Leni Riefenstahl fue una cineasta extraordinaria que creó técnicas narrativas revolucionarias, y que las puso enteramente al servicio de su labor como propagandista del nazismo. Desde la muerte de Hitler y hasta el final de sus 101 años de vida, nunca mostró arrepentimiento. Siempre insistió públicamente en que en su momento no había sido consciente de las atrocidades cometidas por el Tercer Reich mientras, en privado, lamentaba su caída; por eso, su figura sigue siendo punto de discusión esencial cuando se debate si el talento de un artista puede separarse de sus convicciones políticas.
“Sus entrevistas eran como sermones; repetía una y otra vez que no le interesaba la política y que habría trabajado para cualquiera, pero nuestra película demuestra lo contrario”, afirma el director alemán Andres Veiel, cuyo documental ‘Riefenstahl’ -de estreno en España a través de Filmin- ofrece un retrato psicológico de la directora y, a partir de él, explora la “naturaleza seductora del fascismo” tanto en su versión de hace casi un siglo como en la que gana adeptos a ritmo implacable en la actualidad.
A comienzos de los años 30, con el ascenso del nazismo, muchos profesionales del cine abandonaron Alemania; Fritz Lang, por ejemplo, huyó en 1933, y Marlene Dietrich lo hizo pocos años después. Riefenstahl, en cambio, se puso de inmediato a trabajar al servicio de la causa aria. En la monumental epopeya ‘El triunfo de la voluntad’ (1935) documentó el Congreso del Partido Nazi celebrado en Nüremberg en 1934, y retrató a Führer como una divinidad; y ‘Olympia (1938), su no menos épico documental sobre los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 -estrenado el día del cumpleaños de Hitler-, fue concebido a modo de celebración de la victoria, la perfección y superioridad de los cuerpos arios y la pureza racial, y al mismo tiempo sugería un profundo desprecio por la debilidad, la otredad y todo lo que el fascismo considera contrario a su credo. “En una ocasión, se le preguntó si habría aceptado rodar una película centrada en personas discapacitadas”, recuerda Veiel. “Inmediatamente su rostro se convirtió en la expresión pura del horror”.
‘Riefenstahl’ se nutre principalmente del vasto archivo personal que su protagonista dejó al morir: más de 700 cajas que contienen rollos de película, recortes de prensa, cartas, diarios, vídeos caseros, varios borradores de sus memorias, cientos de horas de conversaciones telefónicas grabadas y decenas de miles de fotografías; Veiel no ha podido contar, eso sí, con todo el material comprometedor que los vecinos de la cineasta le vieron quemar poco antes de que las fuerzas aliadas fueran a buscarla al final de la guerra. “Al principio asumí el rol de detective, y me propuse exponer todas las mentiras de aquella mujer”, recuerda el director acerca de su trabajo de documentación. “Sin embargo, no tardé en darme cuenta de que ella misma había hecho ese trabajo”.
En efecto, la nueva película deja clara la flagrancia con la que las acciones de Rienfenstahl se contradijeron con sus explicaciones sobre ellas. En una de sus escenas, por ejemplo, se alude a una entrevista de 1934 en la que la cineasta afirmó: “En 1931 compré ‘Mi lucha’, el libro de Hitler -la Biblia de Hitler, podría decirse-, y tras leer la primera página me convertí en una nacionalsocialista entusiasta”. En otra la vemos negar que ‘El triunfo de la voluntad’ contuviera la más mínima señal de “resentimiento contra razas o contra los judíos”, pero justo después Veiel muestra un fragmento de esa película en el que un alto funcionario nazi proclama: “Quien no luche por la pureza de la raza fracasará”.
