.
En este contexto, el Observatorio de la Nueva Emigración Asturiana (ONEA) ha comenzado a consolidarse como un instrumento esencial de análisis, propuesta y acción. En la jornada del 15 de mayo, el ONEA presentó datos demográficos críticos –como, por ejemplo, los más de 160.000 asturianos entre 55 y 65 años que se acercan al retiro– que refuerzan la urgencia de diseñar políticas de retorno con base realista y visión de largo plazo.
Desde Compromiso Asturias XXI impulsamos el ONEA con una misión clara: articular conocimiento y propuestas para abordar el fenómeno migratorio desde una lógica multidisciplinar. El Observatorio no es un espacio político, sino técnico, plural y conectado con la realidad.
Tres pilares sustentan su actuación:
1. Acceso a datos y diagnóstico permanente: a través de colaboración con instituciones como Sadei o la Universidad de Oviedo, elaboraremos lecturas útiles del fenómeno migratorio. Por ejemplo, las más de 10.000 vacantes sin cubrir en Asturias –muchas para perfiles técnicos– exigen conectar políticas de retorno con las necesidades reales del mercado laboral.
2. Propuesta y evaluación de políticas públicas: el ONEA no se limita a observar, sino que debe proponer. Una de las líneas de trabajo actuales es definir indicadores de calidad del retorno que superen los números y midan integración, bienestar, contribución social y permanencia.
3. Redes de colaboración: a través del impulso de la creación de comunidades virtuales para el reencuentro entre Asturias y su diáspora, así como programas piloto que exploren el retorno flexible y por etapas, como ya hacen otros países y regiones.
Uno de los mensajes más claros surgidos en la jornada del 15 de mayo fue el lanzado desde FADE: el retorno solo será efectivo si va acompañado de oportunidades reales de empleo. Se alertó de que muchas decisiones de relocalización –de personas o de empresas– no dependen del deseo individual, sino de condiciones estructurales como la competitividad del entorno, la agilidad administrativa o la disponibilidad de talento. Por ello, se destacó la necesidad de desarrollar herramientas eficaces, llegar al mayor número posible de potenciales retornados y facilitar su incorporación efectiva al mercado laboral. El ONEA hace suya esa hoja de ruta, apostando por diagnósticos compartidos y soluciones operativas.
También se compartieron visiones complementarias desde la universidad, los sindicatos y SADEI. La conclusión fue unánime: sin coordinación, sin acompañamiento individualizado y sin mejorar las condiciones de vida –vivienda, conciliación–, el retorno seguirá siendo una posibilidad remota para muchos. Se propusieron medidas como la creación de micro credenciales formativas específicas para personas retornadas, el apoyo a la movilidad investigadora y al teletrabajo desde Asturias, la existencia de observatorios dinámicos para medir y ajustar políticas en tiempo real y el impulso de iniciativas desde el ámbito municipal y comarcal para favorecer el arraigo local.
Uno de los grandes consensos fue que el retorno no puede abordarse únicamente desde la política institucional. Es un proceso que requiere también acción desde la sociedad civil, las empresas, la educación y, sobre todo, desde una escucha activa a quienes ya han retornado o tienen el deseo de hacerlo.
El ONEA no actúa en el vacío. Se inserta en un ecosistema creciente de iniciativas –como el Plan RetornAs– que están comenzando a ofrecer herramientas reales para el retorno, desde la atención integral a la promoción del empleo. Sin embargo, el valor del Observatorio es precisamente su capacidad de conectar todos esos elementos y asegurar que respondan a las verdaderas motivaciones y necesidades de quienes se plantean regresar.
Asturias necesita dejar atrás las políticas reactivas y construir una estrategia de retorno basada en conocimiento, empatía y visión compartida. Desde el ONEA, proponemos hacerlo con rigor, ambición y humildad. Porque como dijimos en la jornada: «el que vuelve nunca se fue del todo». Y si somos capaces de imaginar una Asturias que cuida, acompaña y se deja transformar por quienes regresan, estaremos más cerca de una tierra no solo con futuro, sino con alma.
Asturias tiene ante sí la posibilidad de reinventar su relato demográfico, productivo y social. El retorno no es solo una política de presente: es una política de futuro, de innovación, de autoestima. Si logramos convertir cada regreso en una historia de éxito, estaremos construyendo una Asturias más abierta, más competitiva y más humana.
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