La belleza
Atardece y un viento caliente, casi liquido, arrastra un toldo de nubes oscuras sobre Elche. Camino distraído, empapado en sudor, dejando una estela de pasos en la lámina de agua por el riego vespertino en el pavimento. ¡Siempre hay agua en el pavimento!
Profundo aroma a café torrefacto lame mi rostro. Dos tipos a la puerta de una cafetería, semblante severo, miradas profundas, entristecidas, conturbadas, discuten voz en grito sobre cómo era posible tener la desgracia de olvidarlo todo y que lo más abyecto de nuestra política vuelva cíclicamente a la actualidad rescatando vicios y comportamientos de lo peor de nuestros tiempos. Sorprendente la capacidad para olvidar que la sociedad o parte de ella tiene y arrumbar en lo más profundo de la memoria los esfuerzos tendentes a soportar el bienestar de nuestra convivencia.
Uno opina que habíamos chapoteado el tiempo suficiente en la porquería y aprendido de ello, pero me temo que ha servido para familiarizarnos con estos deleznables comportamientos.
Frases emponzoñadas iban de una boca a otra emanadas de pozos cenagosos anidados en sus pechos y almas. Graves acusaciones e insultos propalados por los políticos que se derraman en pirámide sobre todos como el chocolate en una fondue. Paradójicamente, en un ínterin de tan ardua disputa vino a mi memoria, como soplido de numen, una de las más bellas canciones que uno haya escuchado y que como cuña se introdujo en tan lamentable escandalera. Fue apenas un chispazo que nadie advirtió, y sí mi azorado ánimo:
«Enemigo de la guerra / y su reverso la medalla / No propuse otra batalla / que librar al corazón / de ponerse cuerpo a tierra / bajo el peso de una historia / que iba a alzar hasta la gloria / el poder de la razón / y ahora que no hay trincheras / el combate es la escalera / y el que trepa a lo más alto / pondrá a salvo su cabeza / aunque se hunda en el asfalto / La belleza».
Volví a la escucha del desquiciado debate en el que ya se cruzaban epítetos subidos de tono sazonados de insultos y bravatas. Hasta entonces no habían reparado apenas en mi presencia. Permanecí un rato con aire de consternación y me miraron como se mira a un extraterrestre por insinuar que aún tengo esperanzas de que todo puede tener arreglo, prescindiendo de gafas ideológicas con las que observar tan decepcionante actualidad política.
Aquello se fue calentando con la suma de más personas y el intercambio del arraigado estribillo: «Y tú más», imitando a nuestros «ilustres representantes patrios» en los «sesudos y ejemplares» parlamentos. Intento intervenir con alguna salida retórica, intelectualizar soluciones en mi fugaz papel de pacificador pero los decibelios suben exponencialmente y me ignoran en su acaloramiento. Otro chispazo del trovador Aute que quise introducir como argumento:
«Míralos como reptiles / al acecho de la presa / negociando en cada mesa / maquillajes de ocasión / siguen todos los raíles / que conduzcan a la cumbre / locos porque nos deslumbre / su parásita ambición / antes iban de profetas / y ahora el éxito es su meta / mercaderes, traficantes / más que náusea dan tristeza / no rozaron ni un instante / la belleza».
¿Dónde quedan aquellos tiempos en los que amablemente se compartían ideas y sueños? ¿Qué han hecho de nosotros? Que si prostíbulos, que si policía política, que si el novio… Dossieres por uno y otro lado, peleas dialécticas desarrolladas en el más inmundo de los lodazales y de una educación impropia de los que deben ser ejemplares líderes exhibiendo de continuo preocupantes carestías morales, programas caducos y negación continua de la realidad.
Pude colegir una vez más que la corrupción en España es algo de mucha vitalidad y vigor, con plena implicación del que se corrompe y el que pone el dinero. En medio de aquella atmósfera enardecida y envenenada que podría llegar a ser generalizada y de profunda crisis emocional, me alivió que Aute aún no se hubiera desvanecido. Decidí alejarme del ambiente turbio que se había apoderado de todo.
Les aseguro que preocupantes palpitaciones retumbaron en mi pecho. Tras cuatro inspiraciones profundas opto por retirarme. Entonces soñé despierto que aún dadas las circunstancias había posibilidad para rescatar, para rescatarnos de una futura existencia ausente de todo tipo de esperanzas.
Una espesa humedad flota en la noche y se pega al cuerpo como una malla pringosa. Aunque lo oído había dejado en mi cabeza una especie de telón con el tono y la consistencia del alquitrán, poco a poco se fue iluminando en mi sesera algo que atenuó lo que parecía amenazar con una profunda crisis emocional: la esperanza, la belleza.
«Y me hablaron de futuros / fraternales, solidarios / donde todo lo falsario / acabaría en el pilón / Y ahora que se cae el muro / ya no somos tan iguales / tanto vendes, tanto vales / ¡Viva la revolución! / Reivindico el espejismo / de intentar ser uno mismo / ese viaje hacia la nada / que consiste en la certeza / de encontrar en tu mirada / La belleza».