Durante años, ella misma se presentó como una víctima tanto de los judíos, a quienes consideraba la razón por la que no pudo volver a hacer cine tras la guerra, como de los Aliados, que la habían encarcelado. / EPC
Asimismo, Riefenstahl también aparece negando ante un tribunal que los gitanos a quienes usó como extras durante el rodaje de ‘Tierra baja’ -estrenada en 1954 pero filmada durante la Segunda Guerra Mundial- hubieran sido asesinados posteriormente, a pesar de que se sabe que casi un centenar de ellos murieron en Auschwitz; “¿quién tiene más probabilidades de cometer perjurio? ¿Yo o esos vagabundos?”, replica al ser cuestionada por su mentira.
Una víctima
Durante años, ella misma se presentó como una víctima tanto de los judíos, a quienes consideraba la razón por la que no pudo volver a hacer cine tras la guerra, como de los Aliados, que la habían encarcelado. “Tuve que estar tres años en prisión”, aseguró al respecto. “En realidad fueron solo cuatro semanas, y ni siquiera estuvo recluida en una cárcel”, aclara Veiel. “Aquel lugar era como un hotel, e incluso se le permitía ir al casino”. El victimismo también es evidente en el relato que Riefenstahl hacía de su primer encuentro con Hitler, en un mitin celebrado en 1932. “Me entraron los sudores fríos, y me sentí atrapada por una fuerza magnética”. Implícita en esa descripción, opina Veiel, “hay una estrategia de autodefensa. Es como si dijera, ‘no fue culpa mía, no pude evitarlo, me vi sobrepasada por el carisma de aquel hombre, como millones de otros alemanes”.
Para sostener sus falacias, Riefenstahl siempre mantuvo un control férreo de su imagen pública, dando instrucciones precisas a cualquiera que la entrevistara y persiguiendo judicialmente cualquier intento de publicar informaciones que no le agradaran. La nueva película incluye varios fragmentos de ‘Leni Riefenstahl: una vida de luces y sombras’, que Ray Müller dirigió en 1993 con la aprobación y supervisión editorial de la propia cineasta, y también metraje perteneciente a la filmación de ese documental en el que se ve cómo, descontenta con las preguntas que se le hacen, Riefenstahl grita al equipo que deje de grabarla.
Curiosamente, en Hollywood siempre han sido proclives a dar por buena la versión de la directora acerca de su historia. Se cuenta que Francis Ford Coppola cenó con ella durante la primera edición del Festival de Cine de Telluride, en 1974, que la invitó para entregarle un premio honorífico. George Lucas elogió la modernidad de su cine y reconoció la deuda que ‘Star Wars’ tenía con ‘El triunfo de la voluntad’, y Quentin Tarantino declaró al diario ‘Der Spiegel’ que la consideraba “la mejor directora que jamás ha existido”. Mick Jagger y Madonna la han elogiado repetidas veces, y figuras como Jodie Foster, Paul Verhoeven y Steven Soderbergh mostraron interés en rodar su biopic; al parecer, Riefenstahl le dijo a Verhoeven que no creía que Foster fuera lo suficientemente hermosa para interpretarla. y le sugirió que eligiera a Sharon Stone en su lugar.
En sus compases finales, la pelicula reproduce una conversación telefónica en la que un simpatizante de la directora le dice, en clave, que dentro de una o dos generaciones Alemania volverá a la “moral, la decencia y la virtud” y que su tiempo -el tiempo de los nazis- llegará de nuevo. Resulta casi inevitable sospechar que ese tiempo nos acecha, considerando el auge que están experimentando en todo el mundo las políticas de ultraderecha y actitudes como la glorificación de líderes políticos autoritarios, el desprecio por los marginados y la celebración de la belleza y la fuerza física.
“Tras la invasión de Ucrania, vi imágenes de un desfile en Moscú en mayo de 2022 y parecía un calco de las imágenes que aparecen en ‘El triunfo de la voluntad’, y hay más evidencias de que el populismo actual ha adoptado tanto los mismos métodos propagandísticos que Riefenstahl como el mismo argumentario que el Tercer Reich”, lamenta Veiel. En una ocasión escuché un discurso de Trump en el que habló de cómo los migrantes estaban arruinando la sangre estadounidense. Eso es puro fascismo”, concluye el director.
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