No son delincuentes, ni okupas. Viven en su casa. Pero Carmen y Antonio, su hijo, tendrán que irse de Torres de la Alameda, un pueblo de casi 8.000 habitantes situado a 41 kilómetros de Madrid. De hecho madre e hijo ya no están allí. Dos vecinos jóvenes, veinteañeros, españoles y de familias respetadas en el pueblo fueron detenidos por la Guardia Civil después de que atacaran la casa de Carmen y Antonio con palos y botellas de lejía. La anciana salió tras ellos, que llegaron a lanzarle la lejía a los ojos.
Los dos atacantes, uno de ellos conduce un Mercedes y es conocido por la Guardia Civil, están en libertad, acusados de un delito de odio por aporofobia, el nombre con el que se llama el odio al pobre. Los dos tienen prohibido acercarse a la casa de Carmen, aunque ella y su hijo ya no estén allí.
Ataque con gasolina
Fuentes del caso confirmaron al canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica que la Guardia Civil está investigando si esos dos vecinos del pueblo fueron los que, el pasado 31 de mayo, lanzaron gasolina a la casa de Carmen y su hijo. Una casa vieja, sin luz ni agua corriente, habitada por una mujer mayor y un hijo con discapacidad. Ninguno de los dos trabaja, los dos son personas vulnerables y frágiles psicológicamente.
En aquella ocasión llegó rápido la patrulla de la Guardia Civil. La anciana resultó intoxicada, pero se evitó una tragedia. Aquella noche la mujer ya contó a los agentes que no era el primer ataque que sufrían. Dijo que llevaba más de veinte años soportando bromas pesadas; primero más leves como llamadas de madrugada al timbre (cuando tenían electricidad), luego insultos, pintadas en la casa con el nombre del apodo de Púa (su marido) que luego heredó su hijo…
Fue entonces, a primeros de junio, cuando los guardias civiles pidieron al juez colocar una cámara oculta que grabara lo que ocurría ante la puerta de la casa de Carmen. Y así lograron grabar el último ataque e identificar a sus autores, que, según las primeras pesquisas, no pertenecen a ningún grupo de ultraderecha. Aquella tarde, según los datos recabados por los investigadores, los dos jóvenes salieron de trabajar, tomaron unas copas y decidieron terminar la noche atacando la casa de Carmen y su hijo.
«El punching ball del pueblo»
«Carmen y Antonio no son delincuentes ni okupas. No son mala gente. Son personas vulnerables», subrayan fuentes del caso. Añaden que la casa era de la madre de Carmen, que la heredó. Actualmente no tienen luz ni agua. Ambos, madre e hijo, tienen problemas psicológicos y viven «casi en la indigencia», relatan a este medio.
«Han sido el punching ball (saco usado para entrenar en boxeo) para alguna gente del pueblo durante casi treinta años. Cuando se acababa la fiesta, algunos iban a llamar al timbre, otros a chillarles», subrayan fuentes del caso. Ir a casa de Carmen y El Púa para molestarlos e insultarlos se convirtió en una tradición para algunos vecinos, que ha ido pasando de generación en generación.
Carmen no presentó nunca denuncia ante la Guardia Civil por ese acoso, aunque sí había comentado en el ayuntamiento, tanto ella como algunos vecinos que la ayudaban, lo que sufrían ella y su familia. De hecho, fue el alcalde el que alertó también a primero a la Guardia Civil y es el alcalde el que está mediando para encontrar una solución para la anciana y su hijo. La idea es que les concedan una vivienda social donde puedan trasladarse ambos para vivir, por fin, tranquilos. Nadie se engaña. Es mejor que la casa no esté en el pueblo.