Las actividades humanas están deteriorando y destruyendo numerosos ecosistemas en todo el mundo. La capacidad de la naturaleza para regenerarse depende de numerosas cuestiones. En el caso de los ecosistemas fluviales, varios estudios han destacado la rapidez con la que pueden recuperarse. El último ejemplo, registrado en Estados Unidos pero aplicable en buena parte del planeta muestra que la ecología de un arroyo volvió a su estado natural solo tres años después de que se eliminara una presa.
El estudio, protagonizado por investigadores de la Universidad de Cornell y publicado en ‘Ecosphere’, ha mostrado la resiliencia de la naturaleza para recuperarse rápidamente de las agresiones y señala el camino para repetir este tipo de mejoras ambientales en otros lugares del mundo.
Mejorar los hábitats acuáticos
«Las presas alteran las redes fluviales al interrumpir el transporte longitudinal de sedimentos y nutrientes y obstruir el movimiento de los organismos acuáticos. Cada vez más, los administradores de recursos hídricos buscan la eliminación de presas como una solución para restaurar la conectividad y mejorar los hábitats acuáticos, la calidad del agua y el paso de los peces«, resumen los investigadores.
Dado que los estudios empíricos sobre presas pequeñas (menores de 7,5 metros de altura) que incorporan monitoreo ecológico y geomorfológico durante períodos más largos (más de 3 años después de la remoción) son escasos, la información disponible para que los actores de la restauración puedan fundamentar las decisiones de priorización de la remoción de barreras es muy limitada.
Estudio exhaustivo
El equipo investigador se propuso ayudar a abordar esa brecha realizando un exhaustivo estudio geomorfológico, biológico y de calidad del agua para evaluar el efecto de un proyecto de demolición de una presa pequeña (3,7 metros) construida en los años sesenta en la cuenca del estuario del río Hudson, en el Estado de Nueva York (Estados Unidos).
Monitorearon el río antes del derribo de la presa y continuaron las observaciones durante tres años para evaluar las diferencias en las condiciones ecológicas entre el embalse aguas arriba y el tramo de cola aguas abajo antes y después de la eliminación de la presa.
Rápida recuperación
Antes de la remoción de la presa, la composición de los sedimentos y el tamaño medio de las partículas dentro del cauce presentaban una gran disparidad entre las áreas del embalse aguas arriba y las del tramo de cola aguas abajo. Sin embargo, se volvieron más uniformes y de mayor calidad de hábitat en todo el sitio de estudio dos años después de demolida la presa.
La zona de la presa del estanque Shapp, unos siete años después de su demolición. / Universidad de Cornell
«La diversidad funcional, la diversidad taxonómica y la riqueza de taxones de la comunidad de macroinvertebrados mejoraron drásticamente en los hábitats aguas arriba al año del derribo de la presa, y las diferencias entre los tramos aguas arriba y aguas abajo desaparecieron al tercer año, lo que sugiere una rápida recuperación de las condiciones del cauce en el tramo aguas arriba previamente represado», recoge el estudio.
Un ‘caso de éxito’
El estado del hábitat acuático aguas arriba mejoró en dos años, pasando de estar ‘moderadamente impactadas’ a ‘ligeramente impactadas’, superando el umbral de deterioro biológico según la puntuación del Perfil de Evaluación Biológica del Estado de Nueva York.
Esto permitió tanto al Estado de Nueva York como a la Agencia de Protección Ambiental documentar las mejoras en la calidad del agua como un ‘caso de éxito’. En conjunto, los resultados de esta cuenca templada muestran que la eliminación de presas puede facilitar la recuperación del ecosistema acuático en plazos relativamente cortos.
La resiliencia de la naturaleza
«La investigación demuestra la resiliencia de la naturaleza para recuperarse de estados de peligro», afirma el ecólogo acuática Jeremy Dietrich, autor principal del estudio. «Podemos demostrar que existe el potencial para reproducir estos resultados en otros sitios», añade.
Los hallazgos también sugieren que repetir este tipo de mejoras en varios sitios dentro de una misma cuenca hidrográfica puede conducir potencialmente a beneficios acumulativos a escala regional, según Dietrich. «La eliminación de pequeñas presas puede ser una manera sencilla de demostrar beneficios ecológicos significativos y tangibles a los actores locales», apunta.
Un coste elevado
Dietrich destaca asimismo el elevado coste de reparar presas en mal estado: «Generalmente, reparar una represa pequeña puede costar alrededor de 1,2 millones de dólares (un millón de euros, aproximadamente), o se podría desmantelar por unos 400.000 dólares (347.000 euros) y no tener que preocuparse por ello».

Eliminación de una presa en Navarra. / Europa Press
Destaca que antes de la demolición de la presa, los sedimentos del lecho del arroyo eran arenosos y limosos. Debajo, el lecho estaba compuesto de lecho rocoso, cantos rodados y guijarros. La composición del lecho de un arroyo proporciona un hábitat importante para el desove de peces y macroinvertebrados.
Caudal restablecido
«La presa crea condiciones ‘subóptimas’ para los organismos y se pierde esa heterogeneidad del hábitat natural», explica Dietrich. Pero tres años después de la remoción de la presa, los hábitats aguas arriba y aguas abajo se volvieron casi indistinguibles y las diferencias en los tipos de especies de macroinvertebrados que vivían en la parte superior del arroyo en comparación con las áreas inferiores desaparecieron.
La presa había reducido la velocidad del agua y había creado una especie de estanque encima. Esto permitió que el agua se calentara, reduciendo su capacidad para retener oxígeno disuelto. El agua estancada también recogía nutrientes río arriba provenientes de la escorrentía forestal, lo que limitaba la disponibilidad debajo de la presa. La demolición de la presa restableció el caudal del arroyo y el movimiento de nutrientes río abajo.
Al tercer año…
Peces migratorios, como las anguilas americanas (Anguilla rostrata) juveniles, pudieron remontar el río para acceder a su hábitat de crianza, señalan los autores. «Al tercer año de la eliminación de la presa, la calidad del agua mejoró significativamente en la zona río arriba (antiguo embalse) y aumentó por encima de los niveles previos al derribo en el tramo río abajo», destaca la Universidad de Cornell.
«Si simplemente miraras el arroyo después de eliminarlo, ni siquiera te habrías dado cuenta de que había una presa allí. Creo que cada vez más gente necesita mostrar buenas noticias en un entorno mediático más pesimista», finaliza Dietrich.