El reciente fallecimiento en Villaviciosa de Odón de Aída Trujillo Ricart, la escritora dominicana, nieta de aquel inamovible presidente de la República, que respondía por el nombre de Rafael Leonidas Trujillo Molina, y que fue apadrinada por poderes en su bautismo por el general Franco y Carmen Polo, nos trae el recuerdo de sus antepasados grancanarios, que de pequeños correteaban por las márgenes del barranco Guiniguada.
Coincide, además, que la capital dominicana llegó a ser bautizada como ciudad Trujillo en honor del apellido del mandatario americano, nombre que luego sería reemplazado por el original después de su fulminante caída. En la localidad grancanaria de Firgas, de igual modo existe el antiguo toponímico de Trujillo, cuyo nombre se atribuye a la larga serie de conquistadores y pobladores extremeños asentados en las productivas tierras del norte. Las principales familias canarias que llevan este antiguo apellido diseminado por las islas, proceden de estos atractivos municipios, que cautivan por su historia, sus tradi ciones y, según su gente, «porque es un lugar que, cuando lo descubres, te enamoras». Pues de estos pagos y balcón del Atlántico procede aquella ruidosa y extravagante saga dominicana que, entre otras particularidades, fue famosa por su riqueza, sus amoríos y también por sus numerosos escándalos.
Iniciaremos la historia cuando el 14 de abril de 1810 nace en el barrio del Toril, a dos pasos de la plaza de Santa Ana, el niño Pedro Tadeo Trujillo Melián, que seis días más tarde se lleva a bautizar a la catedral vecina. Es hijo de Francisco Trujillo Rodríguez, un agüimense originario de la villa de Moya, y de la palmera, Micaela Melián Medina. Debió de ser un muchacho muy espabilado, pues con tan solo veinticinco años es el practicante estrella del hospital de San Martín, y según nos cuenta Juan Bosch Millares en su obra, durante la funesta epidemia del cólera de 1851 aparte de practicante, enfermero y sangrador, hizo las veces de médico porque tuvo que sustituir a los galenos José Rodríguez y Pedro Avilés, fallecidos por el contagio. Recetaba a los enfermos con tan buena suerte y eficacia que se curaban, a pesar que el propio internista también estuvo contagiado, enfermedad que superó, por lo que continuaría en San Martín hasta 1874, fecha en la que debió acaecer su fallecimiento.
Previamente a estos tristes acontecimientos, el veguetero había contraído matrimonio en 1831 con la teldense de dieciséis años María Antonia Monagas Peña. Aunque los progenitores de la novia también eran de Telde, los antepasados se remontan al fértil barranco de Las Monagas, en el municipio de Valleseco.
En la residencia del Toril nacerá una extensa familia numerosa, de la que sobresaldrá el niño José de Dios Trujillo Monagas, que viene al mundo en marzo de 1841. El niño crece y, del progenitor, aprende con rapidez el demandado oficio de practicante. Tiene 16 años y, por decreto de la Ley de 1857 y con una certificación de enseñanza de la Escuela de Maestros, empieza a ejercer la profesión sanitaria en su propia casa del Guiniguada, donde debió de adquirir fama de buen profesional. Tan solo dos años después, aquel adolescente pincha nalgas y brazos es enviado a Cuba por mandato del Capitán General de Canarias. El motivo fue la necesidad de médicos y practicantes en el nutrido ejército cubano. Con el título de facultativo, el muchacho lleva también la credencial de sargento español. Allí va a permanecer hasta que, al ocurrir la anexión dominicana a España en 1861, fue trasladado a Santo Domingo.
Pronto el intrépido y listo canario se desenvuelve con soltura entre los medios sanitarios y castrenses de su nuevo destino, e incluso interviene en alguna que otra escaramuza militar. Estando en la localidad dominicana de Baní, conoció a Silveria Valdés Méndez, dueña de una fonda, a la que dejó embarazada, y en la hoy cercana provincia de San Cristóbal la banilesa da a luz en 1864 al niño José Juan Trujillo Valdés. Tan solo un año después, en marzo de 1865, cuando nuestro país se rindió, fue apresado junto con otros oficiales españoles y llevado a la fortaleza de San Luis, en Santiago, donde, en julio de aquel mismo año, fue embarcado nuevamente a la isla de Cuba.
El canario desaparece ya de la vida dominicana, pero quedó su retoño en brazos de Silveria, de quien se dice que, desde su más tierna edad, se influenció en prácticas políticas aberrantes y en el famoso oficio de cuatrero. Se dice, además, que el hijo del canario fue un hombre de pocas luces y amigo de la buena vida. Don Pepe, como era llamado en su entorno de San Cristóbal, se unió en matrimonio con Julia Molina Chevalier, dama a la que se describe como una mujer muy discreta y sufrida, porque el marido no fue un padre ejemplar, y los doce hijos engendrados con mamá Julia vivieron una infancia precaria y llena de necesidades que, gracias a los tíos maternos y al trabajo precoz de tantos muchachos, fueron saliendo adelante. De esta larga prole fue el tercero de los vástagos del matrimonio Rafael Leonidas, que viene al mundo en el domicilio familiar de San Cristóbal el 24 de octubre de 1891, y que será el político, militar y dictador dominicano desde 1930 hasta su asesinato en mayo de 1961. Sus 31 años de gobierno serán conocidos como la Era de Trujillo y considerados como una de las más funestas dictaduras de América Latina.
Ramfis Trujillo Martínez (1929-1969) / La Provincia
Después de la muerte del patriarca presidente el país quedó bajo la dirección del doctor Joaquín Balaguer, y de Ramfis Trujillo, hijo del propio dictador, que inmediatamente asumió el control de la República ya que era, desde los cinco años de edad, coronel, con el salario y privilegios del cargo por decisión expresa de su todopo- deroso padre.
Ramfis creció a la sombra del poder. Simplemente quería vivir una vida libertina, libre de preocupaciones y evitando cualquier tipo de responsabilidad. Prefería escapar frecuentemente a Hollywood. Allí tuvo amorosos romances con estrellas de cine y se hizo notar por sus explendidos regalos de automóviles de lujo, abrigos de visón y costosísimas joyas para obsequiar a sus conquistas. Como estaba casado desde 1950 con Octavia Ricart Martínez, con quien tuvo seis hijos, su esposa ya no lo pudo aguantar más por ese comportamiento y le solicitó el divorcio.
También comenzaron a circular por la misma época importantes presiones, tanto internas como internacionales, que le obligaron a exiliarse a finales de 1961. La familia Trujillo al completo huyó del país con una fortuna en sus maletas estimada en 24 millones de dólares. Llegaron a España, y el generalísimo Franco les concedió de inmediato asilo político. La vida de la familia Trujillo en España tras su exilio fue una mezcla de ostentación, excentricidades y controversia marcada por la opulencia. Disfrutaron de una vida de lujo, financiada con el dinero saqueado de su país. La entrada en la sociedad madrileña de la segunda mujer de Ramfis convertirían a la llamada Lita Trujillo en la reina de la jet set española.

Lita, la reina de la jet set española que ahora vive arruinada / La Provincia
Lita, que aún vive precozmente con 91 años en un barrio obrero de la capital de España, había nacido en Tel Aviv y fue criada en el distrito neoyorquino de Brooklyn, en el seno de una familia judía. En 1956 se instala en Hollywood y es allí donde conoce al playboy dominicano. Durante ocho años, los cónyuges disfrutaron de la buena vida al abrigo del generoso régimen franquista, hasta que Ramfis, en un fatídico 17 de diciembre de 1969, se estrella en la carretera de Alcobendas con su potente Ferrari 330 GT azul al colisionar con el Jaguar de la duquesa de Alburquerque, que fallece en el acto. Trujillo murió diez días más tarde. Tenía cuarenta años. Curiosamente, su final fue similar al de su cuñado Porfirio Rubirosa, fallecido cuatro años antes en París, también a consecuencia de un accidente automovilístico. La reina de la jet set nacional pasará a convertirse en la viuda alegre de España y mitiga su dolor en las habituales fiestas de Marbella, pero ahora del brazo del torero sevillano Jaime Ostos.
Aunque no es un buen ejemplo airear los devaneos de estos descendientes isleños, que contrasta con la labor humanitaria que sus ancestros realizaron antes de salir de Canarias, los hechos no hay por qué ocultarlos.
Queremos terminar estas notas rindiendo un pequeño homenaje a la que acaba de desaparecer en Madrid, que nos ha dado pie para escribir este relato. Aída era la primogénita de Ramfis Trujillo Martínez. Desta- có como políglota, bailadora de música flamenca, escritora y traduc- tora. En 2008 publicó su primera obra, la novela A la sombra de mi abuelo, galardonada en su país con el Premio Nacional de Literatura. En agosto de 2016 publicó su segundo libro, El otro Ramfis, sus últimos días de vida. El testimonio de que su padre le confesara en el lecho de muerte que tenía las manos llenas de sangre le hizo renunciar a disfrutar de la herencia de los Trujillo, al considerar que era un patrimonio producto del saqueo de los bienes de su pueblo, gesto que la honró siempre.

El canario Juan de Dios Trujillo Monagas / La Provincia
Divorciada de Francisco Muñoz, fue madre de cuatro hijos: Carlos, Jaime, Haydée y Nicolás. Tenía una nieta, Aitana, hija de su primogénito. Últimamente vivía de una pensión del Estado español y de sus trabajos particulares. No todo en la viña del Señor proliferan los garbanzos negros.
Que la descendiente de nuestros laboriosos paisanos descanse en paz